Diálogo con el economista y especialista en educación Pedro Andrieu, profesor titular consulto de la UBA, en compañía de Alberto Perrot y Bernardo Poblet, nuestros columnistas ciudadanos de a pie:
Pedro Andrieu:
"El Estado tiene obligación de prestar los servicios públicos que la Constitución le impone. Todo servicio que el Estado preste fuera de su obligación implica un subsidio y eso no está mal de por sí. En estos términos, la educación universitaria hoy está subsidiada para la clase media - alta. La enseñanza universitaria pública tiene en Argentina una tradición muy fuerte desde la época de la reforma universitaria, cuando nuestro país se iba para arriba en el concierto mundial pero para muy poca gente. La clase media y los inmigrantes buscaban el ascenso social -no sólo económico sino de prestigio- a través de la educación. La llegada al poder de Hipólito Irigoyen no fue otra cosa que el ascenso de las clases medias al poder”.
Poblet:
“La universidad es una parte liminar de la educación, pero es parte de un subsistema mayor que empieza con la primaria, a la que deberíamos prestarle más atención. Y el tema es para qué la educación, y allí hoy exhibimos en el país debilidades notorias“.
Perrot: “Más que pro Estado o proprivado, tendriamos que ser preeficiencia, proeficacia, tanto en el Estado como en la actividad privada. En la medida en que las sociedades se hagan sumamente complejas, el Estado va a tener que participar seguramente más en la regulación de la vida de la gente para que las cosas sean posibles. Ciertas antinomias que están profundamente enquistadas en nuestra sociedad no nos llevan a nada : Por ejemplo, el debate acerca de la delincuencia juvenil: una mitad está gritando que los delincuentes juveniles son víctimas de la sociedad y la otra mitad se halla gritando que los paren porque éstos los van a terminar matando. El problema radica en que las dos cosas son ciertas, y mientras debatimos los dos extremos, siguen pasando las dos cosas: menores víctimas y victimarios. Y el Estado en su indecisión es un botín de guerra de los políticos“.
Andrieu:“Aclaro que soy pro Estado. Pero eso no nos puede dejar de hacer ver que en el Estado argentino se da una falta de servicio civil y que no existen capas gerenciales que den continuidad a políticas independientemente de quién asuma el poder. Por ejemplo, en Canadá el número dos de un ministerio es un funcionario de carrera. El único cuerpo profesional civil que existe -con sus pro y sus contra- es el de la Cancillería, donde salvo por los cargos de embajadores políticos, los demás puestos son de carrera”.
Ahondar en la trama de la desigualdad de acceso a una educación, profundizar en las brechas, en la fragmentación de ofertas, en un Estado cada vez más ausente que - en paulatino descuido de su rol - favorece el auge del marketing educativo son todos debates que - permitiéndome honestidad total – me generan cierta pereza. No porque considere inapropiado el análisis, más bien por temor a un destino estéril. “Políticas Educativas” ha sido una de las materias que tuve que cursar para acceder post Licenciatura a mi título de profesora de Comunicación. Muchos de los autores que he debido leer en incompletos apuntes sostenidos con ganchito (el libro es un formato al que acceden sólo estudiantes de Universidades Privadas) están hoy en la función pública, Mariano Narodowski, Juan Carlos Tedesco, sin poder “bajar” a su gestión aquellas cosas que planteaban en teoría. Las razones de esta inadecuación de lo dicho con lo hecho estimo que anidan en la complejidad de la situación. Educar a la sociedad no es rellenar baches y de tomarse acertadas políticas educativas, los resultados de las mismas sólo podrían verse a largo plazo. Pero los acertadísimos comentarios vertidos en el blog “Abordajes” por Poblet, Perrot y Andrieu me llevan a dejar de lado – al menos por un rato – mi pereza para sumarme al pedido de pro eficiencia y pro eficacia más allá del tipo de gestión, sea esta pública o privada. Como graduada e hija de graduados de la Universidad de Buenos Aires, desde el relato y el anecdotario de mis padres y de otros adultos de aquella generación, pude conocer la sensación de prestigio académico que otorgaba en el pasado los claustros públicos. Desde aquel “M’ hijo el dotor”, imagen literaria del ascenso social de criollos e inmigrantes hasta este presente de profesionales recibidos con una formación menos enciclopedista, menos humanitaria y más “hiperespecializada” ha corrido mucho agua bajo el puente. Coincido también que centrar el análisis en el deterioro de la educación media y universitaria no alcanza, la educación inicial es la que debe sentar las bases de una formación preocupada por desarrollar personas, buenas personas, ciudadanos, buenos ciudadanos. Que éstos paguen por su educación o que en su defecto lo haga el Estado, que se sumen nuevos formatos tecnológicos para vehiculizar el conocimiento, que reconozcamos que maestros y profesores no podrán y seguramente no deberán esperar posicionarse en las aulas como los de "Juvenilla" (sino más bien como el profesor francés de “Entre los Muros”) siendo para los alumnos la única fuente de acceso del saber son aspectos que no pueden estar ausentes en el diagnóstico.
ResponderBorrarFelicitaciones a los tres!!!
Silvia Carbajal