miércoles, junio 16, 2010

Los anfitriones del Mundial - Un acercamiento distinto a Sudáfrica

Por Eduardo Zamorano 

Abogado / master en inteligencia estratégica por la Univ. Nac. de La Plata. 

Columnista de Construcción Plural, el programa de Fernando Mauri




El Campeonato Mundial de Futbol ha puesto en vidriera la República de Sudáfrica; los grandes medios, principalmente gráficos, han realizado semblanzas del país y su accidentada historia.
Por lo tanto, carecería de sentido agregar más elementos a un tema en extremo transitado durante las últimas semanas.
Empero, nos parece interesante una mirada sobre uno de los asuntos abordados con mayor insistencia: el tristemente célebre “apartheid”.

Incursionamos en la cuestión porque su tratamiento mediático, en líneas generales  -seguramente hay honrosas excepciones-, nos ha resultado un tanto superficial; en efecto, las notas sobre el particular narran las atrocidades perpetradas por los segregacionistas, regodeándose en anécdotas sobre su crueldad y describiendo, con alguna dosis de morbo, las inicuas humillaciones soportadas por la población negra.

Sin embargo, no hemos leído explicaciones sobre las causas de semejante fenómeno social y, menos aún, respecto a su inexplicable permanencia durante interminables cuarenta años a pesar de las reiteradas condenas de la mayor parte de los países, organismos internacionales, y entidades humanitarias.

De allí que nuestra intención en estas líneas, es aportar  -desde el modesto lugar del observador con inquietudes y sin pretensiones teorizantes-   algunas ideas sobre estos vacíos informativos.
  
LOS ORIGENES

La actual Sudáfrica comprende un territorio que, aproximadamente, posee una superficie equivalente a la mitad de la Argentina.

A principios del siglo XVIII, ingresaron colonos holandeses (llamados BÖERS o AFRIKANERS) dedicados a la agricultura y ganadería. Esta población europea coexistía con las diversas etnias, diferenciadas por idiomas y costumbres, que originalmente ocupaban esa región, las cuales se denominaron genéricamente: “bantúes”.

Un siglo después se produjo la penetración británica¸ desplazando a los afrikaners de Ciudad del Cabo hacia la zona mediterránea.
El descubrimiento de yacimientos de diamantes y oro desató la guerra entre británicos y böers
En 1910 se crea la Unión Sudafricana como parte del Commonwelth.

Después de la segunda década del siglo XX comienza la política de segregación racial conocida como “apartheid” (que significa “separación” en lengüa afrikaner).

Ella se basa en el temor de los blancos a ser desbordados por los negros debido a que constituían una mayoría abrumadora y con una tasa de natalidad superior (actualmente, hay un 80% de negros, 10% de mestizos, y 10% de blancos descendientes de británicos y holandeses).

La primera causal de la segregación fue, entonces, el miedo de la minoría blanca de resultar fagocitada por la mayoría negra. Ello justificado en el argumento de que debían “preservar su civilización” , y que era imposible la asimilación de culturas tan radicalmente diversas.

Sin embargo, el apartheid se institucionaliza recién en 1948, momento a partir del cual se establece un cuerpo normativo tendiente a operativizarlo con medidas de extrema crueldad tales como:

  • Aislamiento poblacional, asignando zonas miserables a los negros.
  • Prohibición de convivir en escuelas, lugares públicos, medios de transporte, etc.
  • Prohibición de matrimonios mixtos y hasta de tener sexo interracial.
  • Limitaciones para acceder a empleos públicos.
  •  
Esta política es impulsada por el Partido Nacional (donde se unifican los descendientes de británicos y böers), mientras que la resistencia negra es dirigida por el Congreso Nacional Africano.


LOS CONDENADOS DE LA TIERRA

La segunda causa del apartheid y elemento que contribuyó a su ominosa permanencia a pesar de las reiteradas protestas de la ONU y demás organismos internacionales, hay que buscarla en las proyecciones de la Guerra Fría en el Continente Africano.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, comienza un acelerado proceso de descolonización en diferentes regiones del globo, pero con particular énfasis en Africa donde proliferaban los enclaves apropiados por las potencias europeas.
Para dimensionar la dominación, baste recordar que en 1926, Liberia prácticamente pertenecía a Firestone Tire and Rubber Company, firma que poseía 400.000Ha de plantaciones de heveas (arbusto de donde se extrae el caucho).

