lunes, agosto 24, 2020

La seguridad, ¿está en la agenda del gobierno?

 

Por Gustavo Ferrari Wolfenson



Este sábado 22 participé como oyente en un interesante

conversatorio de especialistas, sobre el tema de la seguridad

en la ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires,

promovido por el Foro Patriótico, moderado por Claudio

Chávez, en donde estuvieron presentes Miguel Ángel Toma,

Sergio Berni, Marcelo D Alessandro y Vicente Ventura. Si

bien hubo opiniones compartidas en la materia, se registró muy poco,

salvo en el caso de M.A. Toma, respecto al tema de la prevención. 

Durante tres años trabajé como consultor del gobierno de México, en

el proceso de pacificación de la provincia de Michoacán,

centro neurálgico del narcotráfico y crimen organizado. Si

bien mi especialidad no es la seguridad, mi labor estuvo

directamente orientada en lo relativo a la reconstrucción del

tejido social, víctima de la violencia institucionalizada, en una

zona de alta vulnerabilidad y ausencia total del estado de

derecho.


Partamos de unos fríos números. En 8 meses de pandemia,

hoy México tiene casi 65 mil muertos por Covid y 20 mil por

violencia, por lo tanto, la seguridad humana y la lucha contra

la violencia son dos de las demandas más grandes de la

población, generando como bien se señaló en el debate, la

pérdida total de confianza en las autoridades encargadas de

la seguridad pública.

Sin embargo, en plena tarea de campo, como la que me tocó

vivir, pude entender la delgada línea que llega a exhibir la

diferencia entre narcotráfico y crimen organizado, sobre todo

fundamentado en la falta de oportunidades, educación, y de

alternativas en materia de desarrollo social y económico, que

van haciendo que jóvenes, adolescentes y la niñez se

conviertan en carne de cañón para la delincuencia.

Por ello comparto la visión que el desafío que se debe

afrontar es implementar una estrategia en el combate contra

la inseguridad desde un enfoque dual basado tanto en los

efectos como en las causas del delito. Es tan importante

contar con estrategias de reacción, policía, inteligencia,

tecnología y control, como ir a la raíz del problema y atender

los factores de riesgo.




Comparto que hay que lograr que los elementos policiales

cuenten con mejores remuneraciones, con más capacitación

y empatía, con el equipamiento necesario para el desarrollo

de sus funciones y así brindar una mayor seguridad

ciudadana. Y al mismo seguir incorporando el uso de

tecnología, para establecer mapeos que permitan diseñar

programas focalizados en cada región para atender

necesidades puntuales con la mayor eficacia posible.

Lo importante es entender que la seguridad es un proyecto

común, de desarrollo comunitario y social, que requiere de

participación de todos para dignificarlo, cuidarlo y

conservarlo y que debe, asimismo, contar con un espacio

territorial y ambiental para llevarlo a cabo. 

Sin embargo, en este proceso se

ha omitido la participación ciudadana, porque creo que

hemos olvidado que cuando la comunidad participa, la

legalidad se arraiga y la seguridad perdura. Hay que combatir

la violencia y el delito con una visión integral, donde debemos

afrontar los problemas que nos aquejan hoy, pero también

tenemos que cerrar el paso a la delincuencia a través de la

apertura y acercamiento de oportunidades para el desarrollo

individual, familiar y colectivo. Porque es ahí donde todos los

días se construyen entornos más seguros, a partir de la

confianza mutua, la tolerancia y el respeto.

El trabajo que realicé en Michoacán estuvo basado en un

modelo de prevención apuntalado de la mano de la sociedad

con el objetivo de aumentar las capacidades locales para

disminuir la inseguridad y fortalecer el tejido social a partir de

la cultura de la legalidad. Esta tarea comunitaria debería

también incorporarse en la agenda social de cada municipio,

cosa que como hoy se discutió, está altamente fragmentada

bajo mecanismos y normativas que obstruyen más que

acompañan.

Prevención representa tener acceso a espacios públicos más

adecuados, que se brinden actividades culturales, deportivas

y productivas en todos los rincones y en especial en aquellos

lugares que se quiere mantener a nuestros jóvenes en sano

desarrollo y alejarlos del crimen. 

Porque la violencia y la inseguridad no constituyen un fenómeno asociado

únicamente a la actividad del crimen organizado. Detrás de

ella se encuentran factores como la violencia familiar, la

ocupación irregular del espacio urbano, el aprovechamiento

de las áreas públicas con fines de lucro, el deterioro de los

barrios, la necesidad de vivienda, la distribución desigual de

los servicios públicos, la falta de infraestructura comunitaria,

la especulación del suelo urbano, el transporte público

ineficiente e inseguro, la informalidad económica y el

crecimiento de grupos con un fuerte déficit social, emocional y

afectivo entre muchos otros.

Estamos conscientes que erradicar la violencia y el delito es

una tarea que va más allá de lo inmediato y exige transformar

el entorno y las prácticas que los generan. 

El Conversatorio, sin embargo, me dejó el vació y la pregunta si realmente

existe en el país la intención de incluir en la agenda política e

institucional una verdadera prioridad de interés nacional en la

materia.

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