jueves, julio 14, 2011

Gorilas kirchneristas

Por Eduardo Zamorano


Abogado / Master en Inteligencia estratégica por la Univ. Nac. de La Plata.

Columnista de Construcción Plural, el programa de Fernando Mauri.




La expresión política: “gorila” aparece hacia fines del primer peronismo. Surgió a partir de un popular programa de radio llamado: “La Revista Dislocada”, en el cual había un sketch en que se decía “Deben ser los gorilas, deben ser…que andarán por allí”. La frase tuvo impacto al punto que fue el estribillo de una suerte de canción también muy difundida.


Antes del derrocamiento de Perón, los autobautizados “Comandos Civiles” que eran grupos armados que conspiraban contra el régimen, en sus comunicaciones cifradas, usaron el término para identificar alguno de los núcleos que los componían.


La cuestión es que, caído Perón, sus partidarios se lanzaron a motejar de “gorila” a toda aquellas personas (al principio las públicas y luego también privadas) que exhibieran un fanático antiperonismo.


Debe memorarse que, una vez que Aramburu y Rojas coparon el poder en la “Revolución Libertadora”, se desató una formidable persecución contra todo lo que oliera o destilara a peronismo.

Esa conducta recalcitrante y discriminatoria, así como quiénes la asumían con derroche de revanchismo, se hicieron acreedores de este epíteto de parte de los peronistas; era algo así como una réplica a aquéllos que los denigraban; la devolución por lo de “peronchos” o “cabecitas negras”.



Con posterioridad, el uso de la palabreja se extendió de modo tal que aún dentro de los antiperonistas se distinguía entre los decididamente “gorilas” y los que actuaban con más moderación. Como ejemplo: en los “enfrentamientos” entre militares “azules” y “colorados”, durante los años sesenta, los segundos encarnaban el “gorilaje” más rancio, en tanto los primeros propiciaban un peronismo sin Perón.

Como tantas otras cosas en la Argentina, a pesar del tiempo transcurrido y los dolores experimentados, la expresión no quedó en el arcón de los recuerdos. Por el contrario, aún hoy, se usa la misma para descalificar al antiperonista cerril y agresivo, pero, en ocasiones, también se la emplea abusivamente para desautorizar, ridiculizar y hasta estigmatizar a quiénes no comulgan con esa vertiente política.



Situándonos en la utilización original del término por los atribulados peronistas del 55: “identificar a un discriminador”, las elecciones del domingo 10 de julio han provocado nutridos brotes de gorilismo; sólo que en este caso, los destinatarios de los comportamientos despreciativos y los calificativos discriminatorios no han sido los peronistas sino los VOTANTES DE MAURICIO MACRI en la primera vuelta de las elecciones para Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


En efecto, presuntos adherentes al kirchnerismo de elite salieron con los tapones de punta contra quiénes volcaron el sufragio a favor del ingeniero boquense.


Aunque no sea correcto ni deseable, podría entenderse que los dardos envenenados apuntaran a Macri, su orientación ideológica (en caso que la tuviere), o su “espacio” político (ya los partidos strictu sensu sólo existen en…..nuestra Constitución Nacional). Pero es propio de mentes obtusas y hasta fundamentalistas emprenderla contra la expresión ciudadana, sea atinada o equivocada para los emisores de los juicios denigratorios.

Los brulotes que hemos leído y escuchado durante estas primeras cuarenta y ocho horas posteriores al comicio, traslucen un imaginario antidemocrático y, aunque cueste decirlo, de sesgo autoritario.

El problema es la identidad de los flamantes “gorilas kirchneristas”. Excepto el caso de un cantante rosarino de estampa desgarbada y discreto desarrollo neuronal, los impugnadores de la vox populi porteña son intelectuales de fuste como: Horacio González y Ricardo Forster; periodistas con trayectoria, tal el caso de Sandra Russo y Alberto Dearriba; y hasta un funcionario de cúpula como el Jefe del Gabinete Nacional.

Es curioso que, contrastando con estas explosiones fóbicas, el Licenciado Filmus, rival de Macri en la emergencia, viene mostrando una encomiable entereza ante una derrota de magnitud inesperada, así como una actitud mesurada cuando alude al resultado de la elección. Sería lamentable que una conducta honesta y equilibrada como la de Filmus, fuera perjudicada -con vistas al balotaje- por los denuestos contra los porteños de quiénes dicen respaldarlo.


Dos aclaraciones finales, quizás superfluas:

• El domingo por la noche no bailé las cumbias de Gilda ni tiré globitos.
• Tengo respeto intelectual por el Licenciado Filmus y el Dr. Tomada. En este último caso también estima personal.

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