Por Bernardo Poblet - ensayista/columnista de Construcción Plural
Todos los gobiernos producen hechos que terminan impactando en la vida cotidiana de los ciudadanos. Algunos los evalúan como buenos, otros como decididamente malos y siempre estarán los indiferentes haciendo su aporte a la estadística. El insoluble problema es como apreciamos que es bueno y que no lo es y por qué.
Todos los gobiernos producen hechos que terminan impactando en la vida cotidiana de los ciudadanos. Algunos los evalúan como buenos, otros como decididamente malos y siempre estarán los indiferentes haciendo su aporte a la estadística. El insoluble problema es como apreciamos que es bueno y que no lo es y por qué.
Los
intereses,
afirmarán los que sostienen que el bolsillo es el órgano más sensible del
humano. Y tienen razón, pero es una parte de la verdad.
Las
circunstancias.
El clima social, el humor de la gente, las expectativas de lo que viene, el
optimismo o el escepticismo influyen fuertemente en la percepción de la
realidad. Los que afirman esto tienen razón, pero es una parte de la
verdad.
Otros
sostienen que todo tiene que ver con las actitudes personales, ese filtro
a través del cual interpretamos. Filtro construido con nuestras experiencias,
nuestros conocimientos, nuestras creencias. Cada uno ve cosas distintas del
mismo hecho objetivo. Lo importante dice una vieja sabiduría no es lo que pasa
sino como vivimos lo que pasa. Tienen razón, pero es una parte de la
verdad.
Popper,
filósofo y matemático, cuando se le preguntaba si la verdad existe decía que
si, “que existe, pero cada uno tiene una parte de la verdad. Tal vez
debatiendo, conversando, analizando, podamos entre todos, acercarnos a la
verdad”
La
racionalidad diría: nada es todo bueno o todo malo, hay que sumar y restar para
ver el resultado final de la suma algebraica: ¿da positivo o negativo? Parece
una aritmética sencilla, pero la gran piedra es la ponderación de los hechos, no
hay cuenta que cierre si un factor para mí es de una importancia relevante,
digamos valor cien, y el mismo hecho para el prójimo es indiferente, digamos
cero.
Nos
aferramos a los factores que adherimos, desconocemos lo que no valoramos y esto
nos ha llevado y nos sigue llevando a discusiones furiosas, a confrontaciones
desgastantes, a un derroche de energía inútil y a esta saga histórica de la que
no podemos salir: somos rosistas o anti rosistas, peronistas o antiperonistas,
kichneristas o anti kichneristas, entre docenas de
situaciones.
Si
uno pregunta ¿por qué sos pro mengano o anti zutano? Las respuestas promedio
pueden ser difusas, suelen ser difusas. A veces mencionan algunas cosas, otras
sólo una en la que fundamentan su apoyo. Sé es apasionadamente rosista porque el
Restaurador defendió a sangre y fuego la unidad de la nación y su defensa ante
el invasor. Se es furiosamente antirosista porque repugna la violencia
mazorquera y el desprecio a las instituciones. Se es peronista -no pocas veces
adhesión heredada- porque el líder protegió al obrero y se ocupó de los
humildes. Se es antiperonista porque se resiste el discurso único, el
adoctrinamiento en las escuelas o la incitación a la violencia. Se es
kirchnerista con pasión fanática, porque se aprecia las leyes de igualdad para
las minorías, la continuación de los juicios a los represores o la vuelta al
consumo. Se es antikirchnerista con bronca porque se resiste la impunidad de una
corrupción potenciada, el mal trato de un gobierno de una sola persona o,
algunos, porque terminaron de desarmar las instituciones. todos meros ejemplos
incompletos, desde luego.
Todavía
se escucha por ahí: Los militares construían autopistas, o con ellos había
seguridad,…o mirando Latinoamérica: en Cuba la salud y la alfabetización son de
excelencia, o, en Venezuela Chavez les dio comida y salud a la gente, y
comentarios en esa dirección. Todo es verdad, pero una parte de la verdad.
¿Una
nación es eso? ¿Un pedacito?
Parecería
que a pocos les importa evaluar los procesos, esto es, como se hacen las
cosas, con qué métodos, con que límites, mirando al país como una unidad,
abarcando trescientos sesenta grados de visión y no desde el ojo de una
cerradura.
¿Existirá
un inteligente punto de encuentro? Si, claro que sí, ya lo encontraron en países
que han aprendido bastante más que nosotros y les va mejor, con todos los
problemas de un mundo conflictivo: el cacareado, declamado, anunciado y jamás
implementado compromiso de políticas de estado que trasciendan a los
gobiernos.
¿Por
qué no se concretan? Porque también en esos temas claves estamos divididos.
Para
algunos esas políticas permanentes deben respetar a rajatabla el filtro de la
también declamada, y modificada a medida, constitución nacional:
la protección de las libertades individuales, la justicia como reaseguro,
las instituciones que regulan el poder, la seguridad de las personas y de la
propiedad privada como sustento de las acciones para lograr un deseado
desarrollo económico con distribución equitativa…Para otros, las prioridades
pasan por otro lado: el control estatal de la economía, la concentración del
poder en la cúpula, la versión asambleísta abajo, la defensa de lo colectivo
sobre lo individual. En no pocos casos, la convicción de que las reglas de la
democracia y de la república conspiran para lograr lo que se
busca…
Para
que un país organizado logre ser administrado con eficacia debe construir una
cultura de convivencia y de instituciones que funcionen como un sistema.
En un sistema lo primordial es la interrelación armónica entre todas
las partes. –el cuerpo humano es un ejemplo clásico; cada órgano es clave pero
cualquiera que funcione a la perfección, solo, no asegura, en absoluto
que el organismo funcione bien.
Nos
empeñamos en discutir sobre fragmentos, insistiendo obsesivamente en buscar
datos que confirmen lo que pensamos y negar sistemáticamente lo que nos
contradiga.
Una
parte importante de la ciudadanía pareciera adherir a este modelo de
pensamiento. ¿Estamos anestesiados?
No, estamos engüalichados, dirían en el campo, porque nos sorprendemos, una y
otra vez, por cosas que, analizando la realidad, podrían ser previsibles.
Parece, por ponerle algo de humor, una fatalidad histórica. Nos pasamos la vida
haciendo predicciones con posterioridad a los acontecimientos, vaticinia ex
evento, para decirlo en fino
aunque
a mi, con todo respeto, me gusta la definición de Fontanarrosa que hace decir a
Don Inodoro: “Fatalismo
es la predicción de hechos que ya han ocurrido. Pasa algo y uste dice: estaba
escrito. Eso es fatalismo”.
Cualquier
parecido con la realidad...
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