Por Eduardo Zamorano
Abogado - Master en Inteligencia estratégica
por la UNLPColumnista de CONSTRUCCION PLURAL
Durante el reciente Mundial de futbol, los argentinos nos mofamos de los anfitriones con
un estribillo: “BRASIL DECÍME QUE SE SIENTE, TENER EN CASA A TU PAPÁ”. Aún en
su trivialidad, la frase exhibía esa suerte de complejo de superioridad que es
nuestra marca de fábrica ante buena parte del
mundo.
Muchos confunden:
“nacionalismo”; “antimperialismo”; “chauvinismo”; y “patriotismo” como si se
tratara de conceptos idénticos. Dentro de la brevedad de esta nota, me propongo
trazar distingos y marcar diferencias en dicha hojarasca
semántica.
1.- El NACIONALISMO es
una corriente política que, en la Argentina, permeó en 1930 con el golpe del
General Uriburu; marcó el comienzo de una alianza entre el Ejército y la Iglesia
Católica que reinvindicó las tradiciones hispánicas por oposición al liberalismo
de cuño masón de la llamada “Generación del 80” que había construido la
República Oligárquica, aunque, debe reconocerse, consolidó la unidad nacional y
su integridad territorial.
Los nacionalistas, sean
hispanistas o maurrasianos, nunca plasmaron en un partido político cohesionado y
poderoso. Empero, vigorizados por los historiadores e intelectuales
revisionistas, influyeron en vastos sectores del peronismo, movimiento que
marcaría una impronta indeleble en la historia del
país.
Con todo, debe apuntarse
que, dentro del peronismo, el ala nacionalista de derechas compartió cartel con
una vertiente plebeya, obrerista, con fuertes matices laboristas. Empero, ambas
franjas, sin mengüa de sus diferencias, rezumaban
nacionalismo.
2.- A comienzos de la
década de los sesenta, se verificaron acontecimientos que impulsaron una marcada
evolución en los grupos nacionalistas; por una parte, el derrocamiento y
proscripción del peronismo, y por la otra: el influjo arrasador de la Revolución
Cubana. Estos núcleos desarrollaron un fuerte rechazo hacia las políticas de
los EEUU, país, ya imperial, al cual enrostraban ser el causante de nuestro
subdesarrollo y principal respaldo de las dictaduras opresoras de los
pueblos.
Nace, entonces, el
ANTIMPERIALISMO como una forma de nacionalismo radicalizado y
socializante.
3.- Ahora bien,
simultáneamente a las expresiones políticas a las cuales me referí, la sociedad
argentina, por motivos que sería arduo volcar en esta síntesis, internalizó un
sentimiento de superioridad en relación a otras comunidades, en particular
respecto a nuestros países vecinos. Asimismo, se autoconcibió como el paradigma
de la astucia y la sagacidad lo cual desembocó en el mito de “la viveza
criolla”.
La soberbia argentina se
acuñó, originariamente, en las clases acomodadas pero, con el devenir del
tiempo, se expandió a los sectores medios y
humildes.
Esta postura se denomina
CHAUVINISMO y consiste en la creencia narcisista, en ocasiones próxima a la
paranoia, de que lo propio de un país, sociedad, o región es insuperable en
cualquier aspecto.
4.- El PATRIOTISMO es un
sentimiento de identidad y pertenencia a una nación. No es agresivo o
expansionista. Es sano orgullo y no arrogancia. Es respeto por sus símbolos y
reconocimiento ecuánime a los padres fundadores.
Lamentablemente, en la
Argentina de los últimos tiempos -y no me limito al gobierno en funciones-,
este rasgo social se fue perdiendo como consecuencia de las deformaciones y
demagogias que lo malversaron en la percepción de la gente, con el propósito
subalterno de ocultar errores y disimular
mezquindades.-
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