Hacer política o el arte de la didáctica
Por León Guinsburg
La interpretación vulgar de la frase “hacer política” pasa por amalgamar juegos de alianza para alcanzar posiciones de poder y cautivar los oídos del pueblo con palabras que suenen a clámides angelicales. Sin embargo, el arte definido desde distintos planos por Aristóteles y Macchiavelo no es posibilista ni hijo de la oportunidad, porque la fuente de la acción de convencer funda su esencia en la consecución del bien común, si se lo entiende cabalmente.
Si bien la seducción forma parte del ejercicio, es insuficiente si de modificar la realidad se tratare, como lo es también concitar intereses y ambiciones comunes de individuos que solo persiguen su propia gloria o ambición. La política es, de por sí, interactiva, por lo menos en un estado democrático; y el sufragio no solo premia o castiga, sino que su lectura encierra, en profundidad, el lineamiento perseguido por las masas –según el entendimiento de Ortega y Gasset-, para concretar aspiraciones en común.
La Argentina pasó etapas de “minorías caracterizadas”, procesos cuasi revolucionarios, dictaduras militares y gobiernos constitucionales o semi constitucionales tímidos, erráticos o poco proclives a las grades transformaciones en su mayoría. Hoy, inmersa en la híper politización, presencia variables en los modos y las formas de “hacer política”.
Cristina Fernández, a su modo de gobernar lo apuntaló con su forma discursiva, aparte de la simpatía o antipatía que provoque su personalidad. Dejando rispideces de lado . aunque no la energía-, inauguró sin resignar el factor emocional una metodología discursiva rotunda y convincente: el discurso didáctico. No sólo expone obras y acciones de gobierno, sino que también las explica, con sus qué y cómo, mas pormenorizadas exposiciones sobre el contexto nacional e internacional, con convicción y conocimiento. Asimismo, involucra en el protagonismo a gobernadores, intendentes y funcionarios, sin olvidar a empresarios, académicos y trabajadores.
La presidente recrea un estilo cultivado por pocos líderes, entre ellos Juan Perón y el prestigioso presidente poeta checo Vaclav Havel . Emtre tanto, el arco opositor diluye argumentos en cuestionar, deplorar y acusar. O con enunciados generales parecidos al lugar común. Mientras, el segmento mediático incurre en titulares corrosivos al igual que los sectores afectados en sus privilegios, que descalifica mediante argumentaciones que slrven solo para develar intereses de grupo.
El formato racional y pedagógico acompaña a las políticas de Estado –más allá de su acierto o al “ciclo favorable” como estiman algunos-conquistando estratos transversales que se reconocen beneficiados.
“Hacer política” en este mundo donde las potencias pugnan por restaurar el colonialismo a fuerza de intervenciones armadas y donde el universo difícil e inescrupuloso de las finanzas se atora con su propia saliva, ya es un hilado fino en las naciones cuya independencia real basa em el emblocamiento efectivo y el desarrollo real de sus pueblos. Y la política inteligente, además, de afianzar sistemas de crecimiento económico y saldar deudas sociales, está en la percepción pedagógica, en la concurrencia de vectores de conocimiento que hagan a los pueblos más informados, pensantes y cultos. En síntesis, propender a que la adhesión no surja de abstracciones, sino de hechos y argumentos contestes.
Concluyamos que en política, la trivialidad solo conduce a que plíticos – y también advenedizos incrustados en la política-, que no entiendan esto, corren el riesgo de creer ser cuando los demás creen que son otra cosa y no saber ellos mismos quienes son en realidad en un contexto demasiado complejo, donde la dinámica política no acepta propuestas ni cuestionamientos sin explicación coherente.
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