Por el Edgardo Carranza
Columnista de Cnstrucción Plural
En la
oscuridad de la noche el camión llega al parque trasero de la Casa Rosada, le
cargan parte del desmantelado monumento al Inmigrante (Monumento a Colón donado
por la Comunidad Italiana en 1910) y tapados con lonas grises lo transportan
sigilosamente al espigón Puerto Argentino, donde el Gobierno nacional logró
acordar al Gobierno de la Ciudad trasladarlo. Todo por el capricho presidencial
de satisfacer al verborrágico Hugo Chávez
que le sugiriera a la Presidente que sacara de allí al “genocida”.
Así, como
forma de evitar que Colón pueda volver a su lugar con un nuevo gobierno, desde
arriba llegó al orden: Sacar de allí a Colón para que la saliente presidente se
dé el gusto de entronizar a la Juana Azurduy donada por el gobierno Boliviano. Es
que la capitana Juana Azurduy (flor del Alto Perú), es más boliviana que
argentina, como Sucre, el chileno O Higgins y tantos otros).
Y que no
vengan con el cuento de la “memoria y la Mujer” porque pudiendo poner al centro
del Bicentenario el nombre de Eva Perón, le pusieron Néstor Kirchner.
Lo cierto
que el Gobierno eligió lo oscuro de la noche para llevar adelante el “traslado”
sin que esté siquiera iniciados los cimientos del nuevo emplazamiento. Lo que
si montó fue un alto cerco que oculta en el espigón Puerto Argentino frente al
Aeroparque los restos de Colón, que son amontonados cubiertos con lonas de la
vista de la gente.
Al decir de
Horacio Verbitsky , esta tropelía sucede “mientras la Ciudad duerme”.
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