Durante la década del cincuenta, este fenómeno emancipatorio se verifica, principalmente, en Africa del Norte. En algunos casos de manera, más o menos, pacífica (Egipto y Libia), en otros mediante extrema violencia (Argelia, Angola y Mozambique).

Posteriormente, la ola independentista se extiende al Africa subsahariana habitada por población de raza negra.

En esta zona, las luchas autonómicas se amalgaman con reivindicaciones sociales y raciales.
Se pretende la independencia pero también el socialismo y la reivindicación de la “negritud”.

El psiquiatra francés (nacido en Martinica) Franz Fanon escribe un libro que tendrá una extraordinaria gravitación en Africa pero también habrá de nutrir ideológicamente a grupos revolucionarios de todas latitudes. Se trata de “LOS CONDENADOS DE LA TIERRA, prologado por Jean Paul Sartre, donde  -más allá de la prédica antimperialista y socializante-   expone la noción de panafricanismo orientada a que los pueblos negros unifiquen esfuerzos para derrotar a sus opresores blancos.

La revolución estalla en el Africa Negra: El Che Guevara y Patricio Lumumba en el Congo;  Amilcar Cabral en Guinea; y Julios Nyerere en Tanzania son claros exponentes de estos vientos de rebeldía.

Desde luego, la contrapartida de este proceso es la acentuación del apartheid en Sudáfrica, ahora con la discreta condescendencia de los Estados Unidos y Francia que entrenan y pertrechan al ejército sudafricano al punto de convertirlo en el más poderoso del continente. En el marco de la confrontación este/oeste, y con los países negros próximos a la entonces Unión Soviética, los americanos necesitaban una punta de lanza que disuadiera eventuales expansiones.

Así, en simultáneo con la legislación racista, el gobierno sudafricano sanciona una ley de represión del comunismo de aristas aún más severa que la 17401 dictada en nuestro país durante el Onganiato.


MANDELA Y EL EQUILIBRIO INESTABLE

No es casual, entonces, la coincidencia temporal entre Guerra Fría y apartheid al punto que el régimen comienza a flexibilizarse en 1989 cuando el derrumbe del Muro de Berlín abría al camino hacia el fin del llamado “socialismo real”.

El gobierno de Frederick De Klerk empieza a demoler el sistema, empezando por la liberación de Nelson Mandela luego de 27 años en prisión, circunstancia de trascendencia mundial y con nítido simbolismo hacia los nuevos rumbos.

En 1994 hay elecciones libres venciendo Mandela, reformándose la Constitución, y terminando con la segregación.

De todas formas, la liquidación del aparheid no surgió del “poder catártico de la violencia revolucionaria” como preconizaba Fanon, sino de arduas negociaciones orientadas a evitar el juzgamiento  -y seguro encarcelamiento de por vida-  masivo de sus responsables.

En este sentido, con el auspicio directo de Mandela, se crea la Comisión de la Verdad y la Reconciliación que otorga una amnistía general a condición del arrepentimiento público de quienes participaron o apoyaron la segregación.

Afortunadamente el apartheid es una etapa superada, en tanto desaparecieron las condiciones objetivas para su desarrollo y sustentabilidad. Sin embargo, no hay todavía una auténtica integración en Sudáfrica. Tampoco existe agresividad o revanchismo entre negros y blancos aunque resultaron inquietantes las multitudes enfervorizadas que despidieron al energúmeno supremacista Eugene Terreblanche asesinado por sus peones negros.

El Congreso Nacional Africano (agrupación política “movimientista” similar al peronismo) tiene hegemonía en lo político así como la elite blanca controla el poder económico.
A pesar de que el 44% de la población (negra, se entiende) está por debajo de la línea de pobreza, muchos accedieron a la clase media gozando de un status notoriamente superior a sus hermanos. 


La brecha entre ricos y pobres, sean blancos o negros, es descomunal.

Por ello, más allá de Mandela y de la superación del apartheid, Sudáfrica no ha dejado de ser “el país del arco iris”.-

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