Por Bernardo Poblet - escritor/columnista de Construcción Plural
¿Algunos factores del poder mundial sueñan con una
nueva cruzada?
El contexto es muy distinto. Francisco no es, en absoluto, Urbano II, ni Gregorio VIII o Inocencio III. Sus
palabras predican paz y tolerancia.
Sin embargo, hay situaciones llamativamente
similares.
Alrededor del siglo XI los turcos seléucidas se alinearon con el Islam, se apoderaron del Asia
menor y se propusieron eliminar a sus adversarios religiosos, prohibieron los
peregrinajes católicos y en ese fértil entorno, el odio creció. El Islam
colonizaba territorios.
Hoy, en los medios, aparece todo tipo de información
sobre “la colonización islámica en África y en Europa, además de Asia”.
Parcialidades
cristianas por un lado, parcialidades
islámicas con poder por el otro. No parece que hayan pasado más de ochocientos años.
Los protagonistas, con los vestidos de la modernidad, son los mismos.
Las cruzadas –alrededor de ocho- tuvieron éxitos militares,
rotundos fracasos y retrocesos. La primera ocupó Jerusalén, los vencedores
armaron varios estados feudales y no hay que hacer grandes esfuerzos para
deducir que obtuvieron pingues
ganancias. Los turcos recuperaron la ciudad años después. La tercera terminó
con una tregua con el mítico Saladino. Luego se avanzó sobre Constantinopla y
siguió la saga…
La historia, visto por los católicos y los
islámicos, tienen visiones muy distintas pero una realidad inocultable:
crueldad, masacres en ambos bandos, asesinatos, robos. El crimen de la guerra.
Las motivaciones formales de occidente fueron la
lucha por los ideales cristianos, recuperar los lugares sagrados y, por
añadidura, razones espirituales: la salvación personal por arriesgar su vida. Una
guerra santa. De paso, obtenían
privilegios terrenales no menores, claro.
Es decir, un mix de principios para sostener y
riquezas para obtener.
Hoy, en un entorno convulsionado, emergen objetivos
en pugna, tales como:
·
Desde los prudentes que sostienen el
respeto por las opiniones del otro –religiosas, de la libertad de prensa, de
tradiciones propias- aplicando en todos
los casos de desvíos, la ley, sin restricciones;
·
Hasta los fundamentalistas que quieren parar el avance del islamismo ¿sólo el
extremista? y sostienen que la mejor defensa es el ataque.
¿Dirigentes de algunas potencias estarán organizando
un remedo de una nueva guerra santa? Con la adaptación a estos tiempos modernos,
desde luego, aunque, por lo que se
observa, sumando la tecnología a lo artesanal: técnicas de
marketing, internet para difundir, entrenar y reclutar,
servidores y centros electrónicos como blancos,
misiles y aviones no tripulados para lo masivo, mientras se asesinan personas con explosivos,
bombas humanas y armas convencionales. Todo vale.
Las posiciones se endurecen. Los prudentes no
parecen tener peso específico. Todo empuja a dividir el mundo entre los unos y los otros. Yo soy Charlie
versus yo soy Mahoma..
¿Nos acorralarán a optar en que bando nos alineamos
como única opción posible?
Los cruzados perdieron la guerra, es una evidencia
aunque la historia oficial sea otra, pero el resultado fue que, curiosamente, se
aceleró la decadencia del mundo musulmán. Esperemos no correr el riesgo de que
ocurra el proceso inverso.
Si hablamos de la libertad de prensa ¿Libertad sin
límites o censura? ¿Por qué decisiones opuestas y excluyentes? La única limitación
a la libertad de opinión debiera estar en el individuo que debe tener su propia frontera del sentido ético, el respeto al
derecho del otro, y, porque no, del mal gusto. Y ese filtro debe estar en el
pensamiento de los que escriben o dicen
y en los que leen y escuchan.
Tudorov, un semiólogo europeo, publicaba días
pasados una reflexión: “Los tres o
cuatro millones de franceses que marcharon el domingo pasado para decir que en
esa república no hay espacio para el odio intercomunitario encendieron una luz
de esperanza en el sombrío panorama de ese país. Resta saber qué piensan los
otros cincuenta y siete que los vieron por televisión.”
En esta espiral perversa en la que parecemos entrar
¿Qué postura tomarán las mayorías?
“Los hombres no aprendemos de la historia” La
realidad parece afirmar esta opinión. La guerra en las que los unos sienten que necesitan
destruir a los otros para mantener –o
imponer- su modelo de vida, no tiene
salida. Es una trampa en la que las civilizaciones hemos sido empujados una y
otra vez. Triste.
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