Por Bernardo Poblet
Columnista de CONSTRUCCION PLURAL
Con la perspectiva de quedarse sin trabajo –sin reelección factible- ha ejercitado su indiscutida capacidad de transformista para asumir un personaje que puede llevarlo al éxito, un remedo de Víctor Victoria.
¿Se acuerdan
de la obra? Una cantante sin trabajo que aceptando el consejo de un amigo, personifica a un varón: Víctor Greshinski
en la ficción. Su actuación convence, la crítica lo acepta y el aplauso
del púbico la convierte en una celebridad artística. No todo es fácil, en la obra hay un gánster
temido , enamoramientos, complicaciones y se termina conociendo la verdad pero,
en este caso, con final feliz.
La
comparación con Victor Victoria es consistente: también aquí hay consejeros, delincuentes
nos sobran, travestis políticos ni hablar y pareciera que un porcentaje –aún tomando con
pinzas las encuestas- se están enamorando
del actor.
El
señor
Scioli demuestra, una vez más, su ductilidad interpretativa y su
capacidad
adaptativa, en las campañas que nos
invaden logra que la suya sea singular.
Victoria es el término más repetido en los medios, el desdoble de su
personajes es evidente, asume su convicción de derechista de izquierda
con decisión y si bien no canta, las letras, recitadas con voz
actoral, suenan a canciones románticas que nos convencen de que desde
este “rincón
del mundo estamos dando vueltas todo ” lo que me parece que es una gran
verdad
o que “hizo lo que nadie hizo antes” aunque
a mi no me queda claro… ¿antes de que?
Lo
fascinante, sin embargo, es el público –ciudadanos al fin- porque sabemos, como en la obra, que hay dos
personajes y parece que lo aceptamos y no parece importarnos cual es el que terminará
imponiéndose si termina ganando el
Martín Fierro en Octubre. No importa mucho, mientras tanto la sensación es como
ir al teatro, la fantasía de la obra persiste después de bajar el telón. ¿Tal
vez merezcamos seguir, como sociedad,
viviendo en esa fantasía?
Escucho
decir: “¡hay que tener cara!”. Si, es verdad, a veces tengo la tentación de
aplicar ese viejo dicho de Groucho Marx: nunca
olvido una cara pero en su caso haré
gustoso una excepción.
A favor de
nuestro protagonista hay que decir que en la cartelera no hay obras
competitivas, el trasnformismo parece ser una necesidad. La mixtura en la que unos tratan de imitar a
los otros está haciendo que las PASO nos
estén pasando por encima a los débiles ciudadanos de a píe.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario