Por Silvia Carbajal
No hay espacio para lo visceral, para lo espontáneo, para lo humano Así como por estas horas se han tipeado unas cuántas líneas poniendo bajo la lupa el “anti-protocolar” abrazo de Michelle Obama a la reina de Inglaterra, analizando si se trató de una osadía, una falta de respeto o del despreocupado gesto de una Primera Dama dando sus “primeros pasos” con la lógica torpeza de los novatos, a todo se le quita el aura, a todo se lo pasa por el scanner de la duda, como rogando detectar segundas intenciones.
A no confundir este humilde reclamo: no se trata de vivir en la confusión, en la mentira, en el engaño. No se trata de desconocer el rol de los Medios, su imprescindible papel - limitado por años- contribuyendo a develar el revés de la trama. Quizá se trate únicamente de una cuestión de tiempos, de oportunidades. Dar a conocer -entre otras tantas cosas- que el vicepresidente Julio César Cleto Cobos se movió “estratégicamente” durante el homenaje final a Raúl Ricardo Alfonsín, que no paró de hacer campaña, que nada fue librado al azar, ni en el casual presidente en ejercicio ni en muchas otras figuras políticas puede ser seguramente cierto. Pero así como hay niños que eligen seguir pensando que los Reyes Magos existen, al menos hasta que esta creencia puedan sostenerla en el tiempo sin rozar el ridículo, del mismo modo algunos elegimos “posponer” la cruda verdad, porque forzarla, ponerla delante de las narices es frustrante, desestabiliza, desorienta, ensuciando el cabezal de la película que a veces necesitamos hacernos.
Estas 48 horas de “unión cívica” radical y no radical pueden leerse y deben leerse desde múltiples perspectivas y más aún en un adelantado año electoral, pero la construcción simbólica precisa sus tiempos, el sentido tiene que sedimentarse para dejar huella, no puede arrastrarse con tanta ligereza. No es novedad que hay nuevas generaciones carentes de referentes, meros seguidores de caciques virtuales que se corporizan cuando la tribu “Flogger” o “Emo” se reúne en el patio de comidas del shopping de ocasión, jóvenes escolarizados que ven pasar los días patrios disfrazados de feriados con fines turísticos sin comprender por qué ese día no van a la escuela. Que a lo sumo asocian las míticas plazas con zonas de corte piquetero. No matemos antes de nacer a los nuevos padres de la patria, porque las lágrimas de miles de jóvenes, las caritas desconcertadas de tantos niños, mostraron la fuerte necesidad de un ejemplo de vida.
La muerte de Alfonsín habilitó la catarsis. Durante largos meses la ira y la sinrazón ganaron espacio. Muchos anhelan que la partida de Don Raúl funcione como una gran sesión de mediación comunitaria en la resolución de conflictos pendientes. La visión “romántica” de la politica del consenso que llegue para quedarse quizá sea errada. No hay que pretender nada especial. Pero sí estar atentos a los que abortan la emoción, los que se irritan con la naturalidad, con lo genuino y le ponen palabras a lo que no necesita más palabras.
Sabemos por los tiempos que corren que los chicos no recortarán la figurita de Alfonsín de la revista Billiken para pegarlo en el cuaderno en cada aniversario de la recuperada democracia, pero quizá cuando escriban en el buscador de Google “Alfonsín”, sientan que se asoman a la ventana de la historia, dando sí, por qué no, con el “chiquitaje” político que astutos periodistas políticos analizan en décimas de segundo pero también, por qué no, con la grandeza de algunos hombres. Será que no simpatizo con los backstage, su abuso me preocupa en la industria del cine, pero en estas áreas de la vida mucho más.
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