Por Gustavo Ferrari Wolfenson (*)
Las relaciones entre México y Argentina siempre han sido un romance no consumado entre dos países que se admiran y a su vez se recelan. Si bien los lazos han tenido etapas muy cercanas y otras equidistantes, lo real es que la confraternidad entre ambas naciones siempre ha ido más allá de las opiniones o simpatías de los gobiernos de turno.
Desde el arribo a México de la primera gran camada de artistas de cine, cantantes y grupos folclóricos, ya sea por problemas políticos durante el primer peronismo o por el boom del cine mexicano de la década del 40 (un tema muy bien relatado por Silvia Mercado en su libro "Apold, el inventor
del peronismo"), la llegada de futbolistas a sumarse a los equipos locales en los 60´s, la corriente intelectual de los 70´s iniciada primero ante las amenazas de la Triple A y la posterior Junta Militar, el colectivo del presente siglo en busca de oportunidades laborales, estabilidad economía y el disfrute
de las bellezas de sus playas del caribe, siempre México ha significado un destino atractivo para el argentino, así como en los últimos años, principalmente la ciudad de Buenos Aires y
Mendoza, han resultado un descubrimiento cultural,
gastronómico y turístico muy enriquecedor para el mexicano medio y de clase acomodada.
En materia de relaciones diplomáticas, siempre México, se ha apegado a la Doctrina Estrada (doctrina de cuño internacional inspirada en 1930 en el canciller mexicano Genaro Estrada)
que señala que el país no anuncia públicamente el
reconocimiento diplomático de otros estados o gobiernos como parte de la no intervención en los asuntos internos de otros países.
Sin embargo, durante el golpe del 76 (yo trabajaba en ese momento en la embajada argentina en ese país), México tardó seis meses en reconocer a la Junta Militar, así como condicionó su apoyo durante el conflicto Malvinas a que el gobierno argentino otorgara el salvoconducto para la salida
de Argentina del ex jefe de Estado y ex embajador en ese país, Héctor Cámpora, asilado poco más de tres años en la sede de la embajada mexicana en Buenos Aires.
Durante estos últimos tiempos, durante el gobierno del presidente Alberto Fernández, a través del Grupo Puebla hubo una afinidad ideológica para profundizar el diálogo político a partir de “un modelo de crecimiento y de desarrollo orientado al bienestar de los sectores menos favorecidos y de
una economía inclusiva con justicia social”, y la cooperación a través del Acuerdo de Asociación Estratégica México-Argentina, conformado por las comisiones de Asuntos Políticos, de Cooperación y de Asuntos Económicos, Comerciales e Inversión. Para ello, se suscribió una Hoja de Ruta para la reactivación de los mecanismos bilaterales entre México y Argentina en 2021, que jamás terminó operando.
En materia de relaciones comerciales entre ambos países se ubicó en mil 082 millones de dólares en el periodo enero- agosto del 2023, lo cual representó una caída de 17 por ciento respecto al mismo periodo del año pasado, de acuerdo con las cifras de la Secretaría de Economía.
Cabe destacar que, en los primeros ocho meses de
2023, México exportó a Argentina 569.8 millones de
dólares, 14 por ciento menos que en 2022.
De igual manera, las importaciones de productos
argentinos tuvieron una caída de 19 por ciento anual.
Sólo en el mes de agosto del año pasado, las
mayores exportaciones que realizó México a Argentina fueron:
Automóviles 13.6 millones de dólares)
Autopartes (12.9 millones de dólares)
Artículos farmacéuticos (4.7 millones de dólares)
Vehículos para transporte de mercancías (3.5 millones
de dólares)
Preparaciones capilares (3 millones de dólares)
En contraparte, los argentinos vendieron a México los
siguientes productos:
Medicamentos / Preparaciones para usos terapéuticos o profilácticos (12.5 millones de dólares)
Manzanas, peras y membrillos frescos (7 millones de dólares)
Aceite de soya (6.2 millones de dólares)
Vehículos de transporte de mercancías (6.1 millones de dólares)
Vino (4 millones de dólares)
Un dato interesante es que la Ciudad de México es el mayor comprador de productos argentinos, pues del total de las importaciones en agosto 2023, el 54 por ciento lo adquirió la CDMX. O sea, el desenvolvimiento de la sede diplomática
y comercial de nuestro país hacia el interior de México y los contactos con las provincias han sido casi nulos.
