El próximo domingo 25 de mayo se estará cumpliendo un mes de la jura de Carlos Fernández -el sucesor del caído en combate por la disputa con el sector agrario Martín Losteau- al frente del Ministerio de Economía.
Y si bien ahora con el relanzamiento de las negociaciones con la dirigencia del campo parece corporizarse en Fernández un mayor nivel de visibilidad y de participación en la mesa de conversaciones, su gestión se ha caracterizado por el bajo perfil y la lejanía de los ámbitos centrales de decisión.
Paradójicamente, para la exposición mediática el titular del Palacio de Hacienda sólo alcanzó niveles altos de figuración a partir del intento de asalto del auto que conducían sus custodios al depositarlo en su domicilio de Bernal la semana pasada.
Sin embargo, creemos que lo que merece subrayarse es la característica poco virtuosa de nuestro Estado Nacional que esto connota, sto es, el tránsito sin mayores escalas en poco tiempo de los ministros de Economía salvadores o superministros -con Domingo Cavallo como paradigma- a los actuales ministros sin mayor peso alguno -los Felisa Miceli o los Carlos Fernández-.
Como siempre, en nuestro país lo que no abunda es el equilibrio y el término medio, como lo patentiza la orfandad de políticas de Estado de mediano y largo plazo.
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