Por Lisandro Zamorano
Las tendencias actuales en la evolución del transporte marcan la transición hacia los vehículos eléctricos. Hacia el 2030, las estimaciones prevén que se va a alcanzar un número de 150 millones de unidades vendidas, equivalente a un 10% del total de vehículos existentes, y, hacia el 2060, a un 60% del total del parque automotor, es decir, casi 1 billón y medio de unidades.
El crecimiento abrupto de la flota de vehículos eléctricos puede tener un impacto sobre el sistema de suministro energético, especialmente observando el desarrollo de tecnologías que impliquen el uso de terminales de carga. El consumo de electricidad también está ligado a esta cuestión, estimado pasar de una demanda eléctrica del 12% del total hacia el 2030 y a un 32% hacia el 2050.
Además, el aumento de vehículos eléctricos no solo conduce al crecimiento del consumo de energía sino también a un aumento en el pico de consumo eléctrico, como puede serlo durante la mañana. En cuanto a la opinión masiva sobre este tipo de vehículos y su proyección hacia los próximos años las posturas suelen coincidir justificadas por el efecto positivo que puedan aportar en términos medioambientales. Asimismo, en dicha proyección se abarca el precio de los vehículos eléctricos, que, esencialmente, es mayor al de un vehículo que utilice nafta. Sin embargo, si al precio inicial de un vehículo eléctrico se le restan los costos de energía, y se toma en cuenta que el precio de mantenimiento y pólizas son menores, en la comparación del costo en vistas hacia diez años, para el propietario del vehículo como para la sociedad en sí, el valor es menor al de un vehículo convencional.
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