lunes, junio 27, 2011

Cristina y Octubre


Por Eduardo Zamorano


Abogado / Master en Inteligencia estratégica por la Univ. Nac. de La Plata. 

Columnista de Construcción Plural, el programa de Fernando Mauri.




Faltan algo mas que cien días para las elecciones presidenciales, en las cuales -según encuestas conocidas hasta el presente- la Presidenta Cristina Fernández se impondría con holgura al punto de obviarse el ballotage.


Analistas sofisticados, culturosos, y sesudos -sea con ánimo laudatorio o crítico- expusieron teorías diversas para explicar su eventual triunfo contundente. Sin embargo, a nuestro humilde entender, las razones más claras las brindó alguien que no es precisamente un intelectual de fuste.


Nos referimos a la nota de Luis Majul, titulada: “¿Cristina ya ganó?”, publicada en La Nación del 23/6/11. Allí el periodista de marras -que no descolla por su altura intelectual aunque sí por su astucia y pragmatismo- realiza sus pronósticos basándose en los dichos de un anónimo consultor de primer nivel “que no trabaja para el gobierno”.


Desde su cómoda clandestinidad, el supuesto encuestólogo lanza estas afirmaciones:


• Actualmente la intención de voto de la Dra. Fernández está entre el 43 y el 46 por ciento.


• Supera por entre 20 y 25 puntos a Ricardo Alfonsín.


• Los recientes escándalos “Schoklender” e “Inadi” no afectaron la imagen de la presidenta.


• Las razones del apoyo a Cristina serían, en orden de importancia: “las medidas sociales, la política económica, su situación personal, y la política de derechos humanos”.


Ante todo nos parece que el famoso “consultor” encubierto sólo existe en la imaginación del eléctrico comunicador, quién se ha valido de un personaje de ficción para desarrollar sus propias elucubraciones.


En efecto, el periodista de mentas ha dado muestras de frecuentar un periodismo oportunista, el cual, en no pocas ocasiones, está en la “cornisa” del amarillismo.


Empero, en este caso -y sin vanagloriarnos por ello- compartimos, en gran medida, sus pálpitos por las razones que expondremos a continuación.


(i) Con el criterio más restrictivo, es sabido que el “peronismo”, ese conglomerado “gigantesco y miope” -como alguna vez definiera Cooke- , representa un voto cautivo e inamovible del 30% del electorado. Hoy ese sector está mayoritariamente con Cristina; pueden existir desprendimientos pequeños a favor de Duhalde y Rodríguez Saa, los cuales, en el mejor de los casos, restarían un 12% del total de este sector.


Por ende, la presidenta arranca con un 18% inquebrantable.



(ii) La franja etaria que va de los dieciocho a los treinta años ronda el 20% del padrón. Un conjunto de circunstancias (cuya descripción en detalle efectuamos en las tres ediciones de Panorama referidas al fallecimiento de Néstor Kirchner) indujeron visiones favorables al oficialismo en buena parte de los jóvenes. También siendo avaros asignémosle a Cristina un 8% de votos provenientes de este cuadrante.



(iii) Desde que, por prematuras y lamentables causas biológicas, terminó el “doble comando”, Cristina se convirtió en la única referente del kirchnerismo y real conductora de la gestión gubernativa. Cristina mandó señales positivas a los grupos denominados “transversales” -nos referimos a sectores de centro izquierda próximos al kirchnerismo inaugural- que se habían retraído a partir de la cuasi obligada “peronización” de Néstor, despertando un renovado entusiasmo. Aquí, siguiendo con la mezquindad en la adjudicación de votos, la presidenta captura un 5%.



(iv) A despecho de los opositores que claman por la finalización del “efecto luto”, la viudez de Cristina, su entereza para afrontar la adversidad en el terreno personal, los arrestos para sobreponerse a la tristeza por la pérdida del compañero de toda una vida, despiertan la empatía de mucha gente. Ello significa que “el vestidito negro” suministra otro 4% de votantes.



