El gobierno nacional emplea hábilmente con asiduidad el paradigma de la decáda del 90 administrada por el menemismo para sumar apoyo popular al planterase como la contracara en muchos -sino en todos los- sentidos.
Un analista que se precie de criterioso resultaría injusto si no partiera de la base de no aceptar que en determinadas instancias dicha contraposición es real -sin ir más lejos, son alentadoras, más allá de las sobreactuaciones del caso, la política en materia de derechos humanos y de una virtual tercera posición en el plano de la política exterior, lejana de los designios de Washington- pero en otros aspectos las simetrías son perturbadoras y los ejemplos se visualizan fácilmente:
-la alianza a nivel medios con el grupo de Daniel Hadad (el matutino Infobae fue el que destacó un presunto tráfico de influencias por parte del ex ministro Roberto Lavagna canalizadas a través de la consultora Ecolatina);
-la relación generosa con Eduardo Eurnekian, a quien ahora en medio de la fiebre mundialista de fútbol se "obliga" a ceder parte del paquete accionario de la concesión otorgada por el servicio aeroportuario a cambio de capitalizar sus deudas con el Estado nacional (o sea, Eurnekian se endeuda, y el gobierno lo premia, "olvidando" los 850 millones de pesos que adeuda a cambio de tomar un 40% de una concesión que no viene bien);
- y quizás no convendría dejar pasar otro punto de emparentamiento del kirchnerismo con el riojano caído en desgracia: los panoramas politicos del último domingo, tanto de Jorge Lanata -semanario Perfil- como de Eduardo van der Kooy -Clarín-coinciden en señalar que la hipótesis del adelantamiento de las elecciones del 2007 involucra en calidad de asesores o armadores políticos a Carlos Corach y Roberto Dromi, ex destacados miembros -y ex ministros- de la mesa chica menemista.
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