jueves, noviembre 18, 2010

G. CAMAÑO: Esa mujer

Por Eduardo Zamorano

Abogado laboralista /master en Inteligencia estratégica por la Univ. Nac. de La Plata.  

Columnista de Construcción Plural, el programa de Fernando Mauri.
  
 
Esta mañana me desperté pensando en el cuento de Walsh: “ESA MUJER”, sobre las macabras peripecias del cadáver de Evita, el cual leí hace demasiados años.
¿Qué diablos se me dió por pensar en eso cuando en la oficina me esperaban, acechantes, “una contestación de agravios”, “un alegato”, y otras menudencias jurídicas por el estilo?
Ante un pensamiento mañanero, intruso y desconcertante, siguiendo las instrucciones de mi psiquiatra, busqué la explicación en los sucesos vividos la noche de la víspera. Antes de dormir y ya acunado por Morfeo, vi borrosamente la sesión en la “comisión de asuntos constitucionales (¿!!!) de
la Honorable (¿!!!) Cámara de Diputados de la Nación Argentina” que culminó con el soberbio sopapo (como decía mi abuelo) que la presidenta de la misma
le propinó a un diputado.
La protagonista estelar del insólito episodio, Sra Graciela Camaño, es una “self made woman”; en efecto, proveniente de una familia humilde, munida tan solo de un título secundario obtenido con esfuerzo en una escuela nocturna, consiguió empleo en la Delegación San Martín del Ministerio
de Trabajo; allí, como escribiente a cargo de las audiencias, conoció a un promisorio y ambicioso sindicalista gastronómico, Luis Barrionuevo. Luego de un breve noviazgo, se casaron y, cosa rara en gremialistas veteranos con buen pasar, proclives a renovar sus cónyuges por modelos más modernos, el matrimonio perdura hasta hoy.
Camaño no se contentó con ser la esposa del mandamás de los mozos y cocineros. Tampoco, a diferencia de lo habitual en las consortes o similares de los capos sindicales, con administrarle la obra social u otros negocios conexos. Empeñosa y perseverante, continuó su militancia en el peronismo, fue consejal y diputada, e incluso ocupó el cargo de Ministra de Trabajo, con aceptable desempeño y en un momento sumamente difícil por el cataclismo de fines de 2001.
El co-protagonista del sainete, Carlos Kunkel, alcanzó notoriedad como dirigente de la “JOTAPE” en los dorados setenta. En aquél momento, era el número uno de su Regional Buenos Aires, alcanzó entonces una diputación
pero renunció disconforme con la orientación que Perón le estaba dando a su tercer gobierno.
En aquella época lejana en el tiempo aunque no en los recuerdos, fue el jefe político de un jóven estudiante de abogacía que, años después, alcanzó la primera magistratura del país y todavía no hace un mes que falleció
prematuramente. El investigador Ceferino Reato, en su libro “Operación Primicia”, arriesga -basado en fuentes que no identifica- que Kunkel habría encabezado uno de los pelotones montoneros que atacaron el regimiento de infantería de monte en Formosa, en el año 1975.

No comparto la orientación política de Camaño y reconozco mis prejuicios hacia ella por estar casada con un sindicalista de pésima reputación. También deploro su agresivo desborde que agrega una mancha más a una institución peligrosamente desprestigiada.
Empero, me inclino ante su laboriosidad (la revista especializada “El Parlamentario” la premió hace dos años por su contracción al trabajo y sentido de la responsabilidad como diputada), saludo la fidelidad hacia su esposo, y reverencio sus agallas para enfrentar a un grandote con pose sobradora y arrestos de matón.

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