Informe económico semanal del Bco. Ciudad
La inflación volvió a ubicarse en noviembre en un rango del 1,5% al 2% mensual (25% anual). Si bien en el mes “ayudó” la caída de los precios estacionales y la estabilidad de los regulados, el “núcleo duro” de la inflación (IPC resto) volvió a acelerarse, hasta un 27% interanual.
A nivel de rubros, los alimentos y bebidas siguen liderando las subas, con un crecimiento de 37% en el último año. Los alimentos fueron responsables, por sí solos, de la mitad de la inflación del mes, a la vez que son el único capítulo del IPC que crece a un ritmo superior al del nivel general.
La estabilidad cambiaria está evitando una aceleración inflacionaria, pero no logra frenarla. En un mundo en el que el dólar se devalúa, la estabilidad nominal peso-dólar llevó a “importar” la inflación de alimentos global, que se montó a su vez sobre la escasez de carne en Argentina. Los precios de la hacienda más que se duplicaron en el último año, capturando el precio de la carne en mostrador alrededor del 80% de esa variación. Como resultado, las carnes rojas fueron responsables de cerca de 4 de los 25 puntos de inflación del año, sumándose a ello el encarecimiento de los productos sustitutos.
La “maldición” de la carne vacuna en 2010, podría ser una “bendición” en 2011. Hoy el precio del kilo vivo de novillo en Argentina es similar al de EE.UU. y supera incluso al de Uruguay. En la medida que la postergada convergencia con los precios internacionales ya fue hecha, el salto en el precio de la carne de 2010 no debería repetirse. En un escenario en el que el precio de la carne crezca 10% el próximo año (en línea con los precios internacionales del último tiempo) y que los demás alimentos y bebidas aumenten 30%, los restantes capítulos del IPC podrían acelerar su ritmo de crecimiento en casi una vez y media, sin que ello implique llevar la inflación por encima del rango 25%-30%.
Con la inflación del “changuito” rondando el 40% anual, la decisión gubernamental de lanzar el pacto social tuvo por objeto encuadrar una discusión salarial que (en un año electoral) corría el riesgo de trepar a un peligroso 30-40%.
Ya hubo en Argentina un infructuoso intento de “pacto social”, con el Plan Gelbard de 1973. El entonces Ministro de Economía de Cámpora logró sentar en la misma mesa al gobierno, sindicatos y empresariado, para firmar pautas de aumentos de precios y salarios por dos años con el fin de contener la escalada inflacionaria. Si bien el plan contuvo inicialmente los reclamos salariales, las condiciones económicas y políticas de la turbulenta Argentina de aquellos años pusieron en jaque al acuerdo tripartito.
El gobierno podría estar jugando su “bala de plata” para una contención “indolora” de la inflación. Hoy por hoy todo indica que el pacto social es más político que económico, buscándose una “foto” con el empresariado y los sindicatos en pos de dar señales de gobernabilidad, dejando afuera a la oposición.
La lógica económica de un pacto social exitoso tradicionalmente se basa en fijar una pauta de aumentos de precios y salarios que permita ganar tiempo mientras se hace un “delivery” de políticas que moderen la inflación. Con un crecimiento del gasto público al 40% anual y de los agregados monetarios mayor al 30%, se corre el serio riesgo de perder toda credibilidad para futuros acuerdos (o incluso mantener el vigente), de no mediar un giro en la política económica capaz de encuadrar la inflación con la pauta salarial planteada por el propio gobierno (20%).
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