Por Eduardo Zamorano
Abogado
Master en Inteligencia estratégica por la Univ. Nac. de La Plata.
Columnista de Construcción Plural, el programa de Fernando Mauri.
La lectura de un diario genera, en ciertas ocasiones, no pocas perplejidades.
Así el ejemplar de La Nación del día 8 de noviembre del corriente contiene tres noticias que, aunque muy diversas en su temática, presentan situaciones paradojales.
Utilizo la palabra “paradojas” en su acepción antinómica; es decir, como situaciones que, aún aplicando los modos aceptados de razonamiento, alcanzan un resultado contradictorio.
Estos sucesos ambivalentes se verifican en ámbitos y con protagonistas disímiles.
Veamos los tres ejemplos a que me refiero.
REALISMO MAGICO
Nicaragua y Guatemala son dos países con notorias similitudes: históricas, geográficas, poblacionales, étnicas, religiosas, vulnerabilidad económico-social, y formas de gobierno, entre otras.
El pasado fin de semana hubo elecciones presidenciales en ambas repúblicas centroamericanas.
Los resultados sorprenden.
En Nicaragua fue reelecto el actual presidente, Daniel Ortega, sandinista y populista de izquierda, con el 62,6% de los votos.
Este guarismo, de suyo asombroso, causa estupefacción cuando se observa el caudal de votos e ideología de su principal oponente. Se trata del Partido Liberal Independiente (30,9% de votos), el cual -pese a lo que podría inferirse de su nombre- también es populista y registra en su seno tendencias izquierdizantes dado que su porción mayoritaria la componen sandinistas disidentes.
Estos datos dan pábulo a pensar que el 93,5% de los votantes nicaragüenses piensan más o menos parecido: populistas y de izquierda.
Situémonos, ahora, en la vecina Guatemala. Allí triunfó el Partido Patriota (53,7% de votos), agrupación de ultraderecha que logró la presidencia para el General Otto Pérez Molina, quién enarbola la bandera de la “mano dura” para enfrentar los problemas del país. Pero busquemos su inmediato perseguidor: el Movimiento Líder, ubicado en la derecha liberal, cuyo candidato, el magnate Manuel Baldizón, obtuvo el 46% de los sufragios.
Lo expresado supone que la sociedad guatemalteca se sitúa en una postura de derechas.
¿Cómo explicar que dos pueblos, culturalmente semejantes, en una misma época y contexto internacional, puedan sustentar posiciones políticas tan antagónicas?
Raro…..¿o no?
MEDIA CUCHARA Y EL GATO
Las secuelas de la represión ilegal perpetrada por la Dictadura del “Proceso” presentan algunos casos de compleja comprensión.
El Secretario General de la Unión Obrera de la Construcción-UOCRA, Gerardo Alberto Martínez (apodado “Media Cuchara”), fue denunciado por la CTA, el Sindicato de Trabajadores de la Construcción y Afines (entidad simplemente inscripta), y numerosos Organismos de Derechos Humanos enrostrándole haber pertenecido al tenebroso Batallón 601 de Inteligencia Militar desde 1981 hasta 1983.
El fundamento de la denuncia es que Martínez figura con sus datos personales (incluyendo su DNI Nro.11.934.882) en la nómina de personal civil de inteligencia del Ejército (“PCI”, en la jerga de ese ambiente), publicada por un organismo oficial: el Archivo General de la Memoria.
Los denunciantes aducen que el sindicalista pudo haber sido cómplice en el delito de desaparición forzada de 1500 integrantes del gremio de la Construcción, ocurrida en aquel período siniestro de nuestra historia.
Edgardo “El Gato” Andrada, ex arquero de Rosario Central (famoso porque el inolvidable Pelé le marcó su gol número mil), está próximo a ser indagado por integrar, presuntamente, un organismo de inteligencia policial que operó en la zona de Rosario, y al cual se atribuye haber ultimado a los cuadros montoneros: Cambiasso y Pereyra Rossi, en el bar “Magnum” en mayo de 1983.
No puede negarse el parecido de ambos episodios. Empero, la sociedad y las autoridades gubernamentales no dispensan igual trato a ambos sospechosos.
Así Media Cuchara Martínez sigue al frente de su Gremio, y fue conspicuo acompañante de la Presidenta Cristina Fernández en la reciente cumbre del G-20, en tanto que El Gato Andrada fue echado en malos términos de su modesto cargo de entrenador de las inferiores de Rosario Central.
PIQUETERO DISCRIMINADO
Raúl Castells es un personaje pintoresco y dotado de un especial histrionismo.
En las recientes elecciones del 23 de octubre ocupó el tercer lugar en la lista de candidatos a diputados nacionales referenciada con Alberto Rodríguez Saa (Provincia de Buenos Aires).
La intención primitiva fue colocarlo en segundo lugar, pero debió cumplirse con la ley 24.012 (denominada de “Cupo Femenino”), razón por la cual se intercaló a una seguidora de Castells, la Sra. Ramona Pucheta.
Los votos cosechados alcanzaron sólo para dos puestos. Ramona ofreció de inmediato renunciar a su candidatura para dar paso a su líder, y en cumplimiento de lo acordado previamente.
Sin embargo, la intentona motivó la enérgica protesta de un grupo de diputadas de diversas y hasta antagónicas posturas políticas, oponiéndose al ingreso de Castells a la Cámara, levantando una consigna común: “JAMÁS ENTREGAREMOS NUESTRO CUPO”.
Hasta la mismísima Primera Magistrada terció en la polémica y, haciendo mérito de su condición de abogada, apostrofó como “ilegal” la maniobra pergeñada por el barbado piquetero.
Este escriba coincide formalmente con su Presidenta y colega en la tacha de antijuricidad del objetivo de Castells. Ello no obstante, deja que su memoria se remonte al año 2009; recuerda, entonces, que la lista bonaerense de diputados nacionales por el Frente para la Victoria tenía como figuras estelares, siguiendo el orden de prelación, a Néstor Kirchner, Daniel Scioli, Nacha Guevara, y Sergio Massa.
Naturalmente todos fueron electos pero -excepto Kirchner- los tres restantes renunciaron a sus candidaturas aduciendo su carácter meramente “testimonial” (¿?).
Castells pretende transgredir una norma reglamentaria de dudosa constitucionalidad (el artículo 7 del Decreto 1246 estipula que en el supuesto de muerte, renuncia, etc. de una candidata la reemplazará la candidata mujer que siga en el orden de la lista).
Por el contrario, es cierto que, en 2009, Scioli y compañía no violaron ninguna norma positiva con el artilugio de los candidatos testimoniales (el artículo 19 de la Constitución Nacional sienta el principio de que aquéllo que no está prohibido está permitido).
Ahora bien, cualquier estudiante de abogacía conoce la diferencia entre legalidad y legitimidad. Una norma puede ser legal (por ejemplo: las novedosas resoluciones cambiarias) pero no legítima (la mayoría de la población las rechaza). A la inversa una situación puede concitar un extendido apoyo de la ciudadanía lo cual la convierte en legítima (vrcia: el 82% móvil para los jubilados) y sin embargo no alcanzar estatus legal.
A riesgo de equivocarme, estoy seguro que la mayoría de los argentinos vería con buenos ojos, más allá de ideologías, que un luchador social, humilde y perseverante, como Castells ingresara al Congreso (legitimidad) aunque su legalidad sea controversial; y también creo que, en su momento, una porción significativa de compatriotas se sintió burlada con las “candidaturas testimoniales” (ilegitimidad) pese a no salir de la legalidad.
¿Por qué no medir con la misma vara las dos situaciones?
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