viernes, abril 23, 2010

Feinmann:

Feinmann: ¿Errores elementales para ver la historia o manipulación interpretativa?


Por Israel Lotersztain


Master en Historia de la Universidad Torcuato Di Tella / Ex Profesor de Física de la UBA, de la Universidad de Birmingham) / Ex Director de Investigaciones del INTI).

Columnista de Construcción Plural, el programa de Fernando Mauri.

El pasado fin de semana, el filósofo, ensayista, guionista y conductor de televisión José Pablo Feinmann publicó en su habitual contratapa dominical de Página 12 un artículo titulado Cómo se conquistó el pacto neocolonial.
Resulta interesante comprobar cuántos errores casi elementales de información histórica básica comete Feinmann sobre historia argentina en la citada nota.
Para un intelectual que se precia de tal, resulta llamativo su nivel de improvisación y su desconocimiento, a menos que no se trate de ignorancia sino de intencionada manipulación interpretativa.
Veamos:
a) El centro de su interpretación sobre Mayo de 1810 es este: el reemplazo de una colonia, la española, por una nueva colonia: la dependiente de Inglaterra. Es que, según Feinmann, los terratenientes locales, los grandes poseedores de la riqueza, estaban ansiosos de exportar sus productos: trigo y carne, a todo el mundo, especialmente Inglaterra, y no vender (o comprar) al monopolio que imponía la corona española.
b) Claro que los hechos históricos se oponen tozudamente a esta interpretación. Los terratenientes argentinos en 1810 no exportaban "trigo y carne" como Feimnann indica. Trigo se importó hasta 1860, y se comenzó a exportar en serio recién en 1899, con la "revolución cerealera" que cambió la Argentina. Feinmann le erra por casi cien años, pequeño detalle.

b) Menos aún se exportaba carne, salvo a partir de 1830 una cantidad ínfima, por sumas insignificantes, en tasajo (carne seca y salada) para esclavos de Brasil. Para vender carne al exterior fue necesario transformar el ganado de criollo a las razas inglesas, esperar que aparecieran los barcos frigoríficos, implantar las pasturas como alimento... Otros cien años mal calculados por Feinmann.

c) Lo interesante para analizar desde un punto de vista económico a Mayo de 1810 es recordar que el Virreinato casi no exportaba nada, sino que vivía fiscal y comercialmente de la plata proveniente del Alto Perú, que representaba el 90% del presupuesto y del movimiento económico de Buenos Aires. Y con esa zona (lo que hoy es Bolivia) se comerciaba desde aquí, y era precisamente la fuente casi exclusiva de su provisión de metálico. Debido a esta dependencia, en 1810 la Junta de Mayo envía casi de inmediato una expedición al Norte para asegurar su integración y soporte del nuevo gobierno, expedición mal preparada y peor dirigida estratégicamente. Digamos que desde un comienzo sus chances eran reducidas ya que las elites locales no tenían el menor interés de seguir financiando a Buenos Aires; lo hacían antes por imposición de la Corona, pero si ésta había desaparecido para qué seguir pagando... Además Castelli y Monteagudo con sus concepciones anticlericales no ayudaron precisamente a que Buenos Aires les cayera simpática. Belgrano lo advirtió y quiso remediarlo pero ya era tarde, y por otra parte el aspecto militar no era justamente su fuerte.

d) Los comerciantes porteños estaban por entonces divididos: los que habían lucrado con el monopolio querían seguir igual, y los apoyados por los ingleses querían comprarles a éstos y vender en el interior y en el Alto Perú. La "burguesía nacional" - una designación demasiado ridícula para 1810- quería hacer, como siempre, el negocio que pudiera, en una ciudad (insistamos en la idea) de casi absoluta miseria como era esta. Pero cuando se les cerró el Alto Perú se vieron en problemas: ya no tenían la plata boliviana indispensable para comerciar con los ingleses. Se había acabado el negocio que conocían. Y empezaron con desesperación a buscar otro.

e) Y es por ello que alrededor de 1825 aparece el negocio, muy primitivo, de comprar tierras, implantar en ellas vacas y obtener de las mismas cueros (y muy poco de tasajo y sebo) para exportar. Allí aparecen los terratenientes, pero las dificultades que enfrentaban eran grandes. El rinde era paupérrimo: una vaca cada 25 ó 30 hectáreas, lo que implicaba un animal para faenar cada cien o más hectáreas. Y para producir era necesario juntarlas del campo abierto, carnearlas, sacarles el cuero, secarlo al sol, subirlo a una carreta, llevarlo a Ensenada, poner todo en un bote para llegar hasta un barco inglés, de allí a vela hasta Londres... Todo esto en medio de una dramática carencia de mano de obra. Por eso, el rinde económico era insignificante. Y por eso la tierra valía tan poco. En un testamento de 1874 (datos que los historiadores consultamos mucho ya que permite, al ver como se repartían los bienes, una excelente idea de precios relativos) una casa de inquilinato en Buenos Aires de unas 15 habitaciones equivale a cuatro ó 5000 hectáreas en lo que hoy sería la zona núcleo maicera. Y eso que en ese momento las ovejas -y de ellas la lana sucia- habían posibilitado un negocio un poco mejor desde el punto de vista de la rentabilidad.

La descripción del "pacto neocolonial" que Feinmann esgrime se complementa con la idea de que los banqueros ingleses nos prestarían a tasas usurarias y sobre todo que la oligarquía local impediría cualquier desarrollo industrial autónomo para seguir comprando a los británicos. Que nada de esto último realmente ocurrió -sino todo lo contrario- puede comprobarse simplemente leyendo los editoriales del Siglo XIX de La Prensa y La Nación y hasta de los Anales de la Sociedad Rural para darse cuenta: eran fanáticamente partidarios de la implantación de industrias. Resultaba obvio, entre otras razones, que querían también clientes locales para los alimentos que producían, y entendían que ese desarrollo industrial los posibilitaría.
Y la mejor evidencia de su apoyo la constituye el hecho de que los aranceles de importación que lograba cualquier industria que se establecía localmente para protegerse de una competencia externa eran altísimos, como lo denunciaba furiosamente tan solo... la izquierda marxista de entonces, ya que esos aranceles de importación y precios más elevados los pagaban desproporcionadamente a sus ingresos los más pobres. En cuanto a los banqueros y su usura el default argentino de 1890, el más grande de la historia financiera mundial hasta ese momento y que se mantuvo por más de16 años y resuelto en quitas tremendas para los acreedores, demuestra que la desconfianza de estos hacia los tomadores de crédito locales y las consiguientes altas tasas que les pedían no carecía de alguna justificación...

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