jueves, junio 28, 2012

Juego de suma cero

Por Eduardo Zamorano
Abogado
Columnista de Construcción Plural, el programa de Fernando Mauri.



Los conflictos de intereses, cualquiera sea su ámbito y magnitud, pueden resolverse mediante la confrontación (bélica, diplomática, judicial, etc), o la negociación entre las partes involucradas. Para la segunda alternativa los expertos suelen aplicar técnicas inspiradas en la llamada “teoría de los juegos”; como es sabido, estos modelos matemáticos -uno de sus propulsores fue el célebre John Forbes Nash, la “mente brillante” que, pese a su esquizofrenia, obtuvo el Premio Nóbel- se extrapolaron con éxito a las ciencias sociales. En ocasiones, la intransigencia y obstinación de las partes, aferrándose rígidamente a sus posiciones, lleva a lo que se conoce como “juego de suma cero”: ninguno de los partícipes obtiene ventaja alguna; en definitiva, todos pierden. Un país, preocupado y dubitativo, asiste a un conflicto entre el Gobierno y la CGT o, tal vez mejor expresado: entre Cristina y Moyano, el cual amenaza concluir como un juego de suma cero. No quiero extenderme en la génesis del problema, ya que los lectores posiblemente me superen en su conocimiento

Por ello, me limito a trazar una síntesis con el único propósito de colocar en contexto estas reflexiones.

(i) El Gobierno, aunque no lo explicite ¿por cábala, temor, o soberbia?, está implementando un ajuste tendiente a disminuir la inflación, frenar el drenaje de capitales, disminuir el déficit fiscal, y evitar que la balanza comercial se torne negativa.

(ii) En aras de ese objetivo, entre otras acciones, propició una negociación colectiva a la baja teniendo en cuenta las expectativas gremiales, y se muestra reticente a subir el tope del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias y su equivalente en materia de asignaciones familiares.

(iii) La paritaria de camioneros fue el detonante para una pelea de proporciones. El gremio de choferes pidió un treinta por ciento de aumento (además de compensaciones a cargo de las empresas por los montos a tributar por ganancias y los salarios familiares dejados de percibir al no cambiarse las normas); no acató la conciliación obligatoria; y bloqueó una planta distribuidora de combustibles.

(iv) En respuesta el gobierno aplicó al sindicato una multa de cuatro millones de pesos; inició acciones penales contra Hugo y Pablo Moyano imputándoles los delitos de coacción agravada y entorpecimiento del transporte; y amenazó con promover acciones judiciales para quitarle la personería gremial al gremio.

(v) Al conocer la retaliación gubernamental, Moyano anunció un paro general durante el programa televisivo “A Dos Voces”, propalado por la señal TN del grupo “Clarín” y conducido por el periodista Marcelo Bonelli -de reconocida facilidad de palabra y exquisita dicción-, el cual quedó sin efecto dado un súbito acuerdo con la cámara empresaria en base a un 25,5% de incremento salarial. En sustitución a la medida de fuerza abortada, convocó a una movilización y acto en Plaza de Mayo (27/6) por la modificación del impuesto a las ganancias y las asignaciones familiares. La disputa entre Moyano y Cristina parece estar dirimiendo la ampliación o mantenimiento de espacios de poder, según se trate del primero o la segunda. A la luz de la sensatez, semeja un diálogo de sordos a costillas de la tranquilidad de la sociedad argentina. Veamos: 1.- Moyano parece no advertir la distorsión fenomenal entre salarios, costo de vida, y atraso cambiario; así como las nefastas consecuencias de este fenómeno. Desde 2003 a la fecha, los precios crecieron 193%; los salarios 400%, y el dólar americano 64%. La combinación de estos factores genera que los salarios, medidos en dólares, crecieran un 250% tomando como base el 2003. Ello afecta la competitividad empresaria, desalienta exportaciones, y facilita el ingreso de productos importados a precio de dumping en detrimento de los elaborados en el país. 2.- El Gobierno -aunque procure disimularla- conoce esta realidad. Pero, con el objetivo de conjurarla, aplica una “sintonía fina” mediante medidas harto discutibles en su eficacia. Este ajuste encubierto (pero de evidente impacto en las economías domésticas) es incompatible con la metodología del reclamo permanente, operado con irresponsabilidad y desapego a la ley, que caracteriza a Moyano. Ergo, atento la nueva coyuntura, desde el Gobierno se pretende marginarlo de la conducción de la central sindical. Para ello, entre otros factores de desgaste, desoye su justificada petición relativa al impuesto a las ganancias y asignaciones familiares para impedir que una respuesta positiva se blanda como un triunfo del camionero en vísperas del cambio de mando en la CGT. 3.- En el fragor del combate, ambos contendientes hicieron tabla rasa con la memoria del pasado reciente. El Gobierno olvidó el cúmulo de privilegios de toda índole que otorgó a Camioneros desde 2003 para dotarlo de la fortaleza que hoy ostenta.

A guisa de ejemplo: (a) Amparar la voracidad de Moyano para arrasar con los encuadres sindicales de otros gremios; (b) Promover el crecimiento de los sueldos de los choferes mediante el subsidio a las empresas del transporte, retornándoles los importes que pagaron por contribuciones patronales; (c) Conceder a la obra social (OSCHOCA) el monopolio para otorgar las Licencias Nacionales Habilitantes para conducir, lo cual comporta un ingreso anual de sesenta millones de pesos. A su vez, Moyano borró de su recuerdo que “…éste era el mejor gobierno que tuvimos desde Juan Perón…”, y su compromiso de defenderlo “hasta las últimas consecuencias”. Ya no registra cuando lo defendió tirando los camiones encima de los ruralistas que atacaban la célebre “125” o cuando puso toda la carne al asador para garantizar el éxito de los mitines kirchneristas. Así, en medio de recíprocas ingratitudes, proclamas destempladas y frases de insólita agresividad, el escenario, a mi entender, muestra un juego de pura pérdida. El Gobierno exhibe sus vulnerabilidades ante un adversario temible y con aptitud por su sola voluntad (inconcebible desde cualquier enfoque de la acción sindical) de paralizar el país. Para colmo se registra una llamativa ausencia de ductilidad política para afrontar la crisis. Moyano se convierte en referente de un conglomerado “cambalache”. Cosecha las adhesiones verbales del “arco” (obvio, de metegol para chicos) opositor y los ruralistas; recibe una discreta bendición de la jerarquía católica; comparte la plaza con la izquierda cavernícola; el impoluto Luisito Barrionuevo; y varios caceroleros/as de elegante sport. Cuando estos especímenes aparezcan por TN en dulce montón, no pocos peronistas “atávicos” se preguntarán: ¿Es Moyano o Braden? Por último, el GRAN PERDEDOR de la jornada es el pueblo argentino en su conjunto (tanto el que vaya a la plaza, o asienta en silencio, o la denoste por destituyente) que vuelve a aproximarse a un clima de exasperación política que evoca un pasado angustiante.

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