El mundo se prepara para digerir los efectos de la segunda ronda de inyección de liquidez global motorizada por los Estados Unidos. Es un escenario paradójico: ahora se deberá lidiar con los problemas que crea el exceso de dólares, incluso en economías –como la argentina- cuyo desarrollo económico ha tropezado reiteradamente con la escasez de divisas como restricción fundamental. Este reporte analiza las causas y consecuencias del nuevo escenario e intenta responder a las preguntas esenciales.
En la jerga, se denomina QE2 a la segunda ronda de impresión de billetes por parte del banco central de Estados Unidos. La primera ronda de expansión monetaria (QE1) tuvo lugar en plena crisis financiera y fue equivalente al 90% de la base monetaria. La segunda ronda, anunciada el miércoles pasado, se realiza contra la compra de bonos del Tesoro Americano por un total de USD 600.000 millones, equivalentes a más del 30% de la base. Sumados, la refinanciación de los vencimientos de bonos en poder de la Reserva Federal por las compras del QE1 y QE2, cubrirán el 50% de las necesidades de financiamiento del Tesoro en 2011. Son datos que, más temprano que tarde, tentarán a más de un funcionario argentino a justificar la estrategia local, a pesar de las enormes diferencias de contexto.
¿Cuáles fueron las razones que llevaron al QE2? La respuesta no hay que buscarla en los datos de actividad, actualmente en ascenso. La clave pasa porque la recuperación no impacta en el desempleo -que sigue siendo extremadamente alto- ni en la inflación -que sigue siendo peligrosamente baja. Mientras el desempleo está estable en torno al 10%, la inflación (“núcleo”) pasó de 2% en 2005-07 a menos del 1% y en descenso.
Un objetivo inconfesable de la estrategia es impulsar la economía americana mediante la depreciación del dólar. Lo que se discute es un rebalanceo global del gasto, que está conduciendo a una incipiente “guerra de monedas”. Esto se traduce en bancos centrales comprando dólares para evitar que sus monedas se sigan apreciando, tendiendo a relajar las políticas monetarias. Así, en la práctica, Estados Unidos exporta inflación hacia terceros países que están luchando para mantenerla bajo control o los obliga a fuertes apreciaciones de sus monedas.
Otra consecuencia indeseada es la “inflación de activos”. Se trata de una dinámica que estuvo presente en la gestación de la burbuja que estalló en 2008. Con alto desempleo en Estados Unidos y una oferta global abundante por parte de China, la política monetaria tiene bajos impactos sobre el precio de los bienes. Esto permite a los bancos centrales ser muy agresivos en sus políticas sin que se traduzcan en riesgos de inflación. Pero la inyección masiva de liquidez tiende a canalizarse hacia activos financieros, reales, propiedades, monedas y materias primas. Esto produce una verdadera “inflación de activos” y, potencialmente, “burbujas financieras”, las cuales podrían estallar (como ocurrió en 2007-08) cuando esa política se revierta.
El diseño de la política económica es clave para navegar la segunda ola de expansión cuantitativa. Una estrategia consistente requiere moderar la expansión del crédito y los influjos de capitales para evitar la aparición de burbujas financieras, además de mantener ancladas las expectativas de inflación y sólidas las cuentas fiscales, con el fin de evitar una apreciación excesiva de la moneda.
En Argentina, el riesgo más claro de corto plazo es que a una tasa de inflación rampante por los propios desmanejos domésticos se le sume ahora un impulso de aceleración externo. Aunque la hiper-liquidez puede ser un alivio en varios aspectos, una estrategia que carezca de políticas contra-cíclicas sólo logrará inflar artificialmente la bonanza presente (y la inflación) al costo de aumentar la factura futura, si la “lluvia de dólares” se vuelve una simple llovizna.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario