viernes, julio 05, 2013

¿Los primeros Guillermo Moreno de la historia?

Por el Ingeniero Israel Lotersztain - ex director de Investigaciones del INTI).

Columnista de CONSTRUCCION PLURAL. el programa de F. Mauri en Radio Cultura.


Al caer el imperio sumerio hacia fines del tercer milenio AC se crearon en el sur del actual Irak un conjunto de reinos
independientes, entre el 2050 AC y el 1800 AC, época en que Hammurabi volvió a unificar Babilonia. El período es muy interesante en lo económico, ya que los arqueólogos han encontrado numerosos elementos
sobre los precios de los diferentes productos, pero se trata de precios de características muy especiales. Aclaremos previamente que la moneda más común era un siclo de plata (aproximadamente 10 gra
mos
de ese metal), el gur era una unidad de volumen equivalente a 300 decímetros cúbicos (o litros), la mina una unidad de peso equivalente a unos 600 gramos. Los historiadores hablan de tres tipos de precios.

Precios propagandísticos. Se encuentran en numerosos monumentos en el que los reyes se hacen a si mismos entusiastas panegíricos. Un ejemplo típico de los tantos que podríamos relatar es el de Sin-kashid, rey de
Uruk, quien reinó entre el 1865 y el 1833 AC. En su estatua manda escribir como elogio fundamental: “Durante mi reinado, con un siclo de plata, se compran 3 gur de cebada, o 12 minas de lana, o diez minas de
cobre, o (un décimo) de gur de aceite de sésamo. ¡Mis años son años de abundancia!”  Sin-Iddinam, rey de la vecina Larsa y que reinara entre 1859 y 1843 AC nos informa el mismo precio para el aceite de sésamo
pero para la cebada sostiene que se podían adquirir 1200 decímetros cúbicos contra 900 que daba el rey de Uruk. También sostiene que en su reino con un siclo se podían adquirir 15 minas de lana contra las doce
del otro. Shamshi-Adad, su predecesor en el trono, da precios bastante más altos para la cebada, el doble que los del rey de Uruk, pero siguen siendo excelentes para el aceite y la lana.

Precios administrados. Los hallazgos de los arqueólogos de numerosos contratos entre partes les permiten asegurar que los precios anteriores que daban los reyes eran totalmente ilusorios. Pero lo interesante es otra categoría de precios, que figuran en varios códigos legales, precios mucho más realistas como veremos, y que
denominan “precios administrados”. Para ese entonces los códigos establecen generalmente que por un siclo se debe poder adquirir un gur de cebada (o sea un precio tres veces más caro de lo que proclamaba Sin-kashid y cuatro veces más caro que el de Iddinam). El aceite de sésamo es también tres veces más caro, y la lana se fijaba generalmente en el doble.

¿Eran precios máximos? Claramente no, sostienen los historiadores, ya que en ese caso y de acuerdo al sistema judicial de entonces se hubiera fijado la pena por transgredirlos, y no hay indicio alguno en
ningún documento encontrado hasta la fecha de que ello ocurriera. Más vale parecen implicar una especie de precios indicativos, que solían incluso ubicarse en algún lugar central en los mercados (en el antiguo
sentido físico de la palabra) para orientar las transacciones. De ellos el historiador M. Liverani, el gran referente en historia del Cercano Oriente, afirma: “No se trata de precios nuevos o más favorables, como tampoco de precios máximos y mínimos, sino simplemente de lo que se consideraba precios razonables, precios
además estables, que si bien a nosotros nos parece utópico el intentar establecerlos, sin duda influyeron en las transacciones económicas y tenían una importancia cada vez mayor, dado que más y más gente
dependía del mercado para asegurarse su alimentación y vestimenta, al no producirla ella misma.”

Precios reales. Surgen de los contratos entre partes y otra
documentación, y curiosamente son muy parecidos a los precios administrados, a veces hasta un 20 a 30% más caros o en esos porcentajes más baratos, con las oscilaciones bastante lógicas en productos agrícolas. Solo al tan renombrado Hammurabi (su Código se
considera un antecedente fundamental del bíblico) la inflación parece habérsele escapado de las manos, y en su reinado por un siclo de plata solo podía adquirirse medio gur de la esencial cebada, y la lana también duplicó su precio. Algún historiador lo atribuye al exceso de
plata que consiguió en sus guerras de conquista, y al volcarla al mercado provocó graves problemas.

Volviendo a los precios propagandísticos y absolutamente irreales con los que comenzamos este análisis Liverani acota: “Este uso utópico y propagandístico que los reyes hacen revela que los mecanismos del
mercado operan y son conocidos. Pero que se piensa además que estos mecanismos son injustos porque pueden alejar al precio de los bienes de un hipotético precio justo, heredero del antiguo sistema de la
época casi tribal en que el mismo era fijado arbitrariamente por el Rey. Pero no existen datos de que el Rey ahora haya intervenido directamente, con acciones preventivas o punitivas, y por ello podemos suponer que aceptaba que todo lo que podía hacer era enunciar lo que
hipotéticamente era deseable pero le era imposible avanzar más allá”.   

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