Màs temprano que tarde, y aùn sin realizar una explìcita autocrìtica sobre su apoyo a la reelecciòn indefinida de Carlos Rovira empleada como cierto globo de ensayo para instaurar continuidades más allá de dos períodos gubernamentales a nivel nacional en el mediano plazo, y aùn màs al dispendio de fondos pùblicos para cristalizar burdos manejos clientelares, cabe destacar la saludable reacciòn del presidente Nèstor Kirchner tras su derrota flagrante en Misiones, entendiento a èsta como un giro tàctico obligado por las circunstancias post Misiones màs que a una mìnima mutaciòn en su espìritu escasamente moderado.
En este marco, las decisiones del primer mandatario -si bien pueden pecar de sobreactuación a la vez que denotan un espíritu más guiado por la necesidad de dotar de mayor saludabilidad a la gestión ante la mirada sofisticada de las clases medias urbanas, que a las creencias propias respecto a la necesidad de otorgar mayor intensidad institucionalidad al país- no pueden operar si no como señales virtuosas ante la rudeza del golpe infringido en Misiones al oficialismo.
El fin de los aires re reelecionistas por parte de Eduardo Fellner y Felipe Solà; la reducciòn de los miembros de la Corte Suprema de Justicia; y en lo màs reciente, el desplazamiento de Luis D 'Elia y la remoción de las cuestionadas y bajo proceso judicial autoridades de intervenciòn del Hospital Francès suponen aires frescos a fin de revitalizar la agenda presidencial y retomar el control de la iniciativa política, y contraponen en los hechos la visiòn de determinados analistas que virtualmente operan como voceros ocultos de determinados actores polìticos (sin eufemismos: el caso de Joaquìn Morales Solà respecto de la candidatura de Roberto Lavagna, por cita uno) que intentar imponer la falsa percepción de que Kirchner es un lìder irreductible imposibilitado por ello de motorizar cambios cuando las circunstancias lo requieren.
A esta altura, si de alguna manera entendemos que la cadena de posiciones oficiales que contravinieron lo que de ellas podìan esperar importantes segmentos de la sociedad comenzó con la intolerante contramarcha encabezada por Luis D 'Elia contra Juan Carlos Blumberg -actor social a quien cabe respetar mucho más como emergente de un reclamo social instalado que por su propia figura cargada de cierta visiòn clasista sesgada y aùn por sus malas compañías de entorno-, el accionar patoteril en el Hospital Francés y en la quinta de San Vicente, y el aliento a la eternizaciòn potencial de Rovira en Misiones, ahora, tras el desplazamiento del dirigente piquetero de su cargo como subsecretario de Estado y de la intervenciòn del centro de salud, sòlo queda en el debe del jefe de Estado el tender a debilitar a Hugo Moyano por su responsabilidad en los incidentes del 17 de octubre, algo que quizàs al fin se cristalice en los pròximos dìas si otorga como se infiere a personerìa gremial a la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), sin dudas, lo más honesto y creìble del sindicalismo nativo.
Partiendo del dato cierto de que vivimos en la Argentina, no en Suiza o en los paìses escandinavos por citar dos ejemplos, las reacciones correctivas del primer mandatario no pueden más que subrayarse a fin de ser criterioso y no caer en la tentación de sòlo dedicarse a analizar su gestiòn desde la crìtiica contumaz.
Los matices existen -por ejemplo, el sólo saber que existían media docena de proyectos tendientes a reducir la Corte en el Parlamento a los cuales nunca se les prestò atenciòn hasta la llegada de la varita mágina de la Primera Dama; o el hecho de que la Subsecretaría de Tierra y Hábitat Social pueda seguir siendo manejada por D 'Elia a escondidas ya que un dirigente de su movimiento habrìa de ser su sucesor en la dependencia oficial y aún más, se menciona que la esposa del lìder piquetero aguarda por estas horas un cargo en el Ministerio de Desarrollo Social que conduce Alicia Kirchner-, muchos cambios pueden y en parte son fruto de enjuagues cosméticos, pero en esta Argentina que lamentablemente lejos está de ser Suiza o un país escandinavo, cabe dar crédito a esta oxigenación, aùn a medias y forzada si se quiere, propugnada por el jefe de Estado.
En un paìs en serio, condiciòn que constituyò el caballito de batalla y slogan de campaña del actual presidente, D 'Elia nunca hubiera accedido a un cargo en el Estado nacional, por no hablar de que dicho puesto pareciò casi obrar màs allà de su objetivo implìcito de contencisòn y captación de cierto sector piquetero como un premio a la toma de una comisarìa en el barrio porteño de la Boca.
Un primer mandatario preocupado por dotar de señales una inquietud tendiente a instaurar mayores niveles de calidad institucional no hubieran impulsado iniciativas como los llamados superpoderes, el mayor control sobre el Consejo de la Magistratura y el manejo discrecional de los Decretos de Necesidad y Urgencia.
Y si bien es rescatabale el marco de rectificación ejercido por el jefe de Estado tras el efecto Misiones que dan cuenta de un lìder astuto y muy buen lector del humor social, cabrìa alentar medidas que den marcha atrás al menos a estas tres sanciones parlamentarias recientes, dando cuenta de una rectificaciòn más profunda que nos llevara a la senda del pretendido paìs en serio. El presidente todavìa està a tiempo...
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