La mañana del jueves 17 de julio, a pocas horas del voto “no positivo” del vicepresidente Julio Cobos en el Senado que no hizo más que aportar oxigenación a un escenario por demás tenso, el ex presidente (en virtual ejercicio) Néstor Kirchner impulsó la retirada K del poder, incitando a que su esposa y primera mandataria CFK presentara su renuncia. Hablamos de un dato de la realidad, ya no de un rumor. En todo caso, lo que no está confirmado fehacientemente es que ella haya preventivamente firmado su propia dimisión, como señalan algunas fuentes.
La renuncia al ejercicio del gobierno para el que fuera electa -sin necesidad de balotage- CFK habría constituído sin dudas un verdadero desatino que sólo se puede entender como otra -una más- intempestiva reacción del beligerante Néstor Kichner, quien donde existen manifestaciones de disidencia sólo ve una acciones destituyentes.
En este marco, no se debería dejar de atender que importantes analistas -Eduardo Fidanza y Jorge Giacobbe así lo han manifestado en nuestro ciclo radial Construcción Plural -no descartan la posibilidad de que Kirchner vuelva en algún momento a plantear la misma intolerante retirada del poder ante otra derrota política, a raíz de su particular visión de estar protagonizando un momento histórico, en una escenificación como repetición vulgar de la historia, ya no como tragedia en su versión original sino como una farsa, tal como lo ha dicho Carlos Marx (decimos farsa y no comedia, como malinterpretó en un par de ocasiones la presidente CFK).
Quizás la propia compleja agenda económico-social por delante -distinta a la que heredó Néstor Kirchner a mediados de 2003- ya sin vientos de cola de la economía mundial y plagada de la necesidad de decisiones duras a asumir como consecuencia del cortoplacismo y falta de gestión 2003-2007, tendría además su peso en la eventual adopción de esta decisión trasnochada.
Ahora, de todos modos, si se cumpliera ese presagio, el gran interrogante reside en qué se propondría hacer el kirchnerismo desde el llano, ya sin el mando del Ejecutivo nacional, como estrategia continuadora de esta heroica gesta según la especial visión afiebrada de su conductor. Parece fácil asumir que los K no se quedarían de brazos cruzados esperando 3 años para poder retomar el poder en elecciones presidenciales, aunque uno bien puede pensar que si a la impopularidad natural que ha generado en buena parte de la ciudadanía esta segunda gestión K se le sumara una partida rauda del gobierno, el repudio sería enorme y casi sin retorno en términos de apoyo en la sociedad.
De todos modos, como bien nos plantea Eduardo Zamorano, tal vez “no deba pasarse por alto que el Congreso debe aceptar los motivos de la dimisión y bien podría especularse con una suerte de amague o coacción, urdida por Kirchner, a fin de disciplinar a sus huestes ante el desamparo en que quedarían con un Cobos en la presidencia en un contexto tan explosivo como el actual”.
Una vez más, sólo el tiempo nos dará respuestas.
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