lunes, febrero 27, 2023

Guerra y geopolítica: dos realidades en el "avanzado" mundo del siglo XXI

 Por Alberto Hutschenreuter
 




El "regreso" de la guerra ha causado cierta frustración en el mundo y en algunas capillas de reflexión orientadas a pensar la historia en clave de evolución; es decir, respondiendo al viejo pero siempre vigente planteo de Kant en relación con si la humanidad avanza, está estacionada o involuciona, los notables adelantos que se registran  en los campos de la biotecnología (la "vida 3.0"), la inteligencia artificial y la conectividad nos acercan a un horizonte donde los antiguos vicios de la política internacional, por caso, la anarquía entre estados, la geopolítica, la guerra y el armamentismo, se van tornando realidades cada vez más anacrónicas e inconvenientes.
          Sin duda que el mundo evoluciona, pero una cosa es la evolución que implica mejoramiento o facilidades para el ser humano, por ejemplo, el experto Yuval Noah Harari considera que en las próximas décadas se alcanzará la "inmortalidad", entendiendo por ello empujar la muerte unas dos décadas más allá de la esperanza de vida de 80 años, que es la que existe en países de altos ingresos; y otra cosa son cambios de escala en el "alma y el corazón" del ser humano, los que hasta el momento no han sido posibles y sobre los que existen, si alguna vez se llegaran a alcanzar, inquietantes incertidumbres.
          En este sentido, la situación en la tercera década del siglo XXI no es demasiado diferente de la que existía antes de la Primera Guerra Mundial. Casi siempre que comienza un nuevo siglo o tras el final de una contienda mayor crecen las expectativas relativas con un "nuevo amanecer" de la Humanidad. Se trata, casi, de una regularidad histórica.
          Tras la Guerra Fría y el advenimiento de la nueva centuria ello volvió a ocurrir, siendo el proceso de la ya lejana globalización el sustrato que alimentó el optimismo, más allá de lo que sucedía en paralelo: entonces, por recordar lo más atroz, una guerra territorio-racial en Europa. Pero estos hechos, concretamente la guerra en la ex Yugoslavia, como también la guerra del Golfo, eran vistos como "desajustes" y "reajustes" de un mundo que ya se marchaba.
          El optimismo se mantuvo, y sí bien el siglo XXI debutó con clásicos y novedades disruptivas, por caso, la ampliación de la OTAN y el accionar global del terrorismo, se dio prácticamente por hecho que la guerra y la geopolítica, las "2-G" malditas y fragmentadoras de las relaciones internacionales, se hallaban en retroceso. Ello explica la considerable recepción, por ejemplo, que tuvieron conjeturas relativas con la disminución de la violencia en el mundo.
          Pero la guerra y la geopolítica no desaparecen porque decidamos que así sea. El gran polemólogo francés Gastón Bouthoul decía que firmar un tratado internacional para prescribir la guerra es como si los médicos decretaran que ya no habrá enfermedades. La guerra está allí y, como advertía Trotski, "viene hacia nosotros". Puede cambiar sus formas (aunque en la guerra en Ucrania no se ha visto mucho cambio), pero siempre supone capacidades, violencia organizada y, finalmente, cambio.  
 
          También sucede con la geopolítica: no existe el menor indicio relativo con que los actores preeminentes hayan abandonado el pensamiento y la acción en cuanto a volcar sus intereses políticos sobre territorios, particularmente sobre áreas estratégicas o selectivas. De China a Estados Unidos, pasando por India, Israel, Rusia, Brasil, por citar algunos de los poderes mayores e intermedios, todos mantienen una afirmada postura territorial o espacial.
          Por supuesto que nadie quiere la guerra, pero ella existe y podría volver a ser la gran protagonista del siglo, sobre todo cuando desde hace tiempo transitamos un desorden internacional confrontativo, es decir, los poderes mayores están enfrentados entre sí y nadie parece interesado en avanzar hacia algo que se parezca a un esbozo de orden o configuración; asimismo, el mundo está cada vez más "des-regimentalizado", esto es, van desapareciendo aquellas redes internacionales temáticas que sujetan a los estados, por caso, en el segmento de las armas de exterminio masivo.
          La guerra supone el fracaso de la diplomacia, pero, desde términos más prácticos, ocurre porque tienen lugar desequilibrios geopolíticos cuyas consecuencias provocan siempre querellas y confrontaciones, el caso más evidente es lo que finalmente llevó a la guerra en Ucrania (posiblemente la guerra más innecesaria desde 1945): la reacción militar de Rusia ante la aproximación de poderes a su misma frontera. 
 
          Guerra y geopolítica son términos que provocan reluctancia, pero son realidades categóricas. Han estado presentes desde siempre, más incluso que la paz (de hecho, no existe la paz total pero sí la guerra total). La historia registra la batalla de Qadesh (en el 1274 a. C.) como la primera guerra entre poderes preminentes, pero sin duda hubo otras antes. Y lo mismo sucede con la geopolítica: su estudio sistemático comenzó hace poco más de un siglo, pero se trata de un “niño anciano”. 
 
          Existen hoy “nuevas realidades”, algunas de ellas hasta tentadoras, que permitirían pensar “imágenes” optimistas. Pero ninguna de ellas implicará el fin de aquellas realidades en las décadas por venir. 

1 comentario:

  1. Excelente. Clara y contundente explicación de la problemática actual.

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