martes, diciembre 09, 2014

Utopía

Por Bernardo Poblet 

Pensador - Especialista en RRHH

Columnista de CONSTRUCCION PLURAL, el programa radial de Fernando Mauri. 


En el planeta tierra tenemos algo así como ciento noventa y cuatro países reconocidos; con cierta solidez  en la en la estructura económica más o menos una treintena y son muy pocos – menos de la mitad-  los que se han aproximado a un equilibrio razonable: una  organización democrática, instituciones sólidas, capacidad económica para lograr estabilidad y poder salir rápidamente de crisis globales, equidad social y desarrollo humano y convivencia política para manejar con madurez conflictos de interés. Nuestra Argentina bicentenaria no ha logrado –no hemos logrado- ni acercarnos a esos proyectos concretos de país. Vivimos aquí y ahora con nuestros recurrentes problemas cotidianos. Sería bueno, de vez en cuando, salir de la aldea, mirar al mundo y comparar que hacen otros que no sabemos o no queremos hacer nosotros. Y aprender.
Necesitamos tener una utopía, un objetivo ideal, un resultado esperado que, sabemos, no será posible lograr en los tiempos deseados, pero marca un norte.  Las metas de corto y mediano plazo deberían ir en esa dirección. Si,  por el contrario, es difuso, la velocidad de los hechos que nos imponen puede hacernos creer que estamos en el rumbo correcto.  Altamente probable que no sea así, hay demasiados y poderosos intereses que trabajan para construir, con perfeccionados medios y recursos, una realidad imaginada. Si el norte está claro, al menos, podremos apreciar los desvíos y no sorprendernos por resultados inesperados como nos ha sucedido tantas veces.
Solemos ignorar lo que suponemos es obvio. Es el caso. ¿Cuántos habitantes queremos vivir en un país mejor? Si, ya sé ¿Qué es mejor? Las visiones distintas –eso es la diversidad-  dependen  de los intereses de cada uno; no es posible –ni deseable- que todos pensemos igual pero sí,  podríamos intentar compartir conceptualmente una utopía:
Vivir en una nación  organizada con las reglas de una república, donde todos, ciudadanos de a pie y funcionarios de cualquier nivel, estemos subordinados a la constitución nacional –que debemos conocer desde la primaria-,  las  instituciones funcionen como garantía de la igualdad de todos ante la ley y  la alternancia constitucional en el poder, como un principio inamovible de la democracia.
Donde la educación pública sea plural, se centre en valores personales de respeto al otro, que consolide la convicción de  ser y ejercitar el rol de ciudadano para que las creencias políticas, religiosas y de cualquier tipo sean  una elección personal y nunca la consecuencia del adoctrinamiento.
Donde la  corrupción –desde la obra pública hasta el narcotráfico- sea valorada por el ciudadano como un delito mayor, la impunidad rechazada y aún cuando los actores puedan eludir a la justicia, sean  condenados por la sociedad.
Con un estado fuerte que pueda instrumentar con eficacia y eficiencia su misión esencial: infraestructura para crecer, vivienda, salud, educación, seguridad –recuperemos el Manual del  alumno- que genere políticas para estimular el esfuerzo productivo de los individuos, con reglas claras y estables, sin agobios burocráticos, con respeto a la libertad de iniciativas.
Donde el empleo público no tenga privilegios, la carrera sea profesional y se estructure con exámenes independientes. Se elimine a la administración del estado como playa de estacionamiento para simular ocupación. Se estimule  la inversión productiva como el más efectivo camino para producir empleos genuinos.
Donde las obligaciones tributarias, pensadas con racionalidad equitativa  se apliquen a todos; el estado informe a la ciudadanía, ineludiblemente,  además de la recaudación, el destino del gasto y la inversión, esté o no en el presupuesto. Se considere delito utilizar fondos públicos para propaganda partidaria.
Se priorice el ahorro para el consumo de lo que cada uno necesita o desea y se desestimule el consumismo como salida para salvarse del deterioro de recurrentes procesos inflacionarios. Se asegure la competencia sana como la mejor herramienta para proteger al consumidor en calidad y precios.
Donde se cumpla que cada necesidad genera un derecho y el ejercicio de un derecho, una obligación. El estado debe asistir a quienes no puedan resolver su subsistencia por sus propios medios, pero generar trabajo genuino  debe ser una meta pasa/no pasa para que cada ciudadano pueda recuperar su derecho a proveer dignamente su sustento, sin dependencias ni favores de nadie.
Dónde se mantenga nuestra individualidad como nación y la defensa de nuestra soberanía como país, integrándonos con el mundo con una política inteligente sin arrogancias  y orgullos vacíos de contenidos. Que nos respeten como sociedad organizada de la misma manera que se reconocen a los argentinos que, desde la ciencia, el arte, el deporte y muchas otras áreas, nos hacen sentir orgullosos.

Una republica se construye. No hay crecimiento sin desarrollo y la prioridad son las personas y la calidad de los que nos conducen. Los que se postulan para hacerlo deberían explicar si comparten estos conceptos y si no es así, que nos propongan otros. El voto decidirá el rumbo. Declamamos siempre y jamás hemos sido capaces de demostrar que una utopía no puede construirse en el lapso de un gobierno, sino con la continuidad en el tiempo de las políticas de estado que deben consensuarse y respetarse por parte de los administradores temporales cualquiera fuere su color político.
Los señores candidatos deben explicar las decisiones que quieren tomar expresadas como metas de corto y mediano plazo  y los ciudadanos no aceptar expresiones genéricas de buenas intenciones. No pedimos un plan detallado -no sería razonable exigirlo en esta etapa-  pero sí, queremos saber qué van a hacer, cómo, con qué recursos, en qué tiempo, con qué prioridades, con qué equipo;  para que podamos evaluar su credibilidad.
 Y, por favor, un programa integral, no a pedacitos, el país funciona como un sistema,  importa como son las relaciones entre las partes, queremos ver el bosque no sólo un árbol por vez.
 Hay que revalorizar la utilidad de una utopía.


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