Por Pablo Knopoff - Director de Isonomía Consultores,
El crecimiento del ex presidente en las encuestas ha dado lugar a que en distintos espacios de la oposición la preocupación aumente.
Si bien algunos números de determinados consultores, o la profundidad de los mismos, generen dudas sobre tal movimiento, es innegable, que las variables “kirchneristas” (imágenes de diferentes dirigentes y gestión de gobierno, entre otras) han entrado en un leve, pero sostenido, repunte desde principios de año.
Néstor Kirchner antes del conflicto del campo, desde que había dejado su presidencia, tenía cerca de 70% de aprobación y, en solo meses, había caído hasta un 30%. Desde ahí, y sumando la caída en las elecciones pasadas, se hacía difícil pensar la posibilidad concreta de que Kirchner vuelva a ser candidato con reales chances de imponerse.
¿Cómo puede darse este escenario? ¿Por qué la discusión es clara sobre el potencial triunfo de Kirchner? Por diversos motivos, algunos propios del gobierno (imposición de la agenda), otros de la oposición (inacción, dispersión, falta de líderes) y algunos relacionados con la misma población (expectativas generadas, humor social, etcétera).
En relación a la agenda, el kirchnerismo, ha evidenciado una enorme capacidad de acción. Se sostenía que tal capacidad podría sustentarse pos elecciones hasta diciembre, donde en ambas Cámaras la oposición ocuparía las bancas ganadas en junio. No obstante tal momento se extendió, no sólo hasta marzo, donde empezaron las tareas legislativas, sino también hasta la actualidad. Quien impone lo que se discute (dejando que no se discutan otros temas) evidencia nada menos que poder.
La oposición, por su parte, ha sido paradójicamente funcional al propio oficialismo debido principalmente a su incapacidad de construir un conjunto de ejes de discusión. Las peleas entre los espacios y dentro de los mismos, los han alejado de la misma población que se había distanciado del kirchnerismo por sus “formas”. No ha podido, más allá de algún tibio intento, imponer un tema de agenda, y sobre los que ha planteado el kirchnerismo, no ha tenido más lugar que para discusiones gatopardistas que marcaron incoherencia e incapacidad.
La población, tercer actor, pero el más importante, también es central en esta recuperación del oficialismo, sostenido principalmente por dos motivos: economía y humor social. Los problemas económicos domésticos siguen siendo la mayor preocupación de los electores, y la merma ha sido casi ínfima, pero si han mejorado las percepciones prospectivas. El humor social, en general cuando mejora, hace aflorar las variables oficialistas y situaciones de enorme relevancia como el mundial de futbol y el bicentenario colaboraron con el oficialismo en tal sentido.
¿Qué puede pasar el año que viene?
Sea tal vez la pregunta con más menciones por estos días. Dada la multiplicidad de candidatos y las circunstancias de cada uno, es claro que nadie puede ganar por sí mismo y que todos necesitan de otros o de situaciones que los exceden. Sobre Néstor Kirchner en particular, necesita que la oposición siga dividida y con discusiones virulentas, que el bolsillo de la clase media y media baja no ajuste, y que tengan lugar situaciones favorables con respecto a la esperanza y el humor social.
Kirchner tiene un núcleo duro que lo votará con seguridad, pase lo que pase, que ronda hoy el 20% y puede proyectarse en diez/doce puntos porcentuales más. Debe buscar “tentar” a aquellos que alguna vez lo votaron, que ven con buenos ojos ciertas políticas propuestas y que no han encontrado eco en los opositores. Claro está, que el problema no es de fondo, sino de formas: el kirchnerismo se tiene que dar la posibilidad de morigerar sus maneras, algo que para muchos resulta ser algo casi imposible.
Por último, vale decir que la discusión de Kirchner 2011 evidencia la fragilidad del sistema político de la Argentina. Cuando los K apenas si medían 30% de imagen positiva en el conflicto del campo, la pregunta que emergía era como harían para concluir sin desmoronarse su periodo de gobierno, y ahora, con el 40% evaluamos si alguien puede ganarles. Un escenario con ausencia de partidos políticos, personalismos, falta de propuestas, población escéptica y descreída, abre la puerta a cualquier debate; incluso los más superficiales y descabellados o aquellos que días atrás se evaluaban como imposibles. Lo que es claro es que se necesitan mayores esfuerzos por parte de los actores involucrados para que los debates se den también -y especialmente- sobre políticas públicas de Estado.
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