miércoles, noviembre 07, 2012

El 8N

Por Eduardo Zamorano



Desde el 11 de setiembre de 2001 con el descomunal atentado terrorista que volteó las “torres gemelas”, se expandió la moda de nominar ciertos hechos trascendentes (pasados o futuros; positivos o negativos) con abreviaturas que incluyen el número del día y la inicial del mes correspondiente.  En el caso de la tragedia de Manhattan bautizada: el “11-S”.

Este estilo de designación -que no es sigla ni acrónimo- se llama “numerónimo” y nace con el auge del lenguaje informático, aunque podría encontrar algún antepasado en el léxico militar (recordemos el célebre “DIA D”, expresión usada para el desembarco en Normandía, episodio cúlmine de la Segunda Guerra Mundial).

Ahora, en la Argentina, asistimos a una curiosa puja entre el “8-N” (manifestación de protesta contra el Gobierno) y el “7-D” (vencimiento de la medida cautelar favorable a Clarín y arranque de la completa vigencia de la Ley de Medios de Comunicación Audiovisual).

¿Cuál sería una descripción apropiada para el contecimiento que se producirá el jueves 8 de noviembre de 2012? Apelemos a los clásicos pronombres interrogativos: “¿QUÉ, CUÁNDO, QUIÉNES, CÓMO Y POR QUÉ?”

En los párrafos precedentes hemos despejados las dos primeras requisitorias (“qué y cuando”); vayamos, entonces, a las que siguen.


QUIENES

Se movilizarán miles de personas pertenecientes, de modo predominante, a los sectores medios y altos tanto urbanos como rurales, disconformes con la gestión del Gobierno y crecientemente hostiles al mismo.

COMO

Luego del éxito asombroso de la convocatoria espontánea a cacerolear a Plaza de Mayo que se verificó el 13 de septiembre pasado -13S-, estallaron las redes sociales (Facebook, Twitter, Blogs, etc) propiciando la
repetición del fenómeno para el 8-N.

La gente saldrá de su casa o del trabajo, caminarán hacia la Plaza de Mayo, corearán consignas contrarias al Gobierno (algunas moderadas, otras bestiales), portarán carteles y pancartas con leyendas críticas (que, como en el caso anterior, se alternarán entre ingeniosas y groseras).

No habrá estandartes, insignias o símbolos de partidos políticos opositores; más aún, los referentes de estos espacios que hagan acto de presencia procurarán ser discretos adoptando un bajo perfil.

Esta expresión de protesta replicará en las Capitales provinciales y ciudades importantes.

La demostración será cubierta a pleno por Canal 13, el cable TN, y probablemente Crónica TV; los restantes canales actuarán con moderación exhibiendo pantallazos más o menos frecuentes; y Canal 7 ignorará el evento ó lo denostará a través de su programa emblemático “6,7,8”.

Casi con seguridad, una abigarrada multitud desbordará la Plaza y sus adyacencias, vociferará su bronca hacia el Gobierno, entonará el Himno como símbolo de unidad y apartidismo, para luego desconcentrarse satisfecha.

No habrá líderes, oradores, siquiera un locutor que proponga consignas o anuncie la presencia de personajes representativos. Todo discurrirá envuelto en una prolija espontaneidad.


POR QUÉ

Se podrían enumerar un buen número de comprensibles razones que fogonean el descontento de las personas movilizadas. Pero es evidente que habrá reparos y cuestionamientos no necesariamente comunes para el
conjunto. Habrá algunos mortificados por la gafe de la Fragata Libertad; otros temerosos del enfrentamiento con los fondos buitres y los fallos del Juez Griesa; estarán los que deploran el diálogo con Irán; y aquellos alarmados por la expansión arrolladora de La Cámpora. Se oirán reclamos por la ausencia de autocríticas ante errores indiscutibles, o
impugnadores de la cercanía con Chávez y su “socialismo del Siglo XXI” , o enojados porque alguien, medio desbocado, acusó a los socialistas de “narcos”.
En fin, de todo como en botica.

Sin embargo, obligados a una síntesis, arriesgamos tres razones convocantes que lucen comunes a la multitud.

1.-  El problema de la denominada “inseguridad”.  No se trata solamente del comprobado crecimiento de los delitos violentos; quizás más enervante, incluso, sea el clima de transgresión constante, desbordes callejeros, comportamientos irresponsables, circunstancias
silenciadas o tibiamente reprochadas por el Gobierno.
No es una “sensación” atizada por las corporaciones mediáticas; el descontrol está en los bailes juveniles, espectáculos deportivos, transportes, y especialmente desnaturaliza el espacio público que se vivencia como un lugar ajeno y propicio para la tropelía.
La gran mayoría de los caceroleros piensa que, en este tema, la gestión de los Kirchner encalló en dogmas rígidos que deben repensarse, tales como: “no criminalizar la protesta social”; “la delincuencia es fruto exclusivo de la miseria y el desamparo”; “el orden y el respeto por el prójimo en los espacios públicos no puede implicar un mínimo de represión”.

2.- La prohibición de comprar dólares para “ahorrar”, así como las restricciones y obstáculos impuestos a la adquisición de divisas para viajar, realizar operaciones inmobiliarias, etc.
Hay un hecho incontrastable: los argentinos tenemos la pésima -aunque justificada-  costumbre de atesorar dólares.  Esta prevención es fruto de nuestras experiencias históricas y se potencia en el actual contexto inflacionario, con el mundo desarrollado en una crisis financiera con aptitud de contagio, y frente a la carencia de un timón económico sólido y confiable.

3.-  La utilización exagerada de las trasmisiones televisivas y
radiales “en cadena” so pretexto de anunciar actos de gobierno, en ocasiones de relativa importancia y siempre acompañados por discursos de la Presidenta impregnados de una forzada didáctica, ciertos giros belicistas, y algún toque emparentado con la arrogancia.

Empero, además de estas disconformidades que   -justificadas o no- son auténticas en tanto responden a hechos concretos,  no puede desdeñarse que la consigna que se impondrá largamente en la manifestación es: “NO A LA RE-REELECCIÓN.”


Y, en este caso, a diferencia de los tres anteriores, se trata de una especulación sobre un hecho hipotético, aunque posible, acicateada ferozmente por los medios opositores al Gobierno.

La marcha del 8-N puede entenderse, aceptarse, y hasta elogiarse. Empero, a esta altura del partido, no hay lugar para las negaciones o ingenuidades.  El evento, como reconocimos,  tiene un incuestionable componente natural y espontáneo; pero también encubre una batalla más
en la guerra sin tregua ni cuartel que -a despecho de la voluntad de sus participantes- libran el Gobierno y los dueños de Papel Prensa.

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