Por Eduardo Zamorano
Abogado / master en inteligencia estratégica por la Univ. Nac. de La Plata.
Columnista de Construcción Plural, el programa de Fernando Mauri.
MEDIO ORIENTE: ¿UNA GUERRA PERPETUA?
Pedro Brieger es sociólogo y analista de temas internacionales; en 2009 ganó el Martín Fierro a “mejor labor periodística” por su programa “VISION 7 INTERNACIONAL”. Es columnista permanente de “MARCA DE RADIO” el multipremiado ciclo radial de Eduardo Aliverti. Asimismo, tiene a su cargo la cátedra “Sociología de Medio Oriente” en la Universidad Nacional de Buenos Aires.
Vivió mucho tiempo en Israel y se asume como judío, no religioso pero sí como identidad cultural.
Su última obra: “EL CONFLICTO PALESTINO-ISRAELÍ-100 PREGUNTAS Y RESPUESTAS” ( Editorial Capital Intelectual (2010), Colección “Claves para Todos” dirigida por José Nun, ex Secretario de Cultura de la Nación) seguramente levantará polvareda. En ese sentido, cabe aclarar que Brieger no goza de simpatías en algunos sectores de la colectividad judía, donde critican ácidamente su presunta inclinación pro-palestina y hasta lo acusan de recibir estímulos dinerarios de empresarios árabes.
Por su parte, Brieger declama que su opus tiene un objetivo didáctico (de allí el formato de preguntas y respuestas), afirmando que: “….una idea medular de este libro es evitar las valoraciones -o la utilización de adjetivos- que poco ayudan a aclarar el problema”. Empero admite: “….que la objetividad en las ciencias sociales no existe”, tesis que -desde nuestro modesto lugar- conceptuamos opinable.
En efecto, Brieger está en lo cierto si por “objetividad” se entiende una neutralidad absoluta y sin fisuras; pero no se requiere ser un erudito para distinguir entre textos “con pretensión de objetividad” de aquéllos que, con mayor o menor sutileza, se exhiben como propagandísticos o directamente panfletarios.
Antes de ingresar en el libro de marras, una módica introducción de este comentarista.
Palestina es el nombre que los romanos dieron a la región donde se emplazaba el reino de Judea; el Imperio, en puja constante con las rebeliones judías, aspiraba a que con el cambio de denominación se desvinculara toda relación histórica del pueblo judío con esta tierra.
Luego de las dominaciones otomana y británica, en 1918, la Sociedad de las Naciones otorgó a Gran Bretaña un “mandato” (institución vetusta del derecho internacional público en cuya virtud una organización internacional otorga a un país la representación de los derechos y obligaciones de otro) sobre un territorio que limitaba con Egipto al sur, Libano y Siria al norte, Jordania al este, y el Mediterráneo al oeste (esto es, más o menos, la Palestina histórica).
Allí habitaban, desde luego los palestinos, pero también un creciente números de inmigrantes judíos provenientes de diferentes países, convocados por el Movimiento Sionista que propugnaba lograr un territorio para la dispersa nación judía de forma tal de fundar un Estado.
Va de suyo que el objetivo sionista se facilitó considerablemente cuando se conocieron las atrocidades perpetradas por los nazis en Europa, antes y durante la Segunda Guerra Mundial.
Así las cosas, los británicos resignaron su mandato y las Naciones Unidas dividió Palestina en dos Estados: uno judío y otro palestino, aproximadamente iguales en extensión. Allí comenzó el conflicto desgarrador entre ambos pueblos que perdura hasta hoy, con un pronóstico escéptico sobre una posible (y anhelada) solución.
Luego de esta elemental contextualización, aquí van algunos de los conceptos más controversiales del libro.
1.- El sionismo dificultó la creación de un movimiento nacional palestino anticolonial que se hubiera levantado en armas contra otomanos y británicos.
2.- El sionismo fue diferente del “colonialismo clásico” que implicó apropiarse de un territorio y despojarlo de sus riquezas naturales usando para tal cometido mano de obra local; por el contrario este Movimiento nunca tuvo por objetivo explotar la mano de obra local o extraer riquezas de Palestina a favor de alguna metrópoli.
