A B O R D A J E S -
Un penoso remedio ante un Estado
ausente y negador
Por Fernando Mauri
Un motochorro detenido por acción de un policía y un par de civiles que había arrebato un reloj Rolex a una turista extranjera el pasado miércoles en Palermo y que estuvo cerca de ser castigado popularmente por un grupo de vecinos porteños, a menos de 12 hs. de cometido el delito, logró volver a caminar libremente por la calle.
Ante este y cerca de otra decena y media larga de casos difundidos
los últimos días sobre intentos de justicia por mano propia a partir del
accionar de una masa ciudadana espontáneamente encolerizada, en forma rápida
adiktos al Relato K y muchos colegas en distintos Medios de comunicación
emergieron posicionándose políticamente correctos a fin de criticar
sin más estos procederes espontáneos nocivos poniéndolos al mismo nivel de
condena que a la delincuencia responsable de la ola delictiva que asola a
los argentinos y expresando una preocupación que en muchos casos no
parecieron observar ante la creciente inseguridad
reinante.
Resulta por demás
curioso que desde ciertos sectores de la política, desde la justicia y desde los
Medios no se haya puesto el mismo énfasis que se emplea para condenar estos
procederes reprobables con la necesidad de ser enérgicos y eficaces en la lucha
contra la extendida ola delictiva.
Los actos de
represalia social contra delincuentes son actos de barbarie.
Son actos censurables.
No configuran una modalidad nueva, sólo que ahora parecen espiralizarse debido a su visibilización mediática.
De todos modos, ¿constituyen un fenómeno social positivo? Sin dudas que no. La violencia suele generalmente llevar o traer más violencia retroalimentada.
Son actos censurables.
No configuran una modalidad nueva, sólo que ahora parecen espiralizarse debido a su visibilización mediática.
De todos modos, ¿constituyen un fenómeno social positivo? Sin dudas que no. La violencia suele generalmente llevar o traer más violencia retroalimentada.
Ahora, tras ello, ¿se puede dejar de comprender estos hechos?
¿Estos penosos improvisados remedios ciudadanos no hablarán acaso de principios de anomia social a partir de un Estado ausente? ¿No será acaso una consecuencia penosa del cansancio del ciudadano de a pie que no es protegido y cuidado por quien corresponde, esto es, las instituciones estatales? Y síntoma del estado de indefensión de la sociedad, de sus miedos a ser asaltado, golpeado y hasta asesinado incluso en plena calle.
¿Qué entendemos por Estado ausente? Un largo y complejo entramado que vertebra al Gobierno de Cristina Kirchner y sus relatos, mensajes de ocultamiento y minimización del fenómeno de la inseguridad; al poder político que también a nivel parlamentario sanciona leyes sin anclaje en la realidad y aprueba el nombramiento de magistrados ineptos; a la permisividad de cierto marco normativo legal; a jueces lentos e ineficaces; a la policía inoperante; al sistema carcelario desnaturalizado -sólo en pcia. de Bs As. por ejemplo, se ha fugado un preso por semana en los últimos 12 meses- y a todos estos estamentos atravesados también en algunos o ciertos casos por el virus de la corrupción.
De nada valen las defensas corporativas como la
de la va vicepresidente de la Suprema Corte, Elena Highton de Nolasco, quien
rechazó que los casos de violencia ciudadana sean fruto de la falta de justicia.
La ley funcionar mal, los jueces parecen interpretarla de la peor manera en contra de las necesidades de las víctimas de delitos, tanto en casos de inseguridad como -por poner un módico ejemplo al pasar- cuando el ex corredor y hoy dirigente del PRO, Lalo Ramos, acaba de causar por segunda vez un accidente estando borracho y es excarcelado en ambas oportunidades a las pocas horas de haber cometido dicho delito vial.
La ley funcionar mal, los jueces parecen interpretarla de la peor manera en contra de las necesidades de las víctimas de delitos, tanto en casos de inseguridad como -por poner un módico ejemplo al pasar- cuando el ex corredor y hoy dirigente del PRO, Lalo Ramos, acaba de causar por segunda vez un accidente estando borracho y es excarcelado en ambas oportunidades a las pocas horas de haber cometido dicho delito vial.
Comprender o entender no es justificar
estas reacciones. Institucionalizar la violencia social y la justicia espontánea
por mano propia tiende a volver a escenarios de precivilización.
