Tal como se preveía, este domingo la derecha chilena cristalizó su regreso al poder tras 20 años de la mano del empresario Sebastián Piñera, vencedor en la segunda vuelta electoral por estrecho margen de Eduardo Frei, candidato de la Concertación que ha venido gobernando desde la salida de la dictadura de Augusto Pinochet.
En línea con las distintas enseñanzas en términos institucionales y de civilidad que se pudo recoger en las pasadas elecciones en el hermano Uruguay, el país trasandino expone hacia la Argentina las suyas, entre las que preferimos subrayar tan sólo un par:
- en un país más conservador y machista que el nuestro, su presidente Michelle Bachelet dejará el poder con índices cercanos al 85% de aprobación popular. Supo recuperarse de una crisis de popularidad y nunca pensó -ni ella ni su coalición política- en forzar la Constitución y abrir el camino a su reelección, vedada por el marco institucional, a fin de reparar lo que se auguraba casi inevitable sin su postulación: la derrota y abandono del poder de la Concertación el próximo 11 de marzo.
- mañana lunes a la mañana, dos viejos adversarios como Bachelet y Piñera -contendientes enfrentados en los comicios de hace 4 años- con hidalguía renovarán un rito chileno, aún a pesar de sus distintos colores políticos: "tomarán el desayuno" en el domicilio del nuevo jefe de Estado electo, según acordaron tras un cruce telefónico donde la mandataria saliente felicitó al ganador de esta jornada de ballotage. Piñera aprovechó para pedirle "consejos" a la actual gobernante "por su experiencia de cuatro años", durante la conversación que además fue trasmitida por la televisión estatal.
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