martes, mayo 16, 2023

La guerra: entre aquel apaciguamiento y este armamentismo

 Por Alberto Hutschenreuter





            La guerra en Ucrania continúa su violento curso, y ninguna posibilidad de cese o tregua está a la vista. Kiev considera que podría hacer retroceder a las fuerzas rusas que controlan poco más del 20 por ciento del territorio ucraniano, mientras Moscú estima que puede sostener la contraofensiva.

            En estos términos, la guerra se ha vuelto casi irreductible o de posiciones inconquistables. Ambos también consideran situaciones de derrumbe: mientras Kiev conjetura que la campaña podría disparar tensiones políticas y militares mayores en Rusia, Moscú conjetura que la guerra acabará por hacer repensar a los países de Occidente hasta cuándo habrá que continuar con la asistencia financiera y militar a Ucrania.


           Por ahora la posición de Occidente es asistir a Ucrania hasta lograr que en el terreno de combate se produzca una situación en la que este país logre ganancias que quiebren la moral del enemigo. Es lo que plantean los reputados  especialistas Richard Haass y Charles Kupchan: "Como está la situación  el resultado más probable de la guerra no es una victoria de Ucrania, sino un sangriento punto muerto. Por ello, es hora de que Occidente deje de disuadirse y comience a proporcionar a Ucrania misiles de largo alcance y otras armas. Los misiles tácticos del Ejército (ATACMS), que hasta ahora Estados Unidos se ha negado a proporcionar. También debería entrenar pilotos ucranianos para volar F-16".  Sería el momento apoteósico del presidente Zelensky.

            Hay, sin embargo, otros escenarios que podrían suceder, por ejemplo, que, como consecuencia de un raro incidente o por la utilización de nuevas armas proporcionadas se realice un ataque con misiles sobre ciudades rusas, se produzca un sensible escalamiento que termine por transformar la situación de  confrontación indirecta entre Occidente y Rusia en una guerra abierta en la que podrían utilizarse armas atómicas (supuestamente) “controladas”.

            Así, nos encontraríamos ante una dimensión inédita en una guerra interestatal. Una confrontación total con resultados desconocidos.

            Por el camino contrario en los años treinta se llegó a la guerra total. Entonces, con los Estados Unidos practicando el aislacionismo, los garantes de la paz en Europa, Francia y Reino Unido, consideraron que el apaciguamiento ante la Alemania de Hitler era el curso diplomático más conveniente para evitar otra guerra en Europa (y también para mantener sus imperios). Así, cedieron una tras otra a las demandas geopolíticas de una Alemania que hasta 1938 no se hallaba en condiciones de enfrentar a esas potencias (como lo advirtió el mismo general Heinz Guderian cuando tímidamente Alemania ocupó la zona desmilitarizada de Renania en marzo de 1936 sin que nadie movilizará siquiera menos de una división). Después, aunque a Berlín le faltaba tiempo para cumplir con sus planes de militarización, fue tarde y ya sabemos lo que ocurrió.

            Entonces fue el “appeasement”, hoy en la guerra que tiene lugar en Ucrania es el armamentismo y la “no diplomacia”. En cualquier caso, entonces la guerra, hoy la escalada de la guerra, el resultado fue y será el desplome total de la seguridad internacional y la multiplicación de muertes.

            Hoy sabemos que lo que debieron hacer en los años treinta las potencias occidentales fue frenar drásticamente a la Alemania nacionalsocialista antes que se hiciera fuerte. Como lo hizo Francia en el Ruhr en 1923, cuando todavía mantenía un enfoque militar asertivo. Pero tras la construcción de la Línea Maginot, Francia adoptó una posición defensiva.

            Lo que posiblemente deberían explorar hoy como alternativa del cruento choque entre pueblos hermanos es lograr un cese y encarar cursos de conversaciones centrados en el realismo, la geopolítica y la construcción de un sistema de seguridad regional basado en la seguridad indivisible. Justamente, todo lo que se dejó de lado o se transgredió, hasta que Rusia movilizó sus efectivos.

            Seguramente será un largo camino con marchas y contramarchas. Pero, al menos, se dejarían de contar cadáveres. Considerando su alcance y que Rusia aún está en ella, la OCSE podría cumplir un significativo papel. Ucrania no necesariamente debería ceder territorio, pero sí estar dispuesta a aprobar una importante autonomía en el Donbás; y Rusia tendrá que dejar algunas zonas controladas y retirar sus soldados de Ucrania. La experta Angela Stent se refirió una vez a un "Minsk III". No es del todo imposible pensar en ello en un nuevo tratado, aunque con garantías más robustas, fuerte presencia multinacional y consultas permanentes.

            Es un escenario muy complejo, menos hoy cuando Ucrania y Occidente consideran que podrían lograr un quiebre de Rusia en esta guerra de trincheras del siglo XXI. Un eventual acuerdo con esta base implicaría reconocer cierta victoria rusa, lo cual para Occidente y Ucrania es muy duro, por no decir imposible. Pero es necesario recentrar la geopolítica como curso pragmático de salida de la guerra, la que se inició por “deshonrar” la disciplina.

            En los años treinta hubo una diplomacia europea que por querer evitar la guerra terminó impulsando la guerra. Hoy hay una guerra en la que todos los involucrados casi desprecian la diplomacia. ¿Será posible definir la victoria en caso de una guerra postotal?

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1 Comentarios:

Blogger alberto szr dijo...

Esta guerra es por culpa de la OTAN. Existen otros factores, como el problema de Donetsk y Lugansk, pero es "menor" y ya venía de muchos años atrás.

1:08 p.m.

 

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