Mirando un poco el presente y hacia el futuro, el comentario hecho por el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, en el sentido de que los argentinos se metieron “un autogol” con la elección del Javier Milei, es parte del dualismo que la política exterior de México ha sufrido durante este sexenio,
donde el primer mandatario ha priorizado la renovación de sus socios comerciales a través del Tratado Trilateral de Libre Comercio conocido como T MEC (entre México, Estados Unidos, Canadá) y, curiosamente, una relación de armonía y diálogo mucho más fluida con la administración Trump, que con la actual del presidente Biden. Los otros instrumentos internacionales donde México es parte activa, no han tenido mayores protagonismos en este gobierno ya que López Obrador es un líder que detesta salir al exterior, reunirse con sus pares y ha dedicado sus seis años de gobierno a privilegiar su política interna sobre la internacional.
A pesar de ello, como diría la canción de Vox Dei: “todo tiene un final y todo termina”. En pocas semanas se inicia el proceso de sucesión presidencial que, al viejo estilo priista del siglo XX, ya ha tenido el dedazo del presidente saliente para
determinar quién será su sucesor. Por primera vez en la historia del país, todo hace pensar que una mujer, Claudia Sheinbaum, curiosamente de origen judío y no guadalupano, será la candidata ganadora a la presidencia de México marcando una continuidad del proyecto del “modelo de la "4ta Transformación” implementado por López Obrador. Los
números marcan que la popularidad con la que abandonará el actual mandatario su presidencia (superior al 60 por ciento) y los indicadores distribucionistas del país, hace muy difícil que
se produzca un triunfo de la coalición opositora.
Pero al viejo estilo del priismo, no siempre el sucesor es un fiel soldado de quien lo ungió y si bien la obediencia se marcará hasta el último día de gobierno del titular del ejecutivo saliente, ya hay señales que su sucesora está buscando acercamientos y llevar una política exterior más entrada en la
modernidad, el realismo y una presencia internacional con mayor actividad. La cooperación en temas como narcotráfico, el avance del fentanilo, seguridad, migrantes son parte de una agenda que se ha ignorado o desatendido y urge poner en
funcionamiento.
El lavado pronunciamiento de México, en el conflicto Rusia-Ucrania y sobre todo el de Medio Oriente, ha movido a la posible próxima presidenta a buscar desde ahora canales informales de acercamiento con interlocutores del estado de Israel, y mucho más perteneciendo a una colectividad judía económicamente muy poderosa en el país.
Los días que vienen para las relaciones México-Argentina en un nuevo proceso electoral, a nivel presidencial, estatal, municipal y legislativo, marcarán seguramente la necesidad de un seguimiento profundo en el conocimiento de un país,
sus actores, el rumbo que tendrá en sus próximos seis años y los beneficios que pueden presentarse en su alianza estratégica comercial de salir a vender, mucho más teniendo en cuenta los números a la baja que se han presentado en materia comercial.
En resumen, la pertenencia histórica y cultural de México y Argentina como parte de América Latina, subrayan la relevancia de la relación entre ambos países, más allá de los dichos del actual presidente López Obrador, para continuar impulsando la integración regional y sobre todo una relación
bilateral basada en el libre comercio y comprometida sobre la base de reglas establecidas mediante el consenso de los respectivos países.
(*) Nuestro Columnista radial GFW es Doctor en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Consultor Internacional en temas de fortalecimiento de gobiernos. Fellow del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard. Ha trabajado en México como diplomático argentino, académico y consultor de gobiernos nacionales y
provinciales de ese país. Ha sido condecorado junto a su familia en dos
oportunidades por el gobierno de México por los servicios prestados al país y se
ha hecho acreedor del Premio Pontífes de Administración Pública por sus aportes
al mejoramiento de la calidad de gobierno.
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