viernes, julio 17, 2009

RECORTES: La voluntad K, en tránsito de la prepotencia a la impotencia.

Las aciagas primeras horas para el matrimonio presidencial post debacle profunda del 28-06 cristalizaron vertebradas una actitud negadora de la realidad en términos del relato oral público, junto a distintas decisiones tendientes a una cierta apertura ineludible, aunque más no fuese para escenificar una falsa imagen de oxigenación y moderación.

Este camino de diálogo si bien materializado más por la propia fuerza del peso de la realidad que fruto de la convicción, no debe dejar de verse como saludable con las amplias reservas, más allá de las naturales desconfianzas, recelos y cautelas del caso.

Aún así, la iniciativa no exenta de clara kosmética no deja de permitir quizás obtener medidas auspiciosas, pese a que los K no respondan así en definitiva más que a la búsqueda de retomar la iniciativa, a la necesidad de ganar tiempo, y aún a exhibir en público las divergencias en el abanico opositor al mismo tiempo que buscas diluir a la oposición más fuerte abriendo el juego a un sinfín de corrientes políticas y a repartir costos políticos sobre decisiones de gestión,

En este marco, es de considerar que si bien la responsabilidad central de la conciliación y agenda a articular pertenece al Gobierno, también de los diferentes actores sociales y políticos deben colaborar para establecer cómo se pavimenta el tránsito hasta diciembre de 2011 donde la prepotencia de los primeros 6 años de administración kirchnerista deja paso a esta clara impotencia de hoy.

El politólogo Marcos Novaro y el economista Alejandro Bonvecchi en una columna para LA NACION titulada “La derrota de la voluntad” aportaron interesantes miradas sobre el fin del dominio y control K:

:..la celebración de la propia voluntad fue formulada en los términos de ideas morales, de preceptos sobre el bien y el mal, pero eso no estuvo orientado a imprimirle convicciones y dar empuje a la acción, sino por sobre todo a construir una imagen embellecida de ella. El kirchnerismo quiso, y en alguna medida logró, forjar sobre el fondo de una historia esforzadamente estilizada la imagen de la Argentina como una nación compuesta por un pueblo virtuoso acosado por enemigos parasitarios, la imagen de una vida política en la que un "gobierno nacional y popular" se enfrentaba a extranjeros codiciosos y a una oligarquía derechista y antinacional, y la imagen de un presidente-militante ajeno a las bajezas de una clase política corrompida y mediocre”.

“Esta concepción de la política tiene larga data, tanto dentro de la Argentina como fuera de ella. Es, por caso, la concepción que Weber criticó a los espartaquistas bávaros en 1919: la amalgama de moralidad y esteticismo que convierte a la acción política en el ejercicio de querer tener razón. Moralidad, como se dijo, porque hacer política sería ofrecer al mundo las virtudes personales de quienes militan. Pero también esteticismo, porque esas ideas morales virtuosas están asociadas a símbolos, a episodios, a experiencias que permiten a quienes las sostienen identificarse como parte de un colectivo, y son esas experiencias las que, ritualizadas, constituyen la estética que demarca la pertenencia al campo de la virtud. Y es este esteticismo el que termina predominando sobre la moral, cuando las "buenas intenciones" por sí mismas no alcanzan para concitar adhesión”.

“En lugar de eso, la experiencia kirchnerista se reivindicó desde su inicio como la "recuperación de lo auténtico" de la política. Y fue así como los Kirchner insistieron en presentarse como líderes deseosos de restaurar la decisión como afirmación de convicciones. Pero no sólo a eso, ni en particular a eso: en especial, recrearon la política como "puesta en escena" de la voluntad. De ahí que la estética de la decisión, más que la decisión misma, haya tramado los discursos oficiales: fue en esos términos que se combinaron en ellos los asuntos prácticos y los rituales de autocelebración, en anuncios de obras públicas acompañados de pañuelos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, en un discurseo pedagógico y autorreferencial que presentó al matrimonio presidencial como "modelo" del país deseado, en un happening de datos estadísticos fabulados que pretendieron cimentar la imagen del "pueblo feliz".

“Se trató, más bien, de una voluntad indiferente a la hegemonía, dado que se consideraba, a priori, moral e históricamente superior. Esa pretendida superioridad fue, precisamente, lo que por naturaleza la ha hecho irreductible a las artes prácticas de la política democrática”.

“La voluntad kirchnerista de sostener que la Argentina es un paraíso de crecimiento económico, pleno empleo e igualación social, que la oposición es una colección de corruptos, explotadores, asesinos e incapaces y que el gobierno "nacional y popular" está apoyado por "sectores populares organizados" con férrea "conciencia nacional", esa voluntad perdió las elecciones el domingo 28. Pero la estética que dio su razón de ser a esa voluntad no ha sido derrotada”.

“En el fárrago de expresiones de lamentación que inundaron el universo oficial se escucharon voces bien representativas de ella, que sostenían más o menos lo siguiente: que a pesar del deslucido final que, ya parece inevitable, le espera a la experiencia kirchnerista, sus partidarios podrán guardar en la memoria el entusiasmo de haber participado de ella”.

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