martes, enero 27, 2015

Auxilio¡


Por Bernardo Poblet - escritor/columnista de Construcción Plural

Las noticias se multiplican implacablemente mostrando una Argentina vacilante, crispada, inestable.
Conspiraciones, traiciones, desidia, escándalos políticos, acusaciones cruzadas, amoralidad, drogadicción creciente, desinformación, delincuentes con derechos, victimas cuestionadas, inusitada violencia verbal. Palabras fuertes que se están convirtiendo en términos habituales. El acostumbramiento es una eficaz herramienta: tiene el efecto de una poderosa anestesia.

Lo sórdido se mixtura con la incredulidad. En algunas instituciones pareciera que la misión esencial  de sus dirigentes es  probar determinada hipótesis pre decidida. La verdad no es protagonista. Que parezca un accidente.

Nos desconciertan hechos inesperados. En un país que se está resignando a enterarse de asesinatos cotidianos, una muerte dudosa nos impacta, nos inspira temor. Un tiro de gracia a la credibilidad agonizante  en las instituciones.

También nos sorprenden situaciones que pudimos prever simplemente recordando, sin embargo, frecuentemente, la memoria se niega a traer al presente hechos que permitirían aprender. No tenemos  archivos sólidos  de la experiencia realmente vivida. Solo registramos lo que confirma nuestras creencias, barremos bajo la alfombra lo que colisiona con ellas.

Por eso, tal vez,  nuestra historia se convierte en una novela de verano.

Hay levedad, mañana otra noticia tapará la que hoy nos conmueve. La noticia es un producto perecedero ¿Para qué hacerse mala sangre? Vivimos al día, la inmediatez nos está colonizando. El desaliento está ahí, esperando.

Gente con carencias pelea para estar en el ring. Cortes, manifestaciones, “las bandera de la lucha por un estado benefactor no será arriada”. Dominar la calle, el conflicto permanente.

Ciudadanos comunes se enojan, proponen, insultan, algunos salen a expresar su bronca con actitud civilizada. La resistencia a estas imágenes marketineras que nos empujan a creer  una realidad imaginada también está presente.

Muchos queremos cambiar esta realidad, pero nos paraliza no saber cómo hacerla operativa, transformarla en un instrumento para  construir. Cómo lograr que esa pretensión no termine una vez más en una “esperanza por la cual vivimos”, una intención con irremediable destino de esfuerzo estéril.

Los que pretenden dirigir el gobierno del estado, votos mediante, proponen continuidad o continuidad con cambios; no faltan quienes insisten repetir las películas que ya vimos, antiguas recetas fracasadas, ideologías usadas nunca taxis o viejas recicladas con nombres nuevos.

Algunos candidatos se posicionan en las encuestas.  Hoy, mañana veremos. Cada uno vale por lo que pase en los últimos metros de la carrera. Están los que pelean para que se hablen de ellos. Y los que desesperan porque no “despegan”.

Otros declaman cambios. Se proponen como personas, muestran su perfil, lo avalan con colores, afiches con slogans y actos festivos.

Cuando buscamos el contenido en esas cuidadas  frases de venta –en todos los protagonistas- no encontramos nada.  No se entiende señores.

Nada, significa que sobreabundan los buenos propósitos, pero no hay planes de qué hacer, como, con qué recursos, con qué medios, con qué equipo, en qué tiempo. Es decir, bajando a tierra, tocando la realidad. Pero no, nos piden fe.  La fe no necesita fundamentos.

Los ciudadanos comunes que intentamos tener un espíritu crítico como filtro mental para interpretar lo que percibimos,  miramos a unos y a otros. No pocas veces confundidos. Los fanatizados no tienen ese problema, tienen decidido desde siempre el club al que apoyaron y apoyarán siempre. No hay espacio para revisar nada.

¿Qué  hacer?

Ciudadanos comunes apelan a Darwin. La adaptación al medio. Flexibilidad mimética. Sobrevivir.

Otros se rebelan. Se esfuerzan por consolidar sus convicciones. Están solos. Algunos esperan.

Mientras tanto, talentosos analistas nos mantienen alertas fundamentando opiniones, detallando teorías que justifican lo que ocurre. Intentando explicar una formidable confusión que nos envuelve como una ameba.

¿Cómo salir?

Estamos con anteojos oscuros, de noche. Dan ganas de pedir socorro.

¿Alguien se animará a aportar ideas sensatas aunque no sean populares?

Audaces pero realistas; posibles de encontrar equipos con las competencias necesarias para instrumentarlas, con contenidos que logren adhesiones activas de la población responsable, que nos movilicen para actuar. Diagnósticos no nos faltan. Acciones sí.

Quienes lo hagan probablemente no serán votados –seguramente la cruda verdad no coincidirá con lo que se espera escuchar-  pero puede ser la semilla para ir armando un futuro posible.

Y, si el milagro de que aparezcan líderes que tengan la convicción de que no hay nada más importante que la obra trascienda al autor, y tengan proyectos auténticamente renovadores,  sería bueno que los medios  los  difundan sistemáticamente como lo hacen con las insulsas noticias que nos abruman. Y nos distraen.    


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