Por EDUARDO ZAMORANO
El estallido de la “burbuja inmobiliaria” provocó una grave crisis en los Estados Unidos, la cual -como era previsible- impactó en casi todo el mundo.
Si bien el origen del problema se situó en el terreno financiero (el exceso de liquidez de los bancos impulsaba a otorgar créditos hipotecarios sin los recaudos pertinentes y sobrevaluando los respectivos inmuebles), prontamente se expandió al sector productivo.
En definitiva, se desató el temible círculo vicioso: desconfianza-recesión-despidos-desempleo.
Las caras largas proliferaron en el Gran País del Norte. Empero, siempre hay pícaros dispuestos a pescar en ríos revueltos. Por ejemplo: grandes consultoras especializadas, entre otros menesteres, en desvinculaciones masivas de personal.
En efecto, muchas empresas optan por el outsourcing (1) a la hora de emprender la ingrata tarea de echar a sus empleados.
Esta temática, no demasiado feliz para los argentinos, aporta la base argumental de la película “UP IN THE AIR”, rebautizada por estas pampas como “AMOR SIN ESCALAS” (¿??????), denominación que evidencia que la canícula también derritió las neuronas de los creativos de las distribuidoras locales.
El film fue dirigido por JASON REITMAN (recordar: “La jóven vida de Juno”, joya que hubiera merecido un mayor éxito comercial), y protagonizado por el cotizado GEORGE CLOONEY.
Volviendo a su interesante trama, la película muestra la vida (tal vez la palabra sea inapropiada, pero quiénes la vean sabrán disculpar que este escriba no haya encontrado la indicada al caso) de Ryan Bingham, ejecutivo estrella de una empresa de “despidos”, fanático de todo tipo de tarjetas (crédito, viajero vip, pase libre, etc), y misántropo consecuente.
Ryan se jacta de haber pasado trescientos veintidós días del año fuera de su casa, ejercitando con imperturbable cinismo sus tareas de “limpieza” y, por el contrario, deplora los cuarenta días que debió permanecer en la misma (una amplia e impersonal suite de un elegante apart hotel).
Bingham conoce todos los trucos del oficio de ¿despedidor?; su instinto le permite captar al segundo la psicología de sus sufridos interlocutores.
El “paquete” bonificatorio -outplacement (2), en la jeringonza del management- es casi siempre el mismo (varios meses de sueldo; cursos de apoyo psicológico y recapacitación; seguro médico pago durante un período, etc).
La destreza del metier consiste en vender el paquete adaptando sus presuntas bondades a las características de la víctima de turno. Así, nuestro héroe, tiene un discurso para cada personalidad; los hay para iracundos, llorones, melancólicos, potenciales suicidas, y los temidos querulantes ( si bien la legislación laboral estadounidense no contempla indemnizaciones por antigüedad tarifadas como aquí, si el empleado demuestra mala fé en la desvinculación y/o daños materiales o morales injustos derivados de dicho acto, las reparaciones que fijan los jueces suelen ser astronómicas).
De todas formas, la conducta fría e indiferente de Ryan reconoce una excepción. Se trata de un sueño largamente atesorado que compensaría su voluntaria soledad, surcada por incontables aviones, hoteles indiferenciados, y los rostros angustiados de los blancos marcados por su empresa.
La quimera de Ryan es lograr el record de millaje en vuelos, meta que le brindaría una supertarjeta para franquear todas las puertas, así como designar con su nombre a un avión de su compañía aérea.
Sin embargo, la impenetrable estructura de Bingham comienza, imperceptiblemente, a fisurarse; y en este resquebrajamiento (¡cuando no!) intervienen dos mujeres.
Una es la seductora Alex, quién representa una suerte de versión femenina de Ryan, si bien que menos alienada. Aquí, contradiciendo el lugar común de que “los contrarios se atraen”, las similitudes de los personajes generan una poderosa atracción recíproca.
La otra fémina es Natalie, una jóven brillante que pretende revolucionar la empresa de Ryan aplicando un downsizing (3) que reducirá drásticamente sus costos. La idea sintoniza con el imperio de la comunicación digital; en efecto: ¿cuál es el sentido de invertir en aviones y hoteles para que los ejecutivos concreten in personam sus letales entrevistas, si los plasmas ultramodernos permiten hacerlo sin moverse de la oficina?
Este potencial viraje en la metodología corporativa conmociona a Ryan, quién teme perder su apetecida coronación como el rey del millaje.
Y aquí, queridos lectores, arranca la mejor parte de la película: la puja entre Natalie y Ryan que metaforiza el contrapunto tecnología/artesanado; la disputa de modernidad y tradición; el eterno combate de burocracia versus individualismo, y todo ello pivoteando sobre el objetivo de…….¡DESPEDIR GENTE!
Sus contactos con las damas de marras, logran lo imposible: que Ryan comience a dudar, a replantearse sus dogmas, a flexibilizar sus ritos. Por una parte, advierte -con asombro- que detrás de la robótica y aventajada Natalie se esconde una chica sensible y con deseos pedestres, bastante alejados de aquéllos imaginables en una candidata a ejecutiva top.
En simultáneo, visualiza en Alex su alma gemela, alguien para imaginar un proyecto común.
Moraleja: entre la vulnerable Natalie y la fogosa Alex el viejo zorro pierde pelos y mañas, cayendo en una trampa agridulce.
A diferencia del tono pedagógico y aleccionador de los infinitos filmes norteamericanos de este estilo: EL HEROE DURO Y ESCEPTICO QUE SE REDIME A TRAVES DEL AMOR (ejemplo clásico: El Rick de Bogart en “Casablanca”, seguido de incontables émulos generalmente desafortunados), el guión esquiva hábilmente los golpes bajos y, sobre todo, el inevitable “happy ending”.
Desde la ventanilla de sus consabidos aviones, algo turbado por las nubes, Ryan acaricia las estrellas, experimenta su calidez, el resplandor llega a encandilarlo. A la manera de un Icaro posmoderno enfrenta el laberinto, arriba, en el aire.
NOTAS
(1) “Externalización de servicios. Casi siempre es el paso siguiente al Downsizing. Es como pedirle a la vecina que nos haga la comida para el almuerzo y la cena, para ganar tiempo, que concentraremos en estrujar el melón tratando de pensar como salvar la ropa en esta malaria”.
(2)“Desvinculación asistida para reorientar al personal, facilitándole una transición laboral positiva, ya para buscar un nuevo empleo o una actividad por cuenta propia. Lo de ´desvinculación asistida´ induce asociaciones inconvenientes con las técnicas del célebre Doctor Jack Kevorkian; se sugiere cambiar esta expresión por algo con mas glamour como: ´rejuvenecimiento laboral´.
(3)“Proceso de achicamiento. Primer paso para fletar a naifas y garabos para hacer mas chico el convento porque soplan vientos de malaria”.
Estas definiciones de los términos típicos del experto en recursos humanos, fueron tomados del “GLOSARIO GRINGO DE CONCEPTOS DE RRHH”, de Bernardo Poblet, incluído en su libro: “Administración de Recursos Humanos- Pequeño Manual en Lunfa” editado por la Academia Porteña del Lunfardo (2006).
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