"Carlos Rovira estuvo en la trinchera conmigo, levantado nuestra bandera”,
ha expresado este martes el presidente de la Nación, Néstor Kirchner, en Misiones, al apoyar sin dudas el proyecto de reforma constitucional tendiente a habilitar la reelección indefinida del mandatario provincial.
Kirchner sabe de lo que habla: él en 1994 logró plasmar la modificación de la Carta Magna de Santa Cruz instaurando la reelección hasta entonces vedada, y sólo 4 años después, promovió una nueva reforma para poder ser electo, reelecto y reelecto, indefinidamente.
En Santa Cruz, ya en 1994, al iniciar tras la reforma su segundo período de gobierno, Kirchner aumentó el número de miembros del Superior Tribunal de Justicia y echó al procurador de Justicia provincial. Y sin mayores explicaciones, en 1998 proclamó la necesidad de una nueva variante al texto constitucional a din de motorizar un nuevo mandato. Pero para evitar tener que lidiar con una Legislatura que -según decía la Constitución vigente- debía convocar por mayoría absoluta a la Convención Constituyente , llamó directamente a una consulta popular en la que el “Sí” se impuso con el 56,88% de los votos. Así, introdujo la reelección indefinida y el nuevo sistema electoral. Si bien las presentaciones judiciales estuvieron a la orden del día, la “mayoría automática” -¿acaso no suena muy noventista - menemista esta connotación?- archivó esos pedidos.
Esta prédica de plantear un excesivo culto al personalismo, a la perpetuidad, al manejo discrecional del poder, a la hegemonía sin alternancia, termina afectando la calidad de la democracia. No es casualidad que la reelección idefinida se corporice hoy en sólo 5 provincias, 3 de las cuales han generado presidentes ambiciosos: Carlos Menem (La Rioja), Adolfo Rodríguez Saà (San Luis) y Kirchner (Santa Cruz).
Resulta claro que ese caudillismo feudal cuya aplicación en el marco provincial Kirchner defiende obstinadamente constituye un modelo que posteriormente se procura plasmar en el plano nacional, cuando estos ex gobernadores acceden a la escena grande del país.
Las las mentes más lúcidas que supieron ocuparse de nuestras estructuras constitucionales fueron lapidarias respecto a las eternizaciones en el poder. Juan Bautista Alberdi sentenció que la reelección desnaturaliza al gobierno republicano porque introduce en él "algo del gobierno monárquico" como "la perpetuidad del poder en manos del mismo gobernante".
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