martes, enero 20, 2015

Yo soy Charlie / yo soy Mahoma.

Por Bernardo Poblet - escritor/columnista de Construcción Plural 


¿Algunos factores del poder mundial sueñan con una nueva cruzada?

El contexto es muy distinto.  Francisco no es, en absoluto, Urbano II,  ni Gregorio VIII o Inocencio III. Sus palabras predican paz y tolerancia.

Sin embargo, hay situaciones llamativamente similares.

Alrededor del siglo XI  los turcos seléucidas  se alinearon con el Islam, se apoderaron del Asia menor y se propusieron eliminar a sus adversarios religiosos, prohibieron los peregrinajes católicos y en ese fértil entorno, el odio creció. El Islam colonizaba territorios.

Hoy, en los medios, aparece todo tipo de información sobre “la colonización islámica en África y en Europa, además de Asia”.  

Parcialidades cristianas por un lado,  parcialidades islámicas con poder  por el otro.  No parece que hayan pasado más de ochocientos años. Los protagonistas, con los vestidos de la modernidad,  son los mismos.

Las cruzadas –alrededor de ocho- tuvieron éxitos militares, rotundos fracasos y retrocesos. La primera ocupó Jerusalén, los vencedores armaron varios estados feudales y no hay que hacer grandes esfuerzos para deducir que obtuvieron  pingues ganancias. Los turcos recuperaron la ciudad años después. La tercera terminó con una tregua con el mítico Saladino. Luego se avanzó sobre Constantinopla y siguió la saga…

La historia, visto por los católicos y los islámicos, tienen visiones muy distintas pero una realidad inocultable: crueldad, masacres en ambos bandos, asesinatos, robos. El crimen de la guerra.

Las motivaciones formales de occidente fueron la lucha por los ideales cristianos, recuperar los lugares sagrados y, por añadidura, razones espirituales: la salvación personal por arriesgar su vida. Una guerra santa. De paso, obtenían privilegios terrenales no menores, claro.

Es decir, un mix de principios para sostener y riquezas para obtener.

Hoy, en un entorno convulsionado, emergen objetivos en pugna, tales como:

·         Desde los prudentes que sostienen el respeto por las opiniones del otro –religiosas, de la libertad de prensa, de tradiciones propias-  aplicando en todos los casos de desvíos,  la ley, sin restricciones; 

·         Hasta los fundamentalistas que quieren parar el avance del islamismo ¿sólo el extremista? y  sostienen que la mejor defensa es el ataque.

¿Dirigentes de algunas potencias estarán organizando un remedo de una nueva  guerra santa?  Con la adaptación a estos tiempos modernos, desde luego,  aunque, por lo que se observa,  sumando  la tecnología a lo artesanal: técnicas de marketing,  internet  para difundir, entrenar y reclutar, servidores y centros electrónicos como blancos,  misiles y aviones no tripulados para lo masivo,  mientras se asesinan personas con explosivos, bombas humanas y armas convencionales. Todo vale.

Las posiciones se endurecen. Los prudentes no parecen tener peso específico. Todo empuja a dividir el mundo  entre los unos y los otros. Yo soy Charlie versus yo soy Mahoma..

¿Nos acorralarán a optar en que bando nos alineamos como única opción posible?

Los cruzados perdieron la guerra, es una evidencia aunque la historia oficial sea otra,  pero el resultado fue que, curiosamente, se aceleró la decadencia del mundo musulmán. Esperemos no correr el riesgo de que ocurra el proceso inverso.

Si hablamos de la libertad de prensa ¿Libertad sin límites o censura? ¿Por qué decisiones opuestas y excluyentes? La única limitación a la libertad de opinión debiera estar en el individuo que debe  tener su propia  frontera del sentido ético, el respeto al derecho del otro, y, porque no, del mal gusto. Y ese filtro debe estar en el pensamiento de los que  escriben o dicen y en los que leen y escuchan.

Tudorov, un semiólogo europeo, publicaba días pasados una reflexión: “Los tres o cuatro millones de franceses que marcharon el domingo pasado para decir que en esa república no hay espacio para el odio intercomunitario encendieron una luz de esperanza en el sombrío panorama de ese país. Resta saber qué piensan los otros cincuenta y siete que los vieron por televisión.”

En esta espiral perversa en la que parecemos entrar ¿Qué postura tomarán las  mayorías?
“Los hombres no aprendemos de la historia” La realidad parece afirmar esta opinión. La guerra en las que los unos sienten que necesitan destruir a los  otros para mantener –o imponer- su modelo de vida,  no tiene salida. Es una trampa en la que las civilizaciones hemos sido empujados una y otra vez. Triste.



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