miércoles, julio 11, 2012

El menú fijo suele cansar…

Por Bernardo Poblet - Escritor / ciudadano de a pie


Aunque los platos sean delicados, sabrosos y bien preparados, aunque el ámbito sea cálido, la repetición de lo mismo puede aburrir y un día cualquiera, surge la necesidad de cambiar por otro restaurante, para probar, para variar. Nos pasa a todos, a menudo.

Si, además, se deteriora la calidad de los productos o se nota que el cocinero que le dio el estilo original ya no está, el deseo se hace más intenso.

La presidenta Cristina Kirchner abusa del menú fijo: habilidad discursiva, elogio de la gestión propia hasta límites épicos, descalificación de los que no piensan “como yo”, distorsión estadística y conceptual en un marco de monólogo con extras aplaudiendo. La realidad imaginada se desdibuja.

El ciudadano común, confuso, secuestrado por la agenda que otros imponen, parece condenado a opinar, día a día, de lo que el gobierno o los medios pugnan por imponer.


¿Qué hacer para que se debata y se incorpore en la agenda prioritaria de decisiones los temas vitales para vivir en democracia con república? Einstein, creo, fue el que dijo que la vida es peligrosa, no por los que practican el mal, sino por los que se quedan sentados a ver que pasa. Hay que insistir, a lo Catón, con la gotita de agua, aunque seria mejor, visto los tiempos por venir, con una hidrolavadora.


Mientras se gasta energía, tiempo y dinero de los contribuyentes en rencillas de pago chico y en reacciones que parecen surgir del espejito de la Reina “¿Dime… quién es más popular que yo?” y se distribuyen manzanas envenenadas para quienes, en realidad, ya están dormidos ¿Pueden poner a trabajar equipos profesionales que sepan hacer para generar alternativas de acción? con objetivos y metas, con planes concretos, explicitando que hacer, como, con quién, cuándo, con qué recursos. ¿Alguien se podría ocupar en serio de alguno de estos problemas más allá del horizonte de la semana de viene?

Desde lo central: la inflación, sus causas objetivas desde la inversión insuficiente hasta la sobredimensión de la emisión de dinero y el gasto improductivo, la desconfianza que se genera, las expectativas que la realimentan y sus secuelas inevitables de pobreza, pulverización del ahorro, distorsión de precios relativos y cruel impuesto regresivo. La inflación no es el dulce de leche, no es un invento argentino, en el mundo se la conoce y se le teme porque se sabe cual es su capacidad de daño.


La delincuencia mejicanizada, la violencia criminal de pibes y adolescentes, el garantismo creciente para los que delinquen, la indiferencia frente al derecho a la seguridad del ciudadano común. La revisión del sistema global: legislación, prevención, recuperación, penalización. Fuerzas de seguridad entrenadas para matar y no para contener y disuadir, desnaturalizada por su dependencia de la política y la droga y la humillación para los que aún resisten – gente responsable que seguramente hay en la institución- por parte de quienes la dirigen desde lo político.


El crecimiento estructural de la droga a través de laboratorios, carteles instalados, orfandad del estado (desde las fronteras no radarizadas hasta los centros de consumo) y la absoluta tolerancia del poder con los mecanismos de lavado de dinero que sirven tanto a la droga como a la corrupción, y esto le da derecho al ciudadano común a pensar que suena a complicidad.


La educación oficial en retroceso con la sindicalización reinvindicativa pura en los ámbitos educativos, con ejemplos de desprecio por el cumplimiento de la ley de muchos maestros, profesores, alumnos y padres; desactualización de lo conceptual y suplantación por lo ideológico (apología a la toma de calles, por ejemplo); altísimo ausentismo docente en las provincias –más del veinticinco por ciento según estadísticas del Ministerio de la Nación- pérdida de posición en la evaluación de las mejores universidades del continente (la UBA dejó de ser una de las diez mejores en Latinoamérica, porque perdió nivel o porque mejoraron las otras)


La corrupción estructural con la temerosa justicia pasiva por acción o por dilación con entramados para garantizar impunidad (Consejo de la Magistratura, fiscales, jueces subrogantes, un juez que concentra todos los casos resonantes que afectan a miembros del gobierno, decenas de causas cajoneadas) Organizaciones sociales coptadas como fuerzas para manejar la calle y convertidas algunas de ellas en grupos empresarios lejos de sus objetivos de origen. Millones de dólares en subsidios de todo tipo manejados discrecionalmente por funcionarios y punteros que no responden ante ningún organismo de control que establece la constitución (los han hecho inoperantes)

También es corrupción la tolerancia de la sociedad frente a la evidencia de mentiras –no afecta al que está en el poder- ciudadanos anestesiados que parecen entrampados en un pacto: permiso implícito para robar en lo personal y desde y con el estado a cambio de que me permitan trabajar o consumir. Indiferencia frente a los claros ejemplos de instituciones que se han desarticulado para que no funcionen tales como: el control cruzado de los poderes; los organismos de control del estado que no controlan a los que gobiernan el estado; la información pública del uso de los recursos; la mentira oficial de los números de la economía que deforman los logros y desconocen los problemas.



La presencia dominante de las corporaciones mafiosas en el sindicalismo (eso sí, estamos en la renovación, que implica cambiar una familia encumbrada y hoy en desgracia, por otra poderosa familia tradicional), grupos empresarios y organizaciones de la calle sostenidas por el poder político con subsidios millonarios -hasta en el futbol- . Evidentes cotos de caza en las empresas estatizadas con millonarias pérdidas y contratistas enriqueciéndose mientras se declama lo contrario. Empresas de juego y de servicios impuestas a los municipios para obra pública sin auditorias de precios competitivos.

La indiferencia ciudadana y de los políticos -sin limitaciones de tendencias- frente a los temas que están hipotecando el potencial de desarrollo del país, tales como la ausencia de planes energéticos –la difusa confiscación de YPF no está enmarcada en una política definida y explicitada con los recursos para implementarla- el consumo de las reservas suplantadas por costosísimas importaciones sin futuro, subsidios estructurales durante la última década que desalienta cualquier inversión genuina con la enorme distorsión de los precios relativos. La estructura impositiva, asfixiante y retrógrada. La distribución federal de los recursos del estado. La estructura de caminos y redes ferroviarias que se están deteriorando a ojos vista.


Escuchamos hablar de cambios culturales ¡bienvenidos! Pero el problema no está en el manoseado dólar y el anémico peso, el cambio cultural –un empresa ciclópea de estadistas- debe ser recuperar -los ciudadanos y quienes nos gobiernan- el irrestricto respeto por la ley.

Bueno, si llegó hasta aquí es un verdadero esfuerzo: agobia. Pero en realidad a todo esto –que es por cierto incompleto- deberían agregarse los logros del gobierno –que los tiene- pero que la poderosa cadena de propaganda se encarga de difundir y potenciar así que, como ciudadano de a pie, aquí, me importaría que se hable de lo que no se habla, al menos con el suficiente énfasis. De todas maneras, lo expuesto como botón de muestra, es una buena noticia que debería entusiasmar a los políticos que están en funciones y a los que se postulan para conducir el país porque ¡hay muchísimo para construir! ¡Hay oportunidades para que apliquen su capacidad, su experiencia, su pasión y su patriotismo! ¡Es para lucirse!!!...


Hee!! ¡De la casa!.. ¿Hay alguien ahí? …

Me parece que nos dejaron solos…

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