3.- La partición de Palestina dispuesta por la ONU en 1947 fue aceptada por la conducción laborista del Estado judío dado que poseyendo apenas el seis por ciento de las tierras y conformando menos del treinta por ciento de la población, recibían el cincuenta por ciento del territorio. A la inversa, los palestinos rechazaron de plano la partición buscando la solidaridad de la Liga de Estados Arabes para revertir la creación de Israel.
4.- La definición de Israel como un “estado judío” implica que le pertenece a cualquiera que sus autoridades definan como “judío”, viva dentro o fuera del Estado. A su vez, por la negativa, ese Estado no les pertenece a los “no judíos” (palestinos, árabes de otros países, etc) que representan un veinte por ciento de la población.
5.- Estados Unidos ha brindado un apoyo incondicional a Israel por razones estratégicas ligadas a la denominada “guerra fría” hoy finalizada; pero además porque lo visualiza como un país “blanco y occidental” en el cual puede confiar, rodeado de países árabes donde existen ideologías antinorteamericanas en el grueso de sus habitantes, más allá que sus gobiernos mantengan con aquel país hegemónico alianzas coyunturales o estables.
NOTA DEL ESCRIBA: este respaldo puede disminuir ahora por otras “razones estratégicas” (complicaciones de los objetivos estadounidenses en Afganistán e Irak debidas, en gran medida, a la intransigencia israelí), tal como describe Carlos Escudé en la nota “Israel: Realismo Periférico” publicada en La Nación del 7/4/10.
6.- El terrorismo palestino explotó después que los Estados Arabes fueran derrotados en tres oportunidades consecutivas por Israel ( 1948; 1956; y sobre todo la espectacular victoria de la “Guerra de los Seis Días” en 1967). A partir de este último revés, la resistencia palestina perdió la confianza en que los Estados Arabes darían solución a sus reclamos mediante guerras convencionales; ergo, asumieron directamente la lucha armada contra Israel empleando la metodología que suelen adoptar los débiles contra los fuertes.
NOTA DEL ESCRIBA: Aunque se trata de un dato históricamente comprobable ninguna causa, por más noble que sea, autoriza matar, herir, o poner en riesgo a personas indeterminadas.
7.- El colapso del “socialismo real” incidió negativamente en el curso del conflicto en tanto aspectos ideológicos cercanos entre israelíes (Partido Laborista) y palestinos (Al Fatah) perdieron gravitación a expensas de los partidos religiosos más cerrados y belicistas.
8.- Precisamente, la emergencia de grupos religiosos fundamentalistas colaboró al asesinato de Itzac Rabin, acusado de “traidor” por suscribir los Acuerdos de Oslo, a manos de un militante religioso bendecido por un rabino.
9.- La contrapartida palestina fue el surgimiento y expansión de dos organizaciones armadas religiosas: HAMAS en la Franja de Gaza y Cisjordania (territorio teóricamente palestino aunque controlado militarmente por Israel); y HEZBOLA en Líbano.
Para Brieger los atentados a la Embajada de Israel en la Argentina y a la Mutual Judía fueron operados por Hezbolá con logística iraní en represalia por la “ejecución selectiva” en 1992 de su líder, Abas Musawi, por parte de Israel.
10.- Actualmente en Israel los conceptos políticos de “izquierda” y “derecha” tienen significaciones diferentes a aquéllas que se les adjudican en el resto del mundo. En este sentido la izquierda propicia la devolución de los territorios ocupados como requisito indispensable para cualquier negociación; en tanto que la derecha (hoy gobernante) impulsa una consolidación militar para negociar desde una posición de fuerza, devolviendo sólo algunos de los territorios ocupados y nunca Jerusalén oriental.
Ciertamente, estimados lectores, las diez afirmaciones precedentes se tomaron al sólo efecto de ejemplificar la temática y el contenido desafiante del libro. En modo alguno implican una visión acabada del pensamiento de Brieger.
Por último, para restar dramatismo al núcleo de su trabajo, el autor culmina con una humorada: israelíes y palestinos comenzarían a resolver sus problemas sentándose alrededor de una mesa para compartir “KNAFE” y “BAVARIA” (comidas típicas de ambos pueblos), acompañados de una “NARGUILE”, la famosa pipa de agua.
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