(v) Por último la bonanza económica de superficie, el temor a que un cambio la malogre, el “voto cuota”, etc. aportan como mínimo un nuevo 5%.



En conclusión, deconstruyendo restrictivamente el voto cristinista, arribamos con soltura a un 40%, guarismo que no está lejano al aventurado por el fantasmal consultor de Majul.



II.- DIFERENCIA CON EL OPOSITOR MAS VOTADO



Faltando tan poco para las elecciones, no existe un desafiante capaz de polarizar al antikirchnmerismo.


En una conjetura despojada de generosidad, vimos que el 40% es un porcentual más que posible para la presidenta. Ello significa que para forzar la segunda vuelta (obviamente, única instancia donde podría trastabillar la reelección), el challenguer está obligado a lograr una diferencia que, como mínimo, no supere el 10% (traje a medida para el peronismo, de rango constitucional, debido a la pericia del “sastre” Carlos Saúl Menem).



Ahora bien, al día de hoy, desde el arco opositor se presentan como candidatos más importantes: Alfonsín, Duhalde, Rodríguez Saa, Binner, y Carrió. Este popurrí presume una dispersión de votos considerable, lo cual resulta letal en función del objetivo de arañar el codiciado 30% que, en este ejercicio teórico que proponemos al lector, permitiría el quimérico ballotage.





III.- EL RIESGO ARGENTINO



A estar a nuestro análisis anterior parecería que la elección de octubre será una mera formalidad, una paseo de ribetes monárquicos, la confirmación del eslogan oficialista: “Ya Ganamos”.


Sin embargo no debe olvidarse que estamos en la Argentina. Somos un país controversial, discutido, destinatario de críticas y elogios, pero con un rasgo difícil de impugnar: nuestra imprevisibilidad.



Esta condición se conecta con el ánimo, cambiante y voluble, de su pueblo. Es posible, como sostiene el “ignoto consultor majuliano”, que los recientes escándalos de corrupción -peligrosamente cercanos a la cúpula del poder- no hayan mellado en demasía la intención de voto cristinista. Empero, todo indicaría que en estos episodios recién quedó a la intemperie la punta del iceberg, y que la emergencia de nuevos pormenores (vrcia: la utilización de aviones de Schoklender por el alto funcionariato) causaría mayor erosión.


De todas formas, pese a la gravedad de estas circunstancias, todo indicaría que no son decisivas para orientar el voto del grueso de la sociedad argentina.



Admitamos que el argentino medio es exitista, suele votar a “ganador”; en este sentido, no es desdeñable aquilatar estos datos:

• Las elecciones en Santa Fé, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y Córdoba se presentan arduas para el kirchnerismo. No es desdeñable que se impongan candidatos opositores.



• Casi inmediatamente, deben realizarse las extravagantes “Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias-PASO”. Más allá de las buenas intenciones que las inspiraron, los distintos “espacios políticos” (en la Argentina los partidos virtualmente no existen) ya confeccionaron el grueso de sus listas de candidatos, lo cual torna inoficioso el comicio primario. Sin embargo, el caudal de votos que cosechen las diferentes coaliciones en danza podría inducir deserciones en algunos candidatos a la presidencia y la consecuente adhesión de su respectiva coalición -a ese nivel- en apoyo al opositor con mayores chances.





• A las variables descriptas podría añadirse una tercera contingencia. Puede observarse que en la designación del Vicepresidente y del Vicegobernador de la Provincia de Buenos Aires; como asimismo en la confección de las listas a Senadores y Diputados, Cristina ha priorizado a los sectores genuinamente kirchneristas en detrimento de la nomenklatura partidaria y sindical.


En el peronismo la “Verdad Veintiuno” no escrita pero siempre en candelero es: “la ética de la traición”.



En esta hamletiana modalidad, tanto los señores feudales del conurbano como los gremialistas son refinados expertos.


A nuestro entender, es un flanco sensible que, posiblemente, el entorno cristinista subestimó.


“DONDE MENOS SE PIENSA, SALTA LA LIEBRE”, era uno de los refranes favoritos del General.

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