El paro ya es historia. Fue
contundente, y sorprendió a partir del alto acatamiento en el sistema de
transporte - ya sea trenes, colectivos y subtes-
que superó incluso las
expectativas previas.
Asimismo, constituyó un claro
mensaje al que el Gobierno de CFK más allá de lo que diga en público, no podrá
hacer oídos sordos.
Indudablemente la
recomposición de relaciones de Moyano con los gremios ferroviarios y
de colectiveros resultó medular a la hora del rotundo
éxito de la medida de fuerza, si se repara en que cuando el camionero
rompió lanzas en su alianza por conveniencia mutua con el kirchnerismo no
contaba con estos dos sectores, vitales para paralizar el
país.
Discutir acerca de la real
voluntad de los trabajadores de adherirse a la protesta o por el contrario
trabajar normalmente a esta altura es intrascendente, políticamente
hablando. El grado de éxito de un paro general se mide en Argentina desde
hace años por el poder de paralizar el transporte, y no se lee desde la voluntad
o no de un cese de tareas del ciudadano de a pie.
El paro fue impactante,
y excede la poco representatividad, escasa seriedad y menos aún
transparencia de Luis Barrionuevo y de Hugo Moyano, hasta no hace tanto socio
política de primera línea de Néstor y Cristina
Kirchner.
Hábil y conservadoramente,
Moyano decidió guardarse para una próxima ocasión la
carta de la movilización a Plaza de Mayo, seguramente influenciado por su último
exiguo acto de hace más de un
año.
Resultaron muy pobres las
argumentaciones acusatorias del jefe de Gabinete Jorge Capitanich, en el sentido
de que se trató de una medida política, “antidemocrática”, de un gran
piquete nacional con paro de transporte y que a la vez buscaba favorecer
la candidatura de quien lidera tranquilo las encuestas para las presidenciales
del 2015, Sergio Massa.
Todo paro es político, qué
duda cabe... y si la influencia de
Massa fuera
cierta, el poder del ex intendente de Tigre resulta enorme y debería
sobrestimarse por lo tanto su figura. A decir
verdad, el
Gobierno no cree que Massa haya digitado a Moyano, Barrionuevo,
Pablo Micelli y la izquierda, es más bien más fulbito para la
tribuna.
Ahora, que un sector
se erija en el dueño de la democracia ya de por sí es un relato más preocupante.
Seguramente
sería más provechoso como estrategia
poner en discusión la cohesión futura de este matrimonio
forzado entre distintos actores, donde la izquierda repudia a Moyano, Micelli
censura a Barrionuevo, etc etc.
Renglón aparte, el
acompañamiento de impresentables como Eduardo Buzzi de la Federación Agraria,
siempre tan volátil en sus elecciones.
Adquiere
mayor legitimidad en todo caso la agenda de reclamos
expuesta (ajuste, inflación y su consiguiente pérdida del salario real estimada
en 5% para todo 2014, impuesto a las Ganancias, inseguridad, situación de los
jubilados, etc etc.) aunque puede haber seguramente otros que se trata de
mantener secundarizados o hasta ocultos (los fondos de las obras sociales que el
Gobierno retiene y no liquida a los gremios, algunos cuantifican esa deuda en
más de 20 mil
millones de pesos).
Desde el
oficialismo se alega que existen paritarias libres, cuando eso es desde lo
formal, ya que en la práctica como nunca en estos últimos 10 largos años se
presiona desde el Ejecutivo a empresarios y sindicatos a cerrar no más allá del
25% buscando imponer un virtual techo en las negociaciones.
Sin duda
merece ser censurada la puesta en práctica de piquetes -se
calcularon una media centena en al menos una decena de provincias- por parte de
agrupaciones de izquierda, cuyo poder reside precisamente en la
movilización, en el juego de poner gente en la calle. Ahora, el mismo
Gobierno “Nacional & Popular” que se cansado de alentar cortes de rutas o
calles difícilmente esté en condiciones de criticar este accionar, que de todos
modos es repudiable porque impide la libre circulación de alternativas de
transporte (autos particulares, taxis, combis, etc). Debe contextualizarse que
para esta izquierda que Moyano decidiera no movilizar a un gran acto de cierre
obró como casi un sacrilegio.
No es un dato menor el aporte
de la izquierda que va registrando últimamente un crecimiento lento
pero firme en distintos sindicatos, ramas y seccionales, seguramente en función
de su coherencia y honestidad lejana a acuerdos espurios bajo la mesa con la
dirigencia empresaria a la que son tan afectos algunos caciques gremiales.
Sin dudas,
entre los grandes derrotados de la jornada de ayer están los Caló y los
Yasky, líderes de vectores de representación sindical
oficialistas.
Para la anécdota, resultó
casi enternecedor observar la desesperación del metrodelegado enrolado en las filas neo
K, Néstor Segovia, quejándose por el no funcionamiento de los subtes, cuando se ha cansado de liderar paros salvajes que afectaron a los usuarios, y
que alcanzaron su cenit en aquella huelga por tiempo indeterminado de
agosto de 2013.
Aquella vez, los subtes no circularon 10 jornadas
seguidas.
Ahora, ¿cómo sigue la
historia? ¿Moyano pondrá el pie en el freno por un tiempo o acelerará
rápidamente como presionan desde Barrionuevo a la izquierda combativa, en
pos de un paro de 36 hs y una movilización a Plaza de Mayo? El camionero
seguramente avanzará, pero lo hará cautelosamente, “todo en
su medida y
armoniosamente”.
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