domingo, marzo 07, 2010

Los que critican el modelo chileno, antes deberían reparar en la decadencia argentina.

Por Pedro Andrieu

Profesor titular consulto de la UBA / ex secretario de Estado / ex consultor de organismos multilaterales.

Columnista de CONSTRUCCION PLURAL.


Chile ha sido históricamente un país más pobre que Argentina, pero desde la segunda parte de gobierno de Augusto Pinochet -una vez superada la crisis que generó en toda América Latina el primer default de México en 1982- hasta el presente existió un crecimiento ecónomico sólido y durante las 20 años de la gestión de la Concertación ha habido un sostenido avance en material social, lo cual no quiere decir que se haya suprimido la pobreza, entre tras cosas porque además en Chile no tienen un INDEC que fabrique realidades inexistentes.

Sin duda es sorprendente que una catástrofe como la actual derivada de la acción de la naturaleza haya creado las condiciones para un estallido social que no podía esperarse. Pero no puede dejar de visualizarse el punto de partida: los niveles de pobreza tras la dictadura de Pinochet fueron espantosos. Por eso las críticas del momento, de aquellos que quieren cuestionar el modelo chileno deberían mirar antes cómo se han dado las cosas en Argentina.

En Chile ha habido desarrollo estos últimos 20 años, en Brasil se ha dado algo parecido, tambien a partir de una pobreza enorme logrando mejoras explícitas en la situacion social. De todos modos, falta mucho en ambos paises para terminar con la pobreza y la marginación. Pero el crecimiento sostenido de sus economias les ha permitido afirmarse y aún destacarse tanto en la región como a nivel internacional, al punto de que pocas semanas atrás se supo que la OECD está muy cerca de admitir a Chile, con lo cual pasaría a pertenecer al Primer mundo, mientras Brasil pasó hace ya algún tiempo a integrar junto con Rusia, India y China, el llamado BRIC, el grupo de paises emergentes más importantes por el tamaño de su economías y por su población, pasando a tener un gran peso en el mundo, aún cuando tanto Rusia como Brasil debieron superar sus sucesivas y severas crisis en 1999, las que junto con las previas del Sudeste Asiatico, contribuyeron decisivamente a detener la inversión externa y en Argentina originó la recesión que comenzó a mediados de 1998 y que se mantuvo y condujo a la crisis final de la convertibilidad y al default de 2001/2002. Tambien Uruguay, con una economía y una población mucho más pequeñas, creció sostenidamente.

En contraste, en Argentina desde 1975 hemos experimentado varias crisis, después de las cuales hemos tenido recuperaciones, pero desaprovechando aún los períodos de bonanza interna y externa a lo largo de las últimas cuatro décadas, a fin de poder afirmar un sendero de crecimiento económico y de mejora social sostenidos.

Hacia 2007 se agotó la recuperacion del nivel de actividad económica previo a la crisis que culminó en 2001/2, y a partir del año siguiente recomenzó el deterioro de los indicadores sociales que se fue agravando por el impacto de la inflación creciente y de la falta de la inversión productiva indispensable para una creación de empleo capaz de absorver el crecimiento vegetativo de la oferta de trabajo, del orden de unos 400.000 nuevos puestos de trabajo por año.

La tasa de inflación esperada para este 2010 es del orden del 25% anual, aproximadamente semejante al promedio del periodo 1946-1975, luego del cual se mantuvo en los tres dígitos hasta el estallido hiperinflacionario de 1989, cuyos remezones se mantuvieron por encima de los tres digitos hasta el comienzo de la convertibilidad el 1ero. de abril de 1991. La convertibilidad mantuvo luego la estabilidad monetaria, al costo del endeudamento externo para cubrir el défict fiscal que nunca se logró eliminar. Y también generó crecimiento económico sobre la base de la inversión externa, que en los primeros años compensó en parte el endeudamiento externo. Pero todo ello a costos sociales significativos, sin mecanismos protectores ni compensatorios. Cuando en 1998 se cortó la inversión externa por las crisis antes mencionadas, se rompió la cadena y comenzó la recesión, y finalmente en diciembre de 2001 se declaró el default.

Como increible resultado de ese largo proceso de crisis y estancamiento, el Producto per cápita de Argentina está hoy un 25% más abajo que el de Uruguay y 15% más abajo que el de Chile.

Y los indicadores sociales -desempleo, subempleo, trabajo en negro, pobreza, indigencia, etc.- están en un nivel inferior que los peores registrados de la década de 1990. Actualmente, el crecimiento de la inflación no hará sino empeorarlos.

Para dimensionar aún más, si cabe, el proceso de deterioro en un período más largo, cabría mencionar que a partir de 1910/11 la economía argentina fue una de las más importantes del mundo, y continuó creciendo hasta que con su escasa población en la década de 1920 su producto per cápita era más alto que el de la mayoria de los países europeos más importantes.

En 1928 se alcanzó la frontera agrícola con la puesta en producción de toda la pampa humeda, se detuvo su crecimiento, y consecuentemente se paro también la inversión extranjera en la ampliación de los ferrocarriles y puertos; ambos factores habían cimentado el largo período de crecimiento que había encumbrado a la economía y a la nación argentina en el mundo.

En octubre de 1929 comenzó la gran crisis internacional que se extendió toda la década siguiente, y que tuvo un efecto desvastador sobre las exportaciones, la economía y la situación social argentina. Y en 1930 comenzó la serie de crisis politicas y de golpes que no se detuvo hasta 1983. Comenzó la migración interna hacia Buenos Aires, su conurbano, y otras grandes ciudades. En la segunda mitad de la década de 1930, cobró fuerza la sustitución de importaciones industriales. Y cuando hacia el final de esa década parecía verse la luz al final del túnel, el 1ero. de septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia desatando la Segunda Guerra mundial, lo que volvió a obstaculizar gravemente las exportaciones argentinas, sin que la sustitución de importaciones hubiera avanzado suficientemente.

En la introducción a su libro titulado La Nueva Argentina, en 1940, Alejandro Bunge se quejaba duramente de ese pobre avance, pero decía, textualmente: "No todo está perdido: aún el producto de Argentina es mayor que la suma de los de Uruguay, Brasil, Paraguay, Bolivia y Chile".

Pero sólo 20 años más tarde, cuando en 1960 se constituyó el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y hubo que asignar los poderes de votación a cada país en proporción al tamaño de su economía (PBI) Brasil recibió lo mismo que Argentina, es decir, que habia crecido mucho más, y nos había alcanzado.

Hoy, a 50 años de entonces, la economía de Brasil es al menos 4 veces y media más grande que la de Argentina.

En otras palabras, estamos frente a la evidencia, que exhibe cada nuevo indicador internacional o regional que se publica, no sólo económico, sino también educativo, y social, en plena y sostenida decadencia, y ya no sólo frente a los paises desarrollados, sino también frente a los latinoamericanos que avanzan.

El saldo de cada crisis argentina acelera ese proceso, ya que nunca se recupera realmente el atraso que genera, mientras los demás países continúan avanzando.

El mayor imperativo argentino, hoy y siempre, consiste en evitar nuevas crisis, aún al costo, si fuera el caso, de crecer un poco menos en las fases positivas, para privilegiar la viabilidad de la continuidad de la estabilidad y del crecimiento: eso es lo que muestra la experiencia, a esta altura, incontrastablemente, de los países que avanzaron y avanzan. Mientras, nosotros, entre crisis y recuperaciones sucesivas, quedamos siempre, cada vez, más atrás.

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