Intelectuales, políticos y demagogos
Por Eduardo Zamorano
Abogado
Columnista de CONSTRUCCION PLURAL, el programa de Fernando Mauri en FM Radio Cultura
El día 20 del corriente,
La Nación
publicó una nota de opinión titulada “EL PELIGRO DE LA DEMAGOGIA ” escrita por
Beatriz Sarlo, personaje reverenciado hasta el aburrimiento en los circuitos
culturales -que históricamente fueron
su hábitat natural- pero ahora
descubierta y endiosada por el establishment
económico.
La nota en cuestión afirma que
Sergio Massa es un “demagogo” al proclamar que la “INSEGURIDAD” es el principal
problema ciudadano, pero omitir el
análisis de sus causas.
Antes de reflexionar sobre la
postura de Sarlo, aclaro que no tengo
preferencia política por el Intendente de Tigre aunque tampoco le profeso
animadversión.
La reconocida ensayista, en mi humilde parecer, confunde y superpone tres conceptos diferentes, los cuales me inspiraron el título esta nota.
De allí que comienzo por desbrozar la maleza semántica.
INTELECTUAL:
es quién piensa la realidad que lo circunda, buscando explicar sus
enigmas, sin sujetarse a criterios
dogmáticos o a líneas académicas rígidas.
POLITICO: es el sujeto que acciona para conseguir
el poder, sea apuntando a un Estado nacional, o una ciudad, colectividad, o
simple conjunto organizado de individuos.
DEMAGOGO: es la persona que manipula los
sentimientos, credibilidad, vulnerabilidades, etc de la gente, mediante
mentiras, halagos hipócritas, o promesas irresponsables, en la búsqueda de un
determinado objetivo.
Naturalmente, en el ámbito de
la política, es dable -y hasta muy
frecuente- la fusión de estos actores.
En particular, la superposición del segundo con el
tercero.
Incluso hay ejemplos
históricos que muestran las tres variantes en un solo personaje. Por ejemplo: CARLOS
MARX.
Intelectual excelso (“El
Capital”, es uno de los grandes hallazgos del pensamiento en ciencias sociales);
político destacado (fue uno de los principales inspiradores y operadores sobre
el terreno del célebre episodio revolucionario conocido como “La Comuna de París” en 1871);
demagogo al fin (en la organización llamada “La Primera
Internacional ”, acusa mendazmente a la fracción anarquista
conducida por Bakunin de ser funcional al tirano Napoleón III, con el propósito
de desembarazarse de la misma).
Luego de esta módica
clarificación, vuelvo con Beatriz.
La erudita le cuelga a Massa
el sambenito de “demagogo” porque se
“mimetiza” con la población aterrada
por el auge delictivo, levantando el monstruo de la “inseguridad” pero sin discurrir sobre
las “auténticas” causales del
fenómeno; esto es: “la indigencia, el
hacinamiento, el desempleo juvenil, el narcotráfico y las policías
corruptas”.
A mi modo de ver, la profesora
Sarlo confunde: funciones, tiempos, y escenarios.
Procuro
explicarme. En primer lugar está exigiendo
que Massa actúe como un “intelectual”
(este escriba considera que el alcalde de Tigre no despunta este vicio, y duda
que alguna vez haga siquiera el intento) al pedirle que efectúe en sus
audiencias públicas disquisiciones profundas y sesudas sobre aspectos de muy
difícil abordaje (las “causas” de la
inseguridad), en escenarios mediáticos o tribuneros -las zonas de actuación propias de un “político”-.
En segundo término, frente a
esta omisión, le enrostra el mote de “demagogo”. Pero acá aparece un error
evidente. Limitarse a denunciar y execrar el “SÍNTOMA” -la inseguridad- el cual es absolutamente real y comprobable,
no implica mentir, engañar o seducir a las multitudes, conducta que sí
implicaría demagogia.
Por último, Massa -insisto: no emito opinión sobre sus
eventuales méritos o falencias- es un “político”.
Incluso, probablemente por
razones generacionales, maneja los criterios comunicacionales que hoy imperan en
todo el mundo: léxico comprensible,
frases cortas, economía de citas rimbombantes o parrafadas densas, etc.
Es posible que Beatriz -y en esto contaría con la adhesión de este
escriba- anhelara que Massa (o
cualquier otro presunto presidenciable), aunque sea excepcionalmente, se
trasmute en pedagogo colectivo y, cual dictando un seminario en La Sorbona , ilustrara profusamente al “soberano” sobre las lacras que
generan la inseguridad.
Podría concluirse, entonces,
que en la fantasía de la ensayista anida el deseo de que aparezca un Carlos
Marx, modelo 2013, que nos deslumbre como intelectual, político y hasta
pudiera -como su ilustre
predecesor- permitirse el lujo de alguna travesura
demagógica.
Dice el verso borgiano: “la esperanza nunca es vana” y hasta ese
punto me solidarizo con Beatriz.
Empero intento huir de las
INGENUIDADES, y definitivamente deploro a las celebrities intelectuales que
pontifican desde sus inefables atalayas.
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