miércoles, agosto 11, 2010

Amor y locura - VINCERE, un film sobre los amores de Benito Mussolini.


Por Eduardo Zamorano

Abogado laboralista /master en Inteligencia estratégica por la Univ. Nac. de La Plata).  

Columnista de Construcción Plural, el programa de Fernando Mauri en Radio Cultura.



El amor es un sentimiento poderoso hacia una persona, divinidad, país, idea, animal, objeto; y podríamos continuar con otros destinatarios más inusuales o extravagantes.
Es frecuente que se proyecte sobre la entidad amada de manera generosa y altruista; pero también puede llegar de modo egoísta, místico, patriótico, obsesivo,  fanático, o desequilibrado.
A su vez, el amante puede ser correspondido, rechazado, tolerado, temido, despreciado ú odiado.
En este campo las variantes son infinitas.

VINCERE (con argumento y dirección de MARCO BELOCCHIO) es un film extraordinario sobre los amores   -diversos y contradictorios-   entre Ida Irene Dalser y Benito Mussolini.


Está basado en un descubrimiento periodístico relativamente reciente: en su juventud, El Duce se casó con una mujer trentina, quién le dio su primogénito: Benito Albino.
El dato fue ignorado (u omitido) por los biógrafos del dictador italiano.

Para Ida fue un amor con toda la fuerza de lo inmediato.  Quedó obnubilada por ese joven socialista que derrochaba tanta convicción como arrogancia; furibundo anticlerical y desdeñoso de la monarquía.
La muchacha quedó ilimitadamente prendada de su cuerpo y sus ideas.

Pero sus amores no coincidieron. Ida pretendía vivir por y para él, saciarlo con su sensualidad, arroparlo de su frío, protegerlo ante enemigos y camaradas, empobrecerse para apuntalar sus objetivos políticos.
Benito, en cambio, sólo amaba su causa (por cierto, mutable y sinuosa), la cual terminaba en el soliloquio y la autoadoración.

Estos amores  desbordados, trágicos, preñados de locura se recortan en el portentoso escenario de la Italia fascista.

Otras grandes películas narraron historias de amor teniendo como contexto la  épica de los controversiales paradigmas del Siglo XX. Basta mencionar, entre las más notables, “Doctor Zhivago” y La Caída de los Dioses”.

Empero Belocchio, si bien transita este esquema,  confiere a su obra una impronta singular, inconfundible.

Primero, como bien señala el colega y amigo Luis Alberto Gasulla: “El film es coral (literalmente: ´coral´ porque contiene mucha puesta, canto e incluso música de Verdi y Puccini), operístico en el más italiano de los sentidos, y cinematográficamente grandioso.”

En segundo término, la pura ficción se combina inteligentemente con flashes de filmaciones de época que cautivan al espectador, lo envuelven de fantasía transportándolo  -siquiera por un momento que duele por lo mezquino-   a la Italia fascista tantas veces leída e imaginada.


Por último, la memorable actuación de Giovana Mezzogiorno, encarnando a la torturada (en más de un sentido) Ida Dalser,  le confiere al relato una potente verosimilitud que dispersa cualquier arista melodramática.  No desentona Filippo Timi en un convicente joven Mussolini.

En este sentido, recomendamos atención a dos escenas de excepcional creatividad encarnando la técnica del “cine dentro del cine”.

Una muestra a Benito, herido gravemente en la Gran Guerra, mirando desde una cama de hospital una remota versión de La Pasión de Jesucristo”, donde su megalomanía lo trasmuta en el Nazareno y a Ida en la Virgen María.

Ida aparece en la segunda secuencia, en el improvisado cine de un manicomio, observando, extasiada, la proyección de “El Pibe” de Charles Chaplin. El primer plano del rostro de la Mezzogiorno es conmovedor.

Desde luego, siempre existirán objeciones desde la historia erudita.

Afirmarán, por ejemplo, que el irreparable narcisismo de El Duce lo hacía brincar de cama en cama, coleccionando tantas amantes como condecoraciones.

Dirán que la primera amante de Mussolini, y quién probablemente lo inició en un temprano  -y luego execrado- marxismo, fue Angélica Balanoff una militante socialista que también le abrió espacio en el Partido.

Sostendrán que, al casarse con Ida, Mussolini ya tenía una hija (Edda) con quién se convertiría en su esposa “oficial”: la elemental Rachele Guidi.

Recordarán que la adinerada Margarita Sarfatti, subyugada por el ascendente político, aportó a las finanzas del incipiente Partido Nacional Fascista.

Harán comparaciones con Clara Petacci, la amante postrera, que demostró una entrega y devoción similares a las germinadas en la desdichada Ida. En efecto, en 1945, al intentar una agónica huída a Suiza, Benito Mussolini fue apresado por milicianos comunistas. Su suerte estaba echada; cuando le lanzaron la primera ráfaga de metralla, Clara se interpuso recibiendo la descarga y muriendo en el acto.

CARO LECTOR: “VINCERE” es cine con mayúsculas y permite aventurar que, tal vez, Belocchio sea el último de los incomparables creadores italianos (De Sica, Fellini, Visconti) que -para no salirnos de la temática abordada- nos hicieron enamorarnos del cine hasta la locura.

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