sábado, febrero 25, 2006

Un país stone

Interesante abordaje del ensayista Fernando Iglesias en el matutino "La Nación" de hoy acerca de la vertebración entre los argentinos y el fenómeno de los Rolling Stones. (www.lanacion.com.ar/783758)

"Creo que ustedes, los argentinos, están locos. No hay nada similar en el resto del mundo, y no pasa sólo en la música. Por eso todos los músicos que conozco adoran tocar en Buenos Aires, pero también por eso los psiquiatras se forran los bolsillos con ustedes." La broma, que en labios de Joaquín Sabina quiso ser una ironía amistosa, se ha vuelto un diagnóstico impiadoso gracias a la coincidente visita de los Rolling Stones.

Piedras no rodantes sino voladoras de un lado, carros hidrantes del otro, gente sin entrada jugándose la vida por entrar apostando al desparramo, pasando por arriba no sólo de la policía sino de sus connacionales stones con entrada, decenas de heridos, cientos de detenidos... el rostro alucinante de la República Cromagnona, con su habitual carga de violencia, ineficiencia y descontrol, sacando su lengua (stone) afuera una vez más para mostrar, por si hiciera falta, cuánto solemos aprender los argentinos de nuestras más terribles tragedias.

También la coincidencia con las postrimerías del juicio político a Aníbal Ibarra es significativa; una ejemplificación de la cultura de la víctima que se ha tornado la versión local de lo políticamente correcto. Según su tesis maestra, quien sufre algún tipo de discriminación o injusticia tiene derecho, en este país, a todo. ¿Qué sucedería si alguien sugiriera que los padres de los menores muertos en Cromagnon, especialistas en pedir la silla eléctrica y en escupir a quienes no coinciden con ellos, y las madres que dejaron a sus hijos en la guardería del baño y hasta el inconsciente que tiró la bengala deberían afrontar sus responsabilidades penales? ¿Y no se ve esta cultura de la víctima en cada intersticio de la vida pública del país, desde la intransigencia de los piqueteros ecológicos de Gualeguaychú hasta los fanáticos stones que no pudieron o no quisieron pagar su entrada, pero se consideran con derecho inalienable a poner en riesgo el cuerpo de los demás por una noche de satisfaction rollinga?

Al fin y al cabo, ¿qué han hecho por la música los Stones? Diez temas muy buenos en una carrera de cuarenta años de la cual no se admira el talento musical, más bien escaso, sino la mezcla de su mueca de desafío al poder y pertenencia al jet-set, de pizza y champagne, de tapados de visón y tatuajes del Che y limusinas?

¿Qué exhiben en cada una de sus giras, si no su gusto por el tribalismo y su patética adolescencia eterna de sesentones que no saben crecer ni cambiar, de semidioses decrépitos que repiten para la gilada el mismo rito de siempre, cada vez más gastado?

¿Cómo asombrarse de que sea la Argentina el país del mundo en el que más se los venere?

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