por Gustavo Martínez Pandiani, espec. en comunicación política
Muchos dirigentes opositores sueñan que las próximas elecciones a jefe de gobierno porteño marcarán un punto de inflexión en la tendencia favorable que el oficialismo disfruta hoy a nivel nacional. Desde Roberto Lavagna hasta Elisa Carrió esperan con ansiedad los resultados del 3 de junio con la esperanza de que un triunfo de Mauricio Macri o Jorge Telerman les allane el camino a sus propias estrategias presidencialistas.
Es innegable que el comicio capitalino tendrá influencia en la construcción de un cierto clima político de cara a octubre. Es esperable que de ganar alguno de los postulantes críticos al gobierno K la viabilidad de un proyecto alternativo tomará nuevos bríos.
No obstante, el eventual "impulso porteño" que puedan recibir las campañas presidenciales tiene un techo infranqueable. Más allá de la maximización mediática que podría recibir un triunfo opositor en la prensa nacional (la que en realidad funciona como prensa capitalina), resulta difícil imaginar hoy que una derrota kirchnerista en la ciudad de Buenos Aires puede determinar de por sí lo que sucederá en las urnas de octubre.
En efecto no sería la primera vez que, aún perdiendo sus candidatos en el distrito electoral más glamoroso del país, Néstor Kirchner logre inmunizarse contra un desaconsejable efecto contagio. Cuando en 2005, Rafael Bielsa perdió feo en la ciudad, el "virus porteño" no llegó a propagarse peligrosamente cerca de la Casa Rosada.
Sin embargo, ¿frente a una sólida victoria de Macri o Telerman, combinada con una apabullante derrota de Filmus, podrá el presidente limitar el daño político inflingido a los confines de la General Paz? ¿Podrá esta vez el presidente blindarse a sí mismo o a su esposa de una potencial reacción dominó en el resto del país?
Para hallar las respuestas correctas a estos interrogantes no debe ponerse el foco en la coyuntura que puede arrojar el escrutinio de la Capital Federal. Por el contrario, las claves para resolver el enigma radican en la capacidad que finalmente tenga o no Kirchner para pilotear la tormenta de conflictividad social que se insinuó días atrás en la Estación Constitución.
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