viernes, octubre 20, 2023

Terror y territorio, las dos "lógicas" del conflicto en Oriente Medio

 por Alberto Hutschenreuter




El ataque de Hamas a Israel, uno de los territorios más protegidos del planeta, causó conmoción y volvió a centrar la atención del mundo sobre esta sensible placa
geopolítica de Oriente Medio, separada por Turquía de esa otra placa que se extiende desde el Báltico hasta el Mar Negro donde también tronan las armas.
En Oriente Medio la dinámica de los conflictos mantiene una lógica propia, pues al sentimiento de humillación y frustración de los países árabes frente al poderoso
Estado de Israel y a la misma desunión árabe, se suma la fuerte rivalidad confesional y, en el caso de Irán, un país no árabe, la búsqueda de un reconocimiento de poder que
nunca podrá alcanzar mientras apoye y promueva el terrorismo y mantenga como objetivo la desaparición física de Israel.
En este complejo (y aquí reducido) contexto, ninguna parte ha sufrido más pérdidas y frustraciones que el pueblo palestino, pues no sólo no logró erigirse como Estado,
como lo hizo Israel en 1948 a partir de la decisión de Ben Gurion, sino que cada vez más se fue atomizando como territorio y población, pues los bolsones de refugiados
palestinos constituyen otra de las cuestiones mayores en la convulsa región.
Pero tal vez para los palestinos lo peor pueda estar por suceder. ¿Qué sería peor? No ya la imposibilidad de ser un Estado, sino la misma disolución del territorio palestino.
De hecho, las nuevas realidades que desde hace tiempo tienen lugar en la región han ido moviendo del centro el tema palestino. No se ha "licuado" la cuestión, por
supuesto, pero ha perdido visibilidad en la región y más allá. Y ello fungió favorable para Israel, sobre todo para el núcleo ultra religioso que forma parte del gobierno,
para el que todo puede llegar a ser negociable menos los límites del territorio, es decir, lo que en términos protohistóricos consideran territorio del pueblo israelí, el "Gran Israel Bíblico", una concepción geopolítica de cuño sagrado superior al territorio del Estado de Israel.
En este marco, resulta pertinente un artículo escrito recientemente en la influyente revista Foreign Affairs por Martin Indik, ex embajador estadounidense en Israel, y Zeil Ra´ad Al Hussein, ex Alto Representante de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
En dicho texto, los autores advierten sobre las concepciones político-territoriales que anidan en algunos miembros del gobierno encabezado por Benjamín Netanyahu, particularmente en el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich. Este funcionario, perteneciente al Partido Sionista Religioso, es un firme partidario de la anexión de Cisjordania a Israel, como sin ambages lo expuso en su ensayo de 2017 "El plan decisivo de Israel".

En sus palabras:
Lo que distingue a este plan de los demás es que "agarra el toro por los cuernos", abordando la raíz del conflicto y el fracaso, pasado y presente (y futuro), de las "soluciones políticas". No importa dónde los planificadores trazan sus fronteras propuestas, incluso si provienen de la llamada derecha (Sharon y Olmert tenían mapas; tal vez incluso Bibi tenga uno). La paz no surgirá mientras mantengamos nuestro control sobre las suposiciones iniciales de que esta tierra está destinada a contener dos colectivos con aspiraciones nacionales en conflicto. Si este es el caso, nuestros nietos y bisnietos estarán inevitablemente destinados a vivir por la espada.

En estos términos, el ataque terrorista perpetrado por Hamas podría crear una situación parecida a la que sucedió tras la guerra de 1967, cuando, como sostiene el ex canciller de Israel Shlomo Ben Ami, la contundente victoria militar de Israel sobre los países árabes produjo una ruptura en las referencias de identidad territorial que hasta entonces mantenía Israel. Es decir, los israelíes, o una parte importante de ellos, consideraron entonces que no había que conformarse con las fronteras reconocidas internacionalmente, sino que había que regresar a las fronteras remotas del pueblo de Israel.
Por ello, el ataque de Hamas podría volver a centrar esta cuestión, y si finalmente así sucediera, Gaza y Cisjordania, partes de aquel Gran Israel, pasarían a ser parte del Estado de Israel.
Sin duda, ello no traería orden, es decir, paz, pues no sólo el terrorismo de Hamas, su brazo armado y Hezbollah incrementarán su accionar terrorista en Israel y más allá,
sino que Irán, el valedor de ambos, podría pasar a la acción aun sabiendo que sus capacidades son inferiores a las de Israel y, por supuesto, a las de Estados Unidos.
Además, y ello sería funcional para Teherán, se podría detener el proceso de acercamiento entre Arabia Saudita e Israel (uno de los posibles propósitos detrás del ataque terrorista de Hamas), pues difícilmente los árabes vayan a aceptar la consumación de esa decisión geopolítica-religiosa de Israel.
En breve, en Oriente Medio predomina una lógica prácticamente irreductible: el terror es la respuesta a la geopolítica y la geopolítica es la respuesta al terror.

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