Por Fernando Mauri
Dos noticias del día de ayer corporizan una radiografía de la Argentina actual.
Por un lado, tras las más de 30 horas de acampe en la avenida 9 de Julio motorizado por parte de piqueteros no oficialistas que reclamaron quizás con más que justas razones romper la cadena clientelar K, le llegó ei turno a las organizaciones sociales pro K copar por unas horas el mismo espacio que circunda el Ministerio de Desarrollo Social.
Este última movida política bien cabe interpretar bajo la lógica K de recuperar protagonismo piquetero adicto y exhibir que la calle es territorio propio y no ajeno.
En la misma línea, se dice por allí que la aparición de la batalladora Mi lagros Sala y otros movimientos piqueteros en los últimos días no tiene otro fin que escenificar respaldo popular en la calle al kirchnerismo y trasladarlo al plano mediático, a fin de contrapesar la bajísima imagen que registra sobre la diarquía gobernante en términos de opinión pública nacional.
En tanto, ayer se inició un juicio oral contra el secretario de prensa un gremio docente porteño para juzgar su escrache con corte de calle en la puerta del domicilio de la entonces vicejefe de gobierno porteño Gabriela Michetti.
Pero por esas paradojas argentinas, mientras se sustanciaba esa primera audiencia judicial se registró un corte de calle en la puerta de los tribunales de Tacuarí al 100, impulsado por agrupaciones sociales en apoyo al gremialista…
De más está decir, que la ausencia del Estado es la que permite estos desvaríos argentinos, la misma inacción que da lugar a tres largos años de cortes en el paso fronterizo internacional en Gualeguaychú, la que derivó en que gente de campo determinara quién pasaba y quién no por rutas del país, los cortes y marchas que hacen de la ciudad de Buenos Aires un infierno intransitable a diario, y las bravuconadas del paraoficial Hugo Moyano contra empresas de distintos rubors, etc etc.
En definitiva, cualquier grupito de gente con un mínimo de iniciativa se le anima al Estado incumpliendo las más elementales normas de convivencia ciudadana.
El relato manipulador kirchnerista refiere con su habitual reduccionismo tramposo al blanco o negro, al dejar hacer o reprimir, golpear y hasta herir o matar, en tanto la realidad reclama un Estado presente que armonice equilibrios, obrando vpia la disuasión y contención organizada.
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