sábado, agosto 22, 2009

La porfiada vocación por las discusiones homeopáticas

Cabe repasar esta reflexión profética de nuestro amigo Bernardo Poblet sobre la realidad nacional.


Por Bernardo Poblet - escritor y pensador / columnista de Construcción Plural (Radio Cultura)



Las personas que tienen inquietudes republicanas (o vocación de ocupar el Estado) dispersos por miradas distintas de la realidad pero unidos por el rechazo al adversario-enemigo, intentan agruparse alrededor de ideas razonablemente compartidas; pero la probabilidad de que esos grupos, después de operar algún tiempo, se separen en subgrupos, parece casi una expectativa anunciada.

Comienzan a aparecer las diferencias de interpretación de la realidad política o surgen las inevitables bifurcaciones de los caminos que obligan a seleccionar alternativas o se suman intereses y objetivos adicionales al de los inicios y así comienza a construirse el escenario que comienza con el entorno de la discusión -casi siempre disfrazada de debate- y termina en la escisión.

Parecería que no tenemos la capacidad de separar los temas con el viejo y poco usado criterio ABC, para tener claro qué es esencial -pasa/no pasa- qué es importante pero no trascendente -deseado- y que es complementario -secundario- y con la claridad de un panorama visto globalmente, poder convivir con las diferencias en los temas B y C sabiendo que lo que aglutina son los temas A. Sin embargo, parece ser que no estamos dispuestos a resignar nada, cada sugrupo mantiene su paquetito de ideas no negociables (A +,B + C), sus deseos de protagonismo y frente a la presencia de un casi inevitable virus de dificultades y problemas o epidemia de crisis, son presa fácil y candidatos firmes a enfermedades terminales.

Esta línea de pensamiento que tenemos como una infección avanzada, nos ha llevado a generar dogmas que nos tienen apretados como tenazas y nos conducen, con una enorme fuerza, a tropezar varias veces con la misma piedra,
y terminamos en los dogmas tales como: “sin estos tipos no se puede gobernar”, por un lado y, cuando el nivel de saturación es insoportable: “hagamos algo para sacárnoslos de encima”, por otro lado.

Lograr razonable consenso y compromiso entre los protagonistas requiere talento de conducción. Cuando no lo hay - y en nuestro país sufrimos esta carencia- transitamos por los sustitutos que han pasado, desde la voz de mando, con o sin uniforme, hasta la inacción o la conducción por grupos que compiten en interminables internas.

Estamos en la antesala de preparar otro escenario idéntico, más allá de la formas y las circunstancias que nos puede hacer confundir el fondo con lo aparente.

Parece que estamos esperando ver el choque de trenes. Se producirá, inevitablemente, y los ciudadanos de a pie saldremos lastimados.

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