martes, noviembre 30, 2010

Futuros posibles ya sin Néstor Kirchner

Por Eduardo Zamorano

Abogado laboralista /master en Inteligencia estratégica por la Univ. Nac. de La Plata.  

Columnista de Construcción Plural, el programa de Fernando Mauri.
Dentro del campo de las ciencias sociales, existe una metodología de análisis denominada PROSPECTIVA; ella consiste en imaginar escenarios futuros, llamados “futuribles”, y en ocasiones determinar su grado de probabilidad.

Cualquiera sea la postura del lector, nadie puede ignorar que el deceso del ex presidente Kirchner provocó un cataclismo político de proporciones.  Ya nada será igual en la administración de Cristina así como respecto a las visiones sobre el porvenir.

A partir de esta circunstancia imprevista, intentaremos construir futuribles en relación a tres situaciones diferentes, a saber:

(i)     La gestión de gobierno durante el último año de mandato de la Presidenta.

(ii)   El reacomodamiento del “Movimiento Peronista” así como los grupos apodados “transversales” que convergen en el kirchnerismo.

(iii) Las chances electorales de oficialismo y oposición para 2011.



LA GESTION

La Presidenta encuentra un avance espectacular en su imagen pública.
Es factible que este notable progreso reconozca componentes sentimentales. Dicho con respeto y a manera de metáfora:

“La viuda heroica que,  ahogando el sufrimiento por la pérdida irreparable de su compañero de vida y militancia, aprisiona el timón con empuje y firmeza”.

Esta percepción de la realidad, en forma espontánea o inducida,  es comprensible que esté  alojada en mucha gente.
Es  verdad que ese elemento predominantemente emocional suele ser efímero; el transcurso del tiempo y las peripecias cotidianas que inevitablemente experimenta la población,  pueden relativizarlo retornando a enfoques más críticos de los gobernantes.

De todas maneras la situación económica, en términos de crecimiento, se presenta auspiciosa ya que los expertos auguran que continuará la demanda externa de productos primarios así como el provechoso intercambio con Brasil.

Este panorama optimista se opaca por el fantasma de la inflación.  Si bien hasta el presente el problema parece controlado y no ha repercutido negativamente en lo político,  una eventual espiralización de los precios de productos y servicios podría trastocar las perspectivas.

La situación regional también se presenta favorable al oficialismo. En efecto, con sus inocultables matices y pocas excepciones (Chile, Colombia y en alguna medida Perú), los gobiernos de nuestros vecinos tienen afinidad con las políticas kirchneristas.  El triunfo de Dilma Roussef es un dato especialmente relevante en este terreno.

Entre los posibles escollos con los cuales puede tropezar Cristina, debe computarse el complejo tema de la inseguridad urbana.
Sería necio e irresponsable negar (o minimizar) el incremento de la criminalidad    -mayorista y al menudeo-   en el ámbito capitalino y el conurbano bonaerense.
Pero, asimismo, configuraría una torpeza adjudicar el flagelo exclusivamente a la administración kirchnerista.  Más aún, tanto desde lo cuantitativo como cualitativo, todavía, estamos lejos de los comandos cariocas, los carteles mejicanos, o las maras de Centroamérica.
Sin embargo, las señales de alarma están encendidas.  La dualización social, la anomia generalizada y un aparato de seguridad ineficiente alimentan el fenómeno y nos colocan en el camino más peligroso.

Algunos analistas visualizan una posible “radicalización” del curso del gobierno. Nos resulta improbable que se adopte una orientación de esa índole; antes bien, es previsible que ciertas acciones continúen pero sin tanta exacerbación (vrcia la “guerra” con el multimedio Clarín), otras se suspendan hasta las elecciones (el proyecto de “participación en las ganancias” de Moyano y Recalde), y algunas directamente ingresen al freezer por tiempo indeterminado (  “la puja” con la Corte Suprema, fruto de ciertos pronunciamientos urticantes para el gobierno).


EL JUEGO POLITICO

Cristina y su entorno más próximo dan claras señalas que no habrá “UN” reemplazante para la urdimbre política que Néstor concentraba con obsesión.  No hay margen y/o candidatos con el pinét necesario para  “regentes” como Richelieu.

Ello obedece a razones bastante obvias. En primer lugar la dificultad objetiva para encontrar alguien sagaz y trabajólico como Kirchner para quién la rosca política era casi un modo de vida. En segundo término, si apareciera un portento similar se plantearía una rivalidad con la presidenta, ahora agravada por la inexistencia del vínculo matrimonial donde EL PODER era un bien ganancial. Por último, los estrategas oficiales   -más allá del dolor y la tristeza que aún perduran en el núcleo de acero kirchnerista-    advierten que la abrupta desaparición del astro rey, lejos de favorecer a los opositores, desbarató la rudimentaria táctica del emblocamiento parlamentario, pulverizó su precaria cohesión con vistas a un hipotético balotage, y engordó las irreductibles vanidades de sus líderes llegando hasta el ridículo.

¿Cuál sería, entonces, la ganancia de propulsar un clon de Néstor?

Un asunto más complejo es el equilibrio entre diversas ramas kirchneristas.
Cristina no se apartará del proverbial pragmatismo de su difunto marido: el soporte principal seguirá siendo ese conglomerado original que agrupa: sindicatos, gobernadores, intendentes y punteros.  Este sector, pese a estar menos susceptible e ideologizado en comparación con otras épocas, no sale de los márgenes de “la patria peronista contenida en las Veinte Verdades del General”.

Pero recostarse en el “movimiento” fiel a la ortodoxia,  requiere una maniobra fina y sutil: no desairar a los organismos de derechos humanos, las organizaciones sociales piqueteras, y sobre todo a los nuevos y promisorios contingentes juveniles

A nuestro entender, este es el desafío mas arduo porque, a diferencia de los inefables “muchachos”,  en estos grupos hay un fuerte componente ideológico, así como cierta impaciencia inherente a la militancia joven y reciente.

De todas formas, Cristina aprendió la lección de la historia: no habrá trasvasamiento generacional ni formaciones especiales.
Es probable que mimetizándose en el juego pendular del General, le diga a cada uno lo que quiere oir….por el momento.


LAS ELECCIONES

La encuestadora Management & Fit adjudica a Cristina un 56% de imagen positiva, dato singular si pensamos que un año atrás le asignaba solo un 20%.

Debe puntualizarse que antes del impacto popular masivo causado por la muerte de Néstor,  la imagen de la Presidenta venía subiendo, de manera lenta pero sostenida, al punto de superar el 30% en julio del corriente.
Este salto de popularidad favorable se traduce en una intencion de voto cercana al 45%.
(Fuente: Revista Noticias del 20/11/2010).

Aunque no sería correcto efectuar una proyeccion lineal a la fecha del próximo comicio, si la Presidente buscara la reelección, estos guarismos le permitirían ganar cómoda en primera vuelta.
Por lo demás, las mismas encuestas asignan una paupérrima intención de voto a los principales referentes de la errática oposición (Cobos, Macri, Alfonsín, Duhalde, y Pino Solanas).

Hay otro elemento que fogonea las chances reeleccionistas de Cristina.  En la segunda parte de este trabajo, titulada: “¿NACE LA JOTAKA?”, dimos cuenta del fenómeno que se expresa en crecientes adhesiones juveniles al oficialismo.

En este sentido y siempre buscando anticipar posibles escenarios electorales,  la Dirección Nacional Electoral proporciona estos datos: los ciudadanos comprendidos entre los 18 y los 35 años representan el 33% del padrón actualizado, lo que en números concretos significa ocho millones de votos.


Finalmente, hay otra variable que no puede descartarse: si la oposición persiste en trabar los proyectos gubernamentales en el Parlamento, la Presidenta encontraría un pretexto, dotado de cierta solidez y razonabilidad,  para adelantar las elecciones procurando eludir la posible erosión de sus actuales índices de aprobación.

Conviene recordar que la táctica proselitista utilizada por el matrimonio Kirchner para la elección presidencial de 2007, consistió en generar la sensación de que Cristina sería la arquitecta de la “institucionalidad”.
En efecto, respaldándose en el piso inamovible del 30% que se le reconoce al peronismo en cualquiera de sus variantes, las usinas oficiales instalaron este concepto direccionado al electorado independiente:

“Nestor encontró un país devastado, y alcanzó la presidencia con tal solo el 22% de los sufragios. Esta anomalía de origen, lo obligó a reconstruir el poder y autoridad presidencial a cualquier costo, incluso asumiendo desprolijidades y gestos autoritarios.
Pero ya logrado el objetivo, con Cristina comienza una etapa de moderación y equilibrio, en la cual se pondrán los acentos en la consolidación de las instituciones republicanas”.

Ya con Cristina instalada en el sillón de Rivadavia,  los hechos objetivos evidenciaron que lo anterior no pasaba de un efectivo eslogan de campaña.

Los buenos resultados de 2007 estimulan una reproducción, corregida y adaptada, de aquella metodología;  ello permite vislumbrar una Cristina de aspecto sereno, buscando el perfil de “estadista”, distante de las miserias de la política cotidiana, y levantando, siquiera parcialmente, la ofensiva de confrontación que signó los últimos días de su marido.

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