Por Eduardo Zamorano
Abogado
Columnista de CONSTRUCCION PLURAL
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Columnista de CONSTRUCCION PLURAL
Raúl
Baglini, excelente parlamentario, pronunció una frase que, si bien de
tono cínico, alcanzó amplia notoriedad: “La audacia de las propuestas de
un político es inversamente proporcional a su proximidad respecto del
Poder”.
El ingenio del chascarrillo –máxime cuando resulta dolorosamente veraz– garantizó su difusión como: “el teorema de Baglini”.
Cristina
Fernández de Kirchner, en reiteradas oportunidades, negó con énfasis
que a ella (y también al difunto Néstor) le fuera aplicable ese axioma.
VILMA IBARRA, ex senadora y diputada nacional, desmiente, de modo exhaustivo y documentado, la afirmación de la Presidenta.
Su
libro “CRISTINA versus CRISTINA – El ocaso del relato” (Planeta 2015)
recorre las contradicciones en el verbo de Cristina respecto de temas
fundamentales, mediante el simple cotejo entre sus discursos como
parlamentaria con los pronunciados tanto en su rol de Primera Dama (o
“Primera Ciudadana”, como gustaba autobautizarse) o ya en calidad de
Presidenta de la Nación.
El
estupendo estudio de Vilma está facilitado por tres circunstancias que
colaboran al gran caudal informativo que despliega: fue compañera de
Cristina en ambas cámaras del congreso; en tiempos de la
“transversalidad” integraron el mismo bloque; y desde hace años es la
pareja de Alberto Fernández, ex – jefe de gabinete de los Kirchner,
quién fungió como la “tercera pata” de la mesa intima que, junto al
matrimonio, dirigió por años los destinos del país.
A
manera de ejemplo del contrapunto implacable que construye Ibarra, a
continuación brindamos una síntesis de tres de los numerosos –y en
ocasiones: antagónicos– cambios de enfoque de nuestra presidenta
relacionados con temas fundamentales en el curso de su extensa carrera
política.
1.- MENEMISMO
La
adscripción de los Kirchner al menemismo suele trivializarse mostrando
fotos y algún pláceme emitido en actos políticos multitudinarios.
Empero,
Ibarra transcribe discursos medulosos de Cristina a propósito de la
privatización de YPF; en la Convención Constituyente de 1994; durante la
campaña por la reelección en 1995, en los cuales no ahorra encomios
hacia el riojano y su política.
Huelga
decir que, pocos años después, demonizó al ex-presidente, su
Convertibilidad, y hasta los buenos oficios del superministro Cavallo
2.- JUSTICIA INDEPENDIENTE
Menem,
no conforme con anegar la Corte Suprema con jueces adictos, luego de la
creación del Consejo de la Magistratura pretendió controlarlo mediante
el aumento de integrantes políticos en detrimento de los representantes
de jueces, abogados, etc.
Fue la entonces senadora Fernández de Kirchner quién se opuso con denuedo a la maniobra.
Ya
convertida en Presidenta, en su Proyecto de “Democratización de la
Justicia” de 2013, propició la “elección popular” de los miembros del
cuerpo, iniciativa que implicaba su politización y, naturalmente,
contradecir su posición como parlamentaria.
3.- RELACION CON LOS MEDIOS
Este rubro es, quizás, el que registra el giro más espectacular en los enfoques de Cristina.
Vilma
memora la invitación que el matrimonio Kirchner formuló a ¡Mariano
Grondona! para que filmara Hora Clave en Calafate a propósito del debate
con Chile sobre los “Hielos Continentales”, controversia que los
juntaba en la misma trinchera.
También
revive el tratamiento en el Congreso de la Ley Banelco, a la cual
Cristina se oponía ardorosamente. En su vibrante alegato, se respaldó en
que ¡”Todo Noticias”! propalaba que una multitud se agolpaba en las
inmediaciones del parlamento, bramando en contra de la sanción de la
ley.
Según Vilma, hubo dos etapas en la relación de los Kirchner con los medios.
En
la primera, con Néstor al mando, luego de la gafe (podría calificársela
con otra palabra pero hay que evitar las groserías) de José Claudio
Escribano, entonces mandamás de La Nación, imponiéndole al novel
mandatario un “pliego de condiciones” para perdurar en el cargo, las
intervenciones legislativas de Cristina se centraron en una filosa
crítica al matutino fundado por don Bartolo.
La
segunda etapa arranca con Cristina al frente del país, resultando más
virulenta y extendida, al punto que se la denominó: “la madre de todas
las batallas”.
Durante la gestión
de Néstor, hubo una relación más que amable con el grupo Clarín. La
frutilla en el postre de esos coqueteos fue la Resolución SCI Nº 257,
dictada tres días antes de la finalización del mandato del santacruceño,
que aprobaba la fusión de CABLEVISION y MULTICANAL.
Sin
embargo el vínculo había comenzado a erosionarse. El punto de inflexión
apareció a raíz del conflicto con los ruralistas por las retenciones a
las exportaciones de soja, cuando la línea editorial del matutino y sus
medios satélites cuestionaron, sin ahorrar eufemismos, la posición
gubernativa.
Néstor tronó:
“¡CLARIN MIENTE!”. Cobos, el radical “transverso” que le había plantado
como Vice a Cristina, emitió su “voto no positivo”, hecho
conmocionante para el gobierno que resultó crucial para archivar el
proyecto “transversal”.
La réplica
a la inestimable ayuda de CLARIN para la victoria de los campestres fue
la Ley de Medios, cuyo objetivo central era el desguace del Grupo. La
norma se sancionó y generó una interminable lucha judicial. La puja
jurídica, a su vez, detonó el enfrentamiento del gobierno con un sector
de la justicia Federal que resistió sus presiones.
La
modesta glosa de este libro torna inoficioso extenderme sobre otras
incoherencias discursivas de Cristina que, con obsesiva prolijidad,
son historiadas por Ibarra.
Hay,
sí, un aspecto que pretendo enfatizar: el estudio de Vilma –a
diferencia de la catarata de libros que vienen editándose sobre los años
kirchneristas– no trasluce agresividad, encono ni resentimiento.
Tampoco se permite digresiones íntimas o excesivamente personales, propias de chimenteros televisivos, que ensucien su obra.
Sin
embargo, el decoro y la mesura en su discurso, no oculta, por cierto,
una dosis importante de frustración. Vilma Ibarra creyó en el proyecto
de los Kirchner y militó para consagrarlo y expandirlo, en un
complicado equilibrio entre sus convicciones ideológicas y el
verticalismo inherente a aquél, aspecto que menciona con insistencia.
En
este sentido, si algún reproche merece el libro es cierta ambigüedad a
la hora de puntualizar el momento y las razones concretas que la
llevaron: primero al abandono de ese espacio político y luego a expresar
el severo cuestionamiento que emana de su obra.
Desde
luego, Vilma replicaría esta módica objeción con el reconocido refrán:
“tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”.-
Eduardo Zamorano
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