Pero
para comprender, a nuestro juicio, conviene detenerse y contextualizar entre
otros, algunos de los siguientes planos de análisis:
* La
existencia de un Gobierno Nacional & Popular que así como no tuvo empachos
en falsificar y manipular la inflación, la pobreza, sobreestimar el crecimiento
del PBI y hablar de tasas chinas, no difunde cifras de inseguridad y cuantificación de hechos delictivos, en tanto
se ha cansado de referir a una mera “Sensación de inseguridad” instalada -cuándo
no- por los “nocivos” Medios de comunicación.
Es más. la única respuesta
que el Gobierno ha alumbrado es este proyecto de reforma
del Código Penal que lleva el sello
abolicionista del juez del máximo tribunal
del país, Raúl Zaffaroni, quien se desgañita como siempre
en proteger a los delincuentes y desprotege a la
comunidad víctima de ellos.
Este
nefasto Zaffaroni concibe un paradigma
bajo el cual el delincuente no es un victimario que con su conducta
lesiona el contrato social sino que resulta una víctima de una sociedad
que lo excluye. E incluso hasta llega a un cierto grado
de justificación de su accionar. Nadie puede dejar de reparar en
la erosión social a la hora de entender por qué algunos jóvenes sin
educación ni futuro y que maman de sus padres ese modelo están casi
tomando un camino delincuencial inexorable. Se debe propender a su
reinserción social, qué duda cabe. Pero de ahí a exculparlos y tratarlos como
victimarios y priorizarlos por sobre las víctimas de sus conductas violatorias
de la ley hay un trecho enorme.
Que Zaffaroni esté en la Corte Suprema por impulso K, que Norberto
Oyarbide sea casi el juez favorito para la impunidad mientras el probo y honesto
José María Campagnoli esté a punto de ser destituido como fiscal trasunta por
demás un cierto estado de cosas en la Argentina K.
El
colmo del sinsentido y la búsqueda de “ideologizarlo” ridículamente todo, lo
aportó esta semana, Jorge Capitanich, el jefe de
Gabinete -a quien no se le conocían hasta hoy antecedentes de filosofía
guevarista sino más bien todo lo contrario- cuando afirmó que "los que atacan a
delincuentes son "expresiones de una extrema derechización".
La presidenta Cristina
Kirchner en una de sus últimas reiteradas y cansadoras apariciones por
cadena
nacional acaba una vez más de actuar como comentarista de la realidad y en ese
marco sólo concibió una obviedad desde una
postura pacifista que pretendió hacernos olvidar el clima político
beligerante que no se cansa de instaurar el kirchnerismo desde que es
poder: “la violencia engendra más violencia”. Asimismo, se permitió frivolizar
una vez la historia al trazar una “ofensiva” comparación con la llamada “Noche de los
Cristales Rotos” que tuvo como víctimas a judíos en medio de una ofensiva nazi a
fines de los años 30.
La violencia también baja desde lo más alto del
poder, el mismo poder que habla de paz y armonía. Se dirá que es violencia retórica, pero en definitiva no deja de
sumar a la violencia.
* Como muy bien lo
ha señalado en nuestro ciclo radial Construcción Plural nuestro columnista, el
abogado EDUARDO ZAMORANO, "estos casos de barbarie, de justicia por mano propia,
son consecuencia de que la gente tiene internalizado que hay una victimización
del delincuente, no sólo por parte del Poder Judicial sino también desde el
Poder Ejecutivo. El ciudadano común, especialmente en las barriadas humildes
donde más se dan estos fenómenos de violencia social sienten ya no sólo la
desprotección estatal, sino que el Estado se coloca más del lado de un
"garantismo" del delincuente que de tutelar por la
víctima".* La impunidad también aporta a la violencia o venganza brutal de
una sociedad que se enajena cuando se masifica a la hora de castigar a un
delincuente.
* Como subraya Enrique
Valiente Noailles en una columna periodística: “el Estado se resiste aún a
asumir la responsabilidad primaria de proteger a los ciudadanos. Que Fútbol para
Todos reciba cinco veces más fondos que la lucha contra el narcotráfico es un
indicador preciso de las prioridades de nuestros gobernantes, de sus
preferencias por el pan y circo por encima de la vida de las personas que
habitamos en la Argentina. Mientras el paco devora el futuro de los chicos, en
particular de los más vulnerables, se invierte en la anestesia y la propaganda
del presente”. ( Un país con sobredosis de crueldad).
* Sin dudas,
para comenzar a encauzar el fenómeno de la creciente inseguridad ciudadana, se
deben impulsar políticas de inclusión que ataquen la pobreza y la desigualdad
social. El Relato K refiere reiteradamente a esto. Ahora, dichas políticas -amén
de verdaderamente ejecutarse- habrán de generar resultados en el mediano y largo
plazo, Y la cuestión es el aquí y ahora, en el mientras tanto.
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