jueves, agosto 22, 2013

Intelectuales, políticos y demagogos

Por Eduardo Zamorano 
Abogado
Columnista de CONSTRUCCION PLURAL, el programa de Fernando Mauri en FM Radio Cultura
 
El día 20 del corriente, La Nación publicó una nota de opinión titulada “EL PELIGRO DE LA DEMAGOGIA escrita por Beatriz Sarlo, personaje reverenciado hasta el aburrimiento en los circuitos culturales   -que históricamente fueron su hábitat natural-  pero ahora descubierta y endiosada por el establishment económico.
 
La nota en cuestión afirma que Sergio Massa es un “demagogo” al proclamar que la “INSEGURIDAD” es el principal problema ciudadano,  pero omitir el análisis de sus causas.

Antes de reflexionar sobre la postura de Sarlo, aclaro que no tengo preferencia política por el Intendente de Tigre aunque tampoco le profeso animadversión.
         
La reconocida ensayista, en mi humilde parecer, confunde y superpone tres conceptos diferentes, los cuales me inspiraron el título esta nota.

De allí que comienzo por desbrozar la maleza semántica.

INTELECTUAL:  es quién piensa la realidad que lo circunda, buscando explicar sus enigmas,  sin sujetarse a criterios dogmáticos o a líneas académicas rígidas.

POLITICO: es el sujeto que acciona para conseguir el poder, sea apuntando a un Estado nacional, o una ciudad, colectividad, o simple conjunto organizado de individuos.

DEMAGOGO: es la persona que manipula los sentimientos, credibilidad, vulnerabilidades, etc de la gente, mediante mentiras, halagos hipócritas, o promesas irresponsables, en la búsqueda de un determinado objetivo.

Naturalmente, en el ámbito de la política, es dable   -y hasta muy frecuente-   la fusión de estos actores. En particular, la superposición del segundo con el tercero.

Incluso hay ejemplos históricos que muestran las tres variantes en un solo personaje. Por ejemplo: CARLOS MARX.
 
Intelectual excelso (“El Capital”, es uno de los grandes hallazgos del pensamiento en ciencias sociales); político destacado (fue uno de los principales inspiradores y operadores sobre el terreno del célebre episodio revolucionario conocido como “La Comuna de París” en 1871); demagogo al fin (en la organización llamada “La Primera Internacional”, acusa mendazmente a la fracción anarquista conducida por Bakunin de ser funcional al tirano Napoleón III, con el propósito de desembarazarse de la misma).

Luego de esta módica clarificación, vuelvo con Beatriz.

La erudita le cuelga a Massa el sambenito de “demagogo” porque se “mimetiza” con la población aterrada por el auge delictivo, levantando el monstruo de la “inseguridad” pero sin discurrir sobre las “auténticas” causales del fenómeno; esto es: “la indigencia, el hacinamiento, el desempleo juvenil, el narcotráfico y las policías corruptas”.

A mi modo de ver, la profesora Sarlo confunde: funciones, tiempos, y escenarios. 

Procuro explicarme. En primer lugar está exigiendo que Massa actúe como un “intelectual” (este escriba considera que el alcalde de Tigre no despunta este vicio, y duda que alguna vez haga siquiera el intento) al pedirle que efectúe en sus audiencias públicas disquisiciones profundas y sesudas sobre aspectos de muy difícil abordaje (las “causas” de la inseguridad), en escenarios mediáticos o tribuneros   -las zonas de actuación propias de un “político”-.

En segundo término, frente a esta omisión, le enrostra el mote de “demagogo”. Pero acá aparece un error evidente. Limitarse a denunciar y execrar el “SÍNTOMA”   -la inseguridad-  el cual es absolutamente real y comprobable, no implica mentir, engañar o seducir a las multitudes, conducta que sí implicaría demagogia. 

Por último, Massa   -insisto: no emito opinión sobre sus eventuales méritos o falencias-  es un “político” 

Incluso, probablemente por razones generacionales, maneja los criterios comunicacionales que hoy imperan en todo el mundo: léxico comprensible, frases cortas, economía de citas rimbombantes o parrafadas densas, etc. 
 
Es posible que Beatriz   -y en esto contaría con la adhesión de este escriba-   anhelara que Massa (o cualquier otro presunto presidenciable), aunque sea excepcionalmente, se trasmute en pedagogo colectivo y, cual dictando un seminario en La Sorbona,  ilustrara profusamente al “soberano” sobre las lacras que generan la inseguridad. 

Podría concluirse, entonces, que en la fantasía de la ensayista anida el deseo de que aparezca un Carlos Marx, modelo 2013, que nos deslumbre como intelectual, político y hasta pudiera   -como su ilustre predecesor-   permitirse el lujo de alguna travesura demagógica. 

Dice el verso borgiano: “la esperanza nunca es vana” y hasta ese punto me solidarizo con Beatriz.

Empero intento huir de las INGENUIDADES, y definitivamente deploro a las celebrities intelectuales que pontifican desde sus inefables atalayas